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VICE Sports

Los ticos, el futbol y nuestros payasos

¿Se han preguntado que quizá los hinchas de otros países latinoamericanos nos odian porque somos unos engreídos prepotentes?

Sin dormir por el Corona Capital, llegamos al aeropuerto a las cinco de la mañana del lunes 14 de octubre para partir hacia Costa Rica, al esperado partido que la selección mexicana disputaría al siguiente día con su homóloga tica.

Con nervios, ansiedad y una ligera esperanza, llegamos a San José a encontrarnos con un escenario poco esperado: por un lado, la admiración de la gente hacia los periodistas deportivos y ex futbolistas mexicanos, y por otro el resentimiento hacia nuestro futbol y sus figuras.

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Fue curioso porque cuando llegué al aeropuerto (en el mismo avión que los periodistas de ESPN, Fox Sports y algunas otras cadenas de nuestro país), la gente se emocionó al verme, querían tomarse fotos conmigo o que les firmara algún autógrafo. Evidentemente no tenían ni la menor idea de quién era yo, pero al llegar con todos los demás reconocidos periodistas, se emocionaron pensando que seguramente yo era alguna “celebridad” en México. Me tomé un par de fotos con ellos.

Empezamos a conocer un poco la ciudad antes de ir al estadio para ver el entrenamiento y en el camino me di a la tarea de entrevistar a la gente (taxistas, camioneros, meseros, etcétera) para preguntarles sobre su opinión del partido que se llevaría a cabo al día siguiente. La mayoría me contestaban que estaban tranquilos, pues al ya estar Costa Rica con el boleto en la bolsa para el mundial de Brasil 2014, el partido contra la Selección Mexicana les era prácticamente indiferente. Sin embargo, seguí indagando y decidí hacerles la misma pregunta a otras personas en un ambiente más relajado y con algunas cubas encima, y me encontré con respuestas que me llamaron mucho la atención.

Resulta que ya entrados en cubas, los ticos “soltaron la sopa” diciendo que no solamente estaban contentos de ir al mundial, si no que además, querían ver a nuestra selección eliminada. Tal vez uno es muy ególatra y piensa que los mexicanos “caemos bien” a los centroamericanos, pero me sorprendí al descubrir que el ex “gigante de CONCACAF” es uno de los más odiados en la zona. Para todos ellos representaba un gran orgullo, que además de estar clasificados junto con Estados Unidos, pudieran presumir y dejar marcado en su historia futbolera, que ellos habían dejado a México fuera de un mundial.

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Lo curioso es que durante la espera para entrar al Estadio Nacional para ver el entrenamiento y la conferencia de prensa, se daban los dos fenómenos simultáneamente: por un lado, fanáticos de Costa Rica insultando a México, burlándose de que nuestra selección estaba muy lejos del mundial, vistiendo un ataúd con nuestra bandera y queriendo llamar la atención de todas las cámaras de televisión que estaban ahí presentes. Y por otro lado, esas mismas personas, que al ver a personalidades del deporte mexicano como Jared Borgetti, periodistas como John Sutcliffe, Ciro Procuna y Ángel García Toraño, entre algunos otros, se acercaban a tomarse una foto o incluso pedir un autógrafo con la playera de la selección mexicana en mano.

Hablando con ellos para analizar lo que a mí me parecía una incongruencia, argumentaban que su odio no era hacia México como país, sino hacia algunos periodistas mexicanos, como David Faitelson, que habían tenido el desatino de menospreciar en varias ocasiones a los ticos y a su selección, considerándolos “inferiores” al TRI. Tal cual lo explico Jorge Luis Pinto, Director Técnico de la “sele” en conferencia de prensa en la que explotó diciendo que en México teníamos dos o tres periodistas disfrazados de payasos y que tenían que aprender a respetar a los países de Centroamérica y a los jugadores de Costa Rica. Vaya lección que nos darían aquel martes.

Este partido, fue uno de los más difíciles en los que me ha tocado estar, y créanme que he ido a varios encuentros intensos. Aquí, la frase de “pura vida” pasó a un segundo plano y los ticos, a pesar de no tener nada en juego por tener ya su boleto en la bolsa para Brasil, vistieron con el mayor orgullo su camiseta para apoyar a su selección de principio a fin. Yo estaba en la zona de prensa, pero delante de mí se encontraba una familia, un señor de unos cuarenta y cinco años, con su esposa un poco más joven, la hermana de ella y un niño de cinco años. Una familia que parecía inofensiva, pero que hizo de ese partido un verdadero martirio para los mexicanos que estábamos ahí. Nos festejaban en la cara con gran agresividad, odio y rabia no solamente los goles de su selección, si no también los de Panamá. Celebraban tanto lo que por momentos fue la eliminación de México, como si hubieran ganado el mismísimo mundial en ese instante. Después de estar casi al borde de las lágrimas, sucedió lo que nadie tenía contemplado: Estados Unidos con un equipo lleno de suplentes, se echó el equipo al hombro y anotó dos goles de último minuto para regalarle a México ese medio boleto a Brasil.

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Algunos colegas de Costa Rica que estaban ahí, me vieron tan triste que corrieron a darme la noticia que cambiaría esas lágrimas por una inesperada celebración. Jamás me hubiera imaginado festejar un gol del país vecino con tanta alegría. Así como lo festejó el Chícharo en la banca, así lo festejé yo en la tribuna. Un milagro, no merecido, había ocurrido en aquellos últimos minutos, para revelar que seguíamos moribundos, pero aun con esperanzas de llegar al tan ansiado mundial de Brasil 2014. Me sentía llena de emociones, con coraje, tristeza, decepción e impotencia por ver a una selección mexicana derrotada y en coma, pero con una extraña felicidad porque logramos llegar al repechaje.

Para rematar mi partido de sentimientos encontrados y náuseas, se acercó ese mismo señor que se burló al verme llorar por mi país, a decirme “Queremos mucho a México, esto es solo una cuestión de futbol”. No tuve nada que decirle, no le creí. Puede ser que sea una cuestión futbolística y de competencia, pero la sensación en el estadio fue de mucha agresión y odio que parecían ir más allá de lo deportivo, por lo menos así se sintió, aunque quiero pensar que sólo fue parte de la emoción del momento. Afortunadamente me salvé de los golpes en la zona mixta (tal vez por ser mujer, aunque no lo sé), pero a mis compañeros que estuvieron cubriendo para otros canales deportivos les tocaron patadas, insultos y buenos madrazos.

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La lección creo yo, es de humildad. Durante años nos hemos creído el famoso título de “gigante de CONCACAF” y hemos actuado o hablado en virtud de ese adjetivo. Lo que muchos no consideramos, es que el futbol, como la vida, es una rueda de la fortuna en la que a veces puedes estar en lo más alto y perder el piso, pero al segundo siguiente puedes estar arrastrándote por los suelos. Eso es lo que nos está sucediendo. Ese “gigante” se ha convertido en el hazmerreír de la confederación, que tiene que depender del “hermano grande” (ese hermano que tantas veces hemos criticado también) para poder tener aspiraciones a un boleto para Brasil 2014.

Y podría parecer que los partidos de repechaje serán “fáciles”, considerando que Nueva Zelanda tiene un equipo nacional que solamente ha jugado en dos ocasiones la copa del mundo, que cuenta con una liga semiprofesional de únicamente ocho clubes y que hasta el duelo contra México, habrá jugado solamente seis partidos en el año. México aparentemente tiene una realidad futbolística muy diferente, sin embargo a estas alturas del partido no se sabe qué podría pasar y confiarse o menospreciar al rival como se ha venido haciendo a lo largo de toda la eliminatoria sería catastrófico considerando el tipo de “juego” que han venido manejando en lo que va del 2013.

Ahora lo importante será conseguir ese boleto a Brasil con los cambios radicales que se han hecho en días pasados (con el Piojo Herrera como técnico y el América como base) y buscando una mejor calidad de juego para conseguir los objetivos trazados. Y sin duda podemos decir que no “merecemos” estar en el Mundial, pero la historia nos ha dejado claro que el futbol no se trata de merecer o de justicia. El ejemplo perfecto es el de Cristiano Ronaldo e Ibrahimovic, que aun siendo de los futbolistas más grandes del orbe, tendrán un duelo a muerte en el repechaje para ver quién de los dos va a Brasil y quién se quedará a verlo desde su casa.

Así las cosas, jóvenes.

@pattylopezdelac