FYI.

This story is over 5 years old.

Cultură

Mi vida como un hombre gay y discapacitado

"Además de tener parálisis cerebral –un grupo de trastornos que afectan la capacidad de moverse y mantener el equilibrio y la postura– también soy gay. Y esta combinación es una sentencia de muerte".

Fotos cortesía del autor

Tengo 23 años y un chico con el que estoy saliendo está intentando meter su pene dentro de mi culo respetuosamente. Son las 3:00 p.m. y estoy empapado por el sol caliente de verano; es bastante agradable. El chico que está tratando de follarme también es guapo (y sexy), pero no tiene ninguna posibilidad.

Su pene está cada vez más cerca a la entrada. Pienso:¿De verdad estoy haciendo esto? ¡Ha pasado mucho tiempo!

Publicidad

Entonces, justo cuando siento la más mínima presión, decido abortar el asunto.

El chico entiende, o al menos pretende hacerlo, y por unos meses más los dos seguimos saliendo torpemente. No vuelve a intentar tirar conmigo de nuevo. Yo me siento aliviado.

***

Eso fue hace seis años. De los 18 a los 28 años nunca me acosté con nadie. En resumen, pasé diez años sin tener sexo anal, (el mismo tiempo que Friends estuvo al aire). A veces miro fotos de mí a los 22, 23 o 24 y me enojo con mi yo más joven. ¡Eras delgado y tenías el mundo a tus pies!Deberías haber tenido todo el sexo del mundo. ¡Tenías músculos y ni siquiera hacías ejercicio para que te crecieran! Desperdicié mis 20 sintiéndome inútil y triste, y pensando que no merecía ser follado. Tengo parálisis cerebral —un grupo de trastornos que afectan la capacidad de una persona para moverse y mantener el equilibrio y la postura— y también soy putamente gay. Esta combinación puede ser una sentencia de muerte para tu vida amorosa.


Relacionado: Cómo tienen sexo las personas con discapacidad


Creo que en parte la culpa de mi actitud derrotista la tiene Queer As Folk (una serie de televisión sobre cinco hombres gays). Cuando me topé con el DVD un día en Blockbuster, vi la primera temporada completa más rápido de lo que Brian Kinney se lo mamó a todos los clientes del bar Babylon. Tenía 12 años, estaba en la cúspide de la pubertad y la arrechera, y ver sexo gay fuera de un contexto porno fue revelador y emocionante; pero, como lo descubrí más tarde, también me jodió. Queer As Folk presentaba un mundo superficial, en el que sociópatas guapos con buenos culos tenían sexo alucinante 24/7, mientras que los gays adorables e inteligentes pasaban por los lados. El mensaje de la serie sobre la importancia de la perfección física fue fuerte y claro para mí. Después de ver la enésima toma de unos abdominales perfectamente marcados, miraba hacia abajo a mi propio cuerpo, que no estaba marcado y además estaba cubierto de cicatrices de varias cirugías, y pensaba: Bueno, ¡estoy jodido!

Publicidad

Me gustaría poder decir que Queer as Folk mintió. Me gustaría poder decir que el mundo gay es amable e incluyente —nada parecido a esos monstruos de la serie—, pero, en gran medida, no lo es. Pronto me di cuenta de que en el mundo real los hombres gays actuaban de una manera elitista y prejuiciosa. Tener un buen cuerpo lo era todo. Pasé mis 20s en tres grandes ciudades metropolitanas llenas de gente atractiva, lo cual no me ayudó mucho a tener más probabilidades. Tal vez en Kentucky hubiera podido tener sexo, pero en un lugar como Nueva York, una ciudad que atrae a la gente más atractiva de Estados Unidos, yo era como un Grendel gay.

Tuve muchas tragas no correspondidas. Sufrí muchos rechazos. Recuerdo un episodio que tuve que enfrentar cuando tenía 19 años. Estaba esperando en la fila de un bar gay con un amigo muy atractivo. Un tipo se acercó a nosotros, miró a mi amigo y dijo: "Maldita sea, eres muy sexy". Luego se volvió hacia mí, arrugó la nariz y concluyó: "Y tú te pareces a Harry Potter".

