Alejandro Zambra: la ficción no es lo opuesto a la verdad
Zambra. Fotografía por Mabel Maldonado. Cortesía de Farrar, Straus y Giroux.

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Alejandro Zambra: la ficción no es lo opuesto a la verdad

"Yo creo que todos los libros son autobiográficos. Está ese equívoco que lo que es ficción es mentira. Lo dicen muchos escritores, la ficción no es lo opuesto a la verdad".

Alejandro Zambra, 39 años, ha publicado tres libros de poesía, el más reciente publicado en México por Sexto Piso, Facsímil, y tres novelas, Bonsái, La vida secreta de los árboles y Formas de volver a casa. Su más reciente traducción al inglés, Mis documentos, ha recibido en EU una fanfarria que rara vez gozan los libros de cuentos. Recientemente publicó un cuento en el New Yorker, fue sindicado como "La nueva estrella literaria de Latinoamérica" y sus libros han sido traducidos a más de diez idiomas. Nada mal para un escritor que dedica su tiempo a dar clases en una universidad de su natal Chile y que últimamente está buscando en el cine lo que ya encontró en la literatura: historias personales que ocurren mayoritariamente en su país y están narradas con maestría.

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Su último libro se llama Facsímil, pero gracias a Mis documentos su nombre empezó a sonar cada vez más en Estados Unidos. Los relatos que componen este libro se sienten personales, cercanos al autor. Ahí está el profesor de literatura que conversa de libros con un adinerado hombre de negocios que conoció por teléfono mientras trabajaba en un call center. Está la historia de un niño y su relación con las computadoras y la literatura. Hay otro sobre un joven escritor que debe cuidar una casa y luego de conocer a una vecina pretende que es su hogar. Y está la historia de un chileno (publicada por VICE en febrero pasado) que espontáneamente viaja a Bélgica para darle una sorpresa a su novia, sólo para descubrir que ella ya no está interesada en él.

Zambra conversó desde su departamento en Santiago sobre la beca que lo lleva a vivir a Nueva York y sobre cómo es ser un escritor tan leído, incluso en Estados Unidos.

VICE: ¿Qué te parece venir a vivir a Nueva York?
Alejandro Zambra: Bien, me gusta. A mí me gusta vivir en Chile igual, pero me parece bueno trabajar ahí. Estoy haciendo un libro que no se muy bien todavía qué es, si es una novela o un ensayo largo, sobre bibliotecas personales, sobre la acumulación de libros desde un punto de vista múltiple, medio paródico a veces y entonces me venía muy bien una apropiación bibliográfica, mejor imposible. Acceso a todo. Aunque es un ensayo personal hay harta ficción metida también, como unas especies de cuentos. Bueno y tengo amigos allá también, buenos amigos, amigos de verdad quiero decir.

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Tus historias son muy cercanas y familiares, pero ocurren en la geografía física y mental de Chile. ¿Cómo es que lectores de otros países pueden relacionarse con algo que sucede al otro lado del mundo?
Yo también me pregunto lo mismo, Camilo. Tú eres chileno, seguro que te das cuenta que son muy chilenos mis libros. Hay una construcción de "lo chileno" hacia afuera que yo no siento que esté en mis libros, al contrario. Me acuerdo que alguien dijo una vez sobre La vida privada de los árboles cuando apareció en Estados Unidos: "Está muy bien este libro, pero ¿por qué es literatura latinoamericana?" Obviamente era una persona tonta, que pensaba en la literatura latinoamericana como un género literario que tenía más o menos esas recurrencias y en realidad yo estoy totalmente despreocupado de eso. Uno puede tener muchos planes, muchas expectativas o ideas, pero al escribir se disuelven esas certezas.

Yo también me pregunto cómo se lee afuera. Yo creo que las traducciones de Megan McDowell son muy buenas. El inglés es el único idioma que más o menos puedo leer bien y tengo una opinión, pero no es mi lengua. Trabajo muy cerca de ella, conversamos mucho sobre las traducciones y el tipo de reflexiones que hace respecto a una frase resulta tremendamente nutritivo para mí. Me doy cuenta que se lee realmente el libro que escribí, en ese sentido.

Supongo que también tiene que ver con cierta reticencia de mi parte con lo pintoresco, pero me parece que eso no se puede confundir con una negación a mirar la realidad. Especialmente lejano se me hacia el discurso de "Latinoamérica no es hoy en día una realidad rural, si no que es una realidad urbana", y bueno, puede que sea así, pero también podríamos escribir sobre el campo. Como que todo lo que constriñe y te quita libertad a mí me parece insustancial realmente, porque la literatura siempre está desafiando las reglas y al final cada uno escribe lo que quiere y lo que puede escribir.

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"Yo creo que todos los libros son autobiográficos. Está ese equívoco que lo que es ficción es mentira. Lo dicen muchos escritores, la ficción no es lo opuesto a la verdad" - Alejandro Zambra

¿Tu crees que las traducciones son libros distintos y que se pierde un poco el mensaje inicial?
Puede ser, porque uno no tiene ningún control, pero la verdad es que a mí me importa el libro en español y si hay una recepción que me importa es la chilena, ni siquiera en términos críticos oficiales, si no porque hay gente que me importa mucho y en general está ahí agazapada en la autoría del libro también.

Ahora con las traducciones, siempre me parece extraño, nunca fue un propósito. Si alguien me decía "Leí tu libro de poemas", yo decía "¿Por qué?", no era capaz de seguir la secuencia que terminaba en eso. Una cosa hermosa de publicar en esa otra dimensión es que pierdes el control, como ese poema de Emily Dickinson, "Esta es mi carta al mundo / el que nunca me escribió", mandas una carta y a la gente le llega.

Tengo una cierta ambigüedad, porque el buen traductor es sumamente reacio a hacer pies de página, a aclarar cosas, pero yo como lector me gustan las notas a pie, no solo porque soy fanático de Foster Wallace, más bien porque a mí no me gusta no entender cuando leo. Mal podría yo decir "Bueno, este libro no es como yo lo escribí". Por supuesto que no es tu lengua y eso lo hace otro libro. Es parte del juego también. Seria ridículo entonces que uno dijera en la lista de tus autores favoritos cualquier autor de otra lengua.

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Lo bello y lo triste [de Yasunari Kawabata] es una de mis novelas favoritas pero la leí en una edición que estaba traducida del japonés al francés y del francés al español. El libro sobrevive a todo eso y me impresiona. La verdad es que no me importa si lo que estoy leyendo es el original o no, porque lo que me gusta es lo que estoy leyendo.

Recuerdo una vez que estaba en Bogotá. Estaba hablando