Postales desde Pekín

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Postales desde Pekín

"Welcome to Beijing, welcome to the best city in the world, I am happy to be your driver today, where you go?"

"Welcome to Beijing, welcome to the best city in the world, I am happy to be your driver today, where you go?", me preguntó uno de los pocos taxistas de Pekín, de los cuales algunos han sido entrenados para decir esta frase a los extranjeros que usan este servicio. Se agradece la candidez y la amabilidad, porque en Pekín, hasta el que no conoce tu lengua se desvive por llevarte a tu destino y hacerlo de la mejor manera. Es posible entenderte en un lenguaje que, por lo menos para mí, es totalmente incomprensible al 100 por ciento, así sea con muecas y señas absurdas.

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China es un país con mas de 1,350 millones de habitantes, todos felices y contentos porque tienen lo que les tocó, no buscan más allá de lo que el destino les ha deparado y las nuevas tecnologías no les quitan el sueño, las adoptan y las mejoran. Aunque la televisión esté plagada de publicidad al estilo occidental, no buscan tener el auto más exclusivo porque están más allá de eso. Su cultura es milenaria y promulgan la reflexión básica: vivir y morir. Les gusta ser amistosos, cordiales y son muy curiosos. Son obedientes y no tienen la más mínima oportunidad de protestar.

Entre su comida, los cienpiés, alacranes, estrellas de mar y una variedad de bichos son parte de su dieta. Tienen la gran muralla, la plaza más grande del mundo y su contaminación. Es normal pensar que Pekín siempre está nublado, pero lo cierto es que está contaminada a toda hora, es puro smog condensado. En 20 días sólo uno pude ver el cielo azul.

También tienen su propia tragedia escondida: las protestas de la Plaza de Tiananmén. Oculta porque muy pocos saben que eso pasó. Hice la prueba preguntando en la propia plaza, frente a la Ciudad Prohibida y flanqueda por edificios de gobierno a los costados. Le pregunté a una joven diseñadora que habla un poco de inglés si recuerda el episodio. Se quedó pensativa, sin entender. Le expliqué: "En 1989 hubo una masacre de estudiantes que protestaron en la plaza contra el gobierno. Éste mandó a reprimir toda la protesta y el ejército disparó indiscriminadamente contra todos. Murieron cientos". La chica se puso la mano en la boca, estupefacta, y me preguntó: "¿Mi gobierno hizo eso? No, no lo creo, me estás mintiendo". Lamentablemente no tenía a la mano nada que pudiera mostrarle, a través de internet por ejemplo, pero es que cualquier cosa referente a ese episodio está bloqueado en la red en toda China.

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En otro lado de la plaza, unos 100 hombres y mujeres de mediana de edad se toman una foto grupal, andan con un guía que habla inglés. Todos se acercan a verme, como si fuera un show. Miran mis tatuajes y mi cabello, me siento como un animal enjaulado. Le pido al guía que les traduzca una historia, lo mismo que le dije a la chica joven anteriormente. Todos están riendo al principio —algo muy chino— y el guía no está convencido de seguir contando la historia. Pero luego todos ensombrecen y hablan y gritan al mismo tiempo y se marchan. El intérprete me dice "No good, no good", y es que no saben nada de eso. Sonreí educadamente y me disculpé con una seña con las manos en forma de rezo. Opté por no mencionarlo más.

Yo, habituado al occidentalismo erróneo, imperfecto y socialmente civilizado, los envidié un poco.