Su rechazo me dolió, pero yo estaba acostumbrado a que los hombres se burlaran de mí. Unos meses antes había intentado acercarme a un chico que dijo que no podía darse besos conmigo porque tenía la enfermedad de Lyme. Cuando tenía 24 años, mi mejor amiga y yo salimos con un tipo que me gustaba. Después de que nos fuimos, le envié un mensaje que decía: "¡Creo que me gustas!". Su respuesta fue: "Creo que me gusta tu mejor amiga, Caitie. ¡Es lo máximo!" Dos años después, traté de besar a un chico sueco guapo y él literalmente se tapó la cara con la mano.

Publicidad

Por supuesto, no fallaba todo el tiempo. Tuve mi porción justa de sexo casual en medio de borracheras y salí con un par de tipos por aquí y por allá, pero siempre paraba las cosas antes de que se pusieran demasiado serias. Me quedé célibe en parte porque nadie increíble quería follarme, pero también porque sufría de graves problemas de intimidad. Era un círculo vicioso. Ansiaba afecto físico, pero en el momento en que un chico me tocaba, me asustaba y sentía que no lo merecía. El chico discapacitado gay NO puede tener sexo increíble, pensaba. El chico discapacitado gay NO puede tener una relación.

¿Quién me podría culpar por sentirme de esta manera? Al crecer, las representaciones de los hombres gays me decían que yo era el peor candidato para la homosexualidad. No conocía a ningún hombres gay con discapacidad. Nunca vi hombres gays físicamente imperfectos en televisión. No había realmente ninguna representación de la discapacidad, además del niño de Breaking Bad. Cuando no ves ninguna versión de ti mismo, te enseñan a creer que no importas. Estás fundamentalmente 'mal hecho'.

Me tomó mucho tiempo tener la autoestima suficiente para ir por los chicos que deseaba. Básicamente tuve que decirme a mí mismo: "ERES DIGNO DE TENER UN PENE EN TU CULO" una y otra vez hasta que me lo creí. Una vez lo hice, conseguí un novio y las cosas mejoraron, pero de ninguna manera estoy "curado". En el último año, he perdido 13 kilos y me obsesioné con hacer ejercicio. En el fondo, creo que quiero convertirme en un gay atractivo de Instagram y que los tipos me tengan en la mira. Seguro, estoy en una gran relación, y finalmente estoy teniendo sexo regularmente, pero aún así quiero publicar una selfie sin camisa para que algún desconocido cualquiera me diga que se quiere venir en mi cara.

Podría lograr tener el mejor cuerpo del mundo y todavía no estaría a la altura. Puedo llegar a tener el mejor abdomen privándome de margaritas, puedo llegar a tener el culo perfecto haciendo sentadillas, pero mi cojera está aquí para quedarse y mis cicatrices no se van a ir a ningún lado. He dado grandes pasos en cuanto a aceptar mi discapacidad: hace un año ni siquiera hubiera podido mencionar la parálisis cerebral en voz alta. Sin embargo, una parte de mí todavía quiere acabar con ella, arrancarla a punta de sesiones de cardio. Pero cuanto más hablo de mi discapacidad, menos me siento estigmatizado, y ahí es cuando el cambio real puede suceder. Si le prestamos atención a los hombres gays con discapacidad, podemos eliminar el estigma y los chicos gays con discapacidad van a dejar de sentirse avergonzados.

Pienso que los chicos gays siempre serán superficiales y siempre querrán tirar con alguien con cuerpo de gimnasio, pero si le abrimos más espacio de representación a chicos gays de aspecto normal y exploramos diversas representaciones de la vida gay, voy a ser feliz. Porque no quiero volver a prender la televisión y ver otra vez a alguien como Jonathan Groff pretendiendo tener pena de quitarse la camisa. Esa mierda no está bien.