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Viajes

Me pregunto... Una invitación a Monterrey

Les presento mi diario fotográfico de Monterrey.

Monterrey, México, desde el cerro del Chipinque.

Tengo que confesar que lo pensé dos veces cuando recibí una invitación a Monterrey para exhibir algunas de mis películas, considerando toda la atención internacional que ha recibido la violencia de los cárteles en el norte de México. Pero sólo fue un breve lapso de cobardía, y considerando los bien que la pasé en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara en febrero, una ciudad en donde se descubrieron 25 cuerpos bajo los Arcos del Milenio con la palabra “Milenio” escrita con petróleo en sus pechos muy cerca del hotel en el que me hospedé, no podía decir no sin dejar de ser congruente.

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Dudé una segunda vez cuando tomé el primer avión en Toronto y cometí el error de leer un artículo excesivamente alarmista en el New Yorker sobre la guerra contra las drogas, en el cual planteaban un escenario que me hizo pensar que terminaría empalado en una plaza pública poco tiempo después de salir del aeropuerto. Tuve una fantasía en la que “accidentalmente” perdía mi conexión en Houston, Texas, pero concluí que ahí tampoco la pasaría muy bien, así que ganó mi razón y me armé de valor para continuar mi viaje hacia Monterrey, una ciudad que hasta hace poco era considerada una de las ciudades más seguras en todo Latinoamérica. Ya no lo es, por mucho, pero me alegra haberla conocido.

Es extraño que una metrópolis con una población de cinco millones pueda estar tan fuera del radar de tantas personas, en especial considerando que Monterrey es también una ciudad hermosa ubicada en las faldas de la Sierra Madre Oriental. (Me estremece pensar en esos cretinos que sólo ven a México como un destino vacacional por sus playas y nunca se molestan en visitar sus grandes ciudades, igual que esos turistas desgastados que sólo viajan a hoteles de lujo en Cuba y se rehúsan a explotar La Habana). Es verdad que la violencia de los cárteles, la cual escaló de manera exponencial durante los últimos seis años cuando el presidente Felipe Calderón fracasó en su guerra contra los capos de la droga, detuvo casi por completo el flujo de turistas norteamericanos a Monterrey. De hecho, hubo momentos en los que sentí que yo era el único turista en la ciudad (un pelirrojo sobresale de manera formidable en ese lugar), pero nunca en el pomposo Holiday Inn, donde una pandilla de motociclistas estadunidenses se estaba hospedando mientras visitaban una convención de motociclistas en la zona.

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Los recordatorios de la barbarie cometida por la rivalidad entre la pandillas de traficantes se acumulan en el lugar. En el centro de la ciudad, se yerguen los impactantes escombros del Casino Royale, incendiado por miembros del cártel en agosto pasado, donde murieron calcinadas 53 personas (principalmente mujeres). Durante los últimos tres años la belleza del viejo Barrio Antiguo, el cual solía estar atiborrado de fiesteros de jueves a domingo, queda casi desierto al caer el sol, debido a la presencia de pandillas.

Mi anfitrión y guía, Alejandro Treviño, director de la Cinetica –donde proyectaron mis películas como parte del QMTY, una nueva muestra de cine queer– me enseñó el exterior de un lugar conocido por su música, el Iguana Café, cubierto de agujeros de bala, ahora adornados con pinturas pastel. Después de que cuatro personas fueran baleadas frente al lugar el año pasado, y en particular después del incidente en el casino, la zona centro ha quedado inquietantemente desierta. Pero según mi anfitrión, eso no ha detenido a los homosexuales. La evidencia anecdotaria sugiere que mientras 70 por ciento de los fiesteros heterosexuales evitan el barrio viejo, sólo 20 por ciento de los homosexuales se han visto ahuyentados. Las chicas tienen que seguir la fiesta. De hecho, una noche de sábado, Alejandro y algunos de sus amigos me llevaron a unos bares bastante estridentes en el vecindario, como el Brut 33 y el Wateke, un bar enorme y barato lleno de transexuales y vividores, y a pesar de haber manejado por el lugar en un coche costoso, un imán para el deporte favorito de los cárteles: robo de auto con secuestro, logramos salir de ahí sin que nos cortaran las pelotas y sin terminar con ellas en la garganta. Eso habría sido una terrible forma de aguarnos la noche.

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Pero no hay de qué preocuparse: mi anfitrión me aseguró que ahora existe una aplicación que todos tienen en Monterrey y que les advierte sobre los lugares que deben evitar durante el día y la noche. También ayuda si tienes un taxista experimentado y conocedor que te lleve a todos lados, como tenía Alejandro, un tipo muy agradable llamado Javier que conocía la ciudad como la palma de su mano. Un día, la carretera estaba suficientemente segura para que viajáramos a Cola de Caballo, una hermosa cascada en las afueras de la ciudad. Mi anfitrión me explicó cómo muchos de los negocios que habían surgido sobre la carretera en los últimos 30 años (tiendas que vendían muebles, albercas y hasta juguetes para niños) tuvieron que cerrar, por culpa de los cárteles. Pero una vez más, no hay nada de qué preocuparse: el nuevo presidente electo, Enrique Peña Nieto, supuestamente está llegando a acuerdos con los capos de la droga, así que unas semanas después de su elección, la violencia se ha reducido de forma inusual. Muchas personas con las que hablé tienen sentimientos encontrados sobre el regreso al poder del viejo régimen, con su legendaria historia de corrupción y fraude, en especial ahora que lo dirige un “Presidente de telenovela”. Pero es evidente que la guerra de Calderón contra las drogas no fue muy eficiente, considerando las decenas de miles de muertes durante su gobierno, 3,500 de estas en Nuevo León.

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Pero basta de esos malditos bandidos con sed de sangre. Bueno, antes de que se me olvide, sólo resaltar que un día después de ir a las oficinas del El Norte, del grupo Reforma, para una entrevista (también hicieron una linda reseña de mi película zombi gay Otto; or, Up with Dead People), varias de sus oficinas fueron atacadas con granadas y metralletas. Por fortuna, no murió ningún crítico de cine. También quiero señalar que ese mismo día, las páginas de El Norte anunciaron la “canonización” de un nuevo “narco a capo”. Al parecen han comenzado a aparecer altares a San Nazario, quien distribuía Biblias a los pobres antes de ser martirizado, más rápido de lo que la policía las puede destruir. Luis Buñuel, director de la película Nazarin en México, en 1959, sobre un sacerdote católico piadoso llamado Padre Nazario, quien termina causando destrozos a través de sus actos de caridad; habría apreciado la ironía de la historia. Dado que acabo de escribir un guión inspirado en dos de los directores extranjeros más importante de México, Buñuel y Alejandro Jodorowsky, es muy probable que alguien me dispare en el lugar. También estoy listo para terminar mi trilogía zombi con “Narco-Zombie” (derechos de autor pendientes), un guión que pronto empezaré a escribir.

A continuación, les presento mi diario fotográfico de Monterrey, el cual, a pesar de la guerra contra el narco, muestra una ciudad llena de vida, cultura, arte impresionante y excelente comida. Un lugar que vale la pena visitar. Muchos de los artículos sensacionalistas sobre la narcoviolencia olvidan mencionar que en su mayoría son personas involucradas con los cárteles quienes se convierten en sus víctimas, y aunque en ocasiones mueren güeyes cualquiera, tienes que considerar que también podrías terminar en muerto en, no sé, un cine en Denver.

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Mi agradable anfitrión y director de la Cinetica, Alejandro Trevin, a la derecha, con Juan Manuel Fernández, director del Festival Internacional de Cine de Monterrey.

La vista desde mi hotel en el Cerro de la Silla, una de las muchas montañas que rodean a la ciudad.

El elegante Holiday Inn en el que me hospedé junto con otros motociclistas estadunidenses en Monterrey.

Comí una exquisita machaca con huevo todas las mañanas.

Quizá no quieras comer esto: un retrato de María, José y el niño Jesús, hecho con frijoles en un tianguis.

Igual que otras metrópolis que he visitado en México, hay obras de arte y esculturas impresionantes por doquier.

Una calle en  Barrio Antiguo.

El arte está en todos lados en Monterrey, hasta en las camionetas.

Vista del Cerro de la Silla desde MARCO, el impresionante Museo de Arte Contemporáneo.

No estoy seguro qué es lo que este camión estaba anunciando, pero seguro lo puedes encontrar en la Zona Rosa de Monterrey. Igual que muchos otros lugares que he visitado en México, la vida gay parece ser muy abierta y aceptada.

Me encantó este “edificio zombi” cerca de mi hotel, al que los locales se refieren como la “rasuradora eléctrica” o el “destapador”. La ciudad lo mandó construir hace varios años como edificio de gobierno, pero ha permanecido vacío desde entonces.

Me encantan las ciudades latinas. Siempre tienen una avenida Revolución.

Parece que los patines siguen siendo importantes en Monterrey.

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Tienes que probar la carne de Monterrey, una ciudad conocida por su carne de res y crías de cabra.

La iglesia y la plaza de Santiago, donde manifestantes y gente en pena se reunieron en 2010 luego de que un cartel le volara la cabeza al alcalde. Luego se descubrió que la policía local estuvo involucrada en el asesinato.

La próxima semana: Más joterías, comida y formaciones naturales en Monterrey.

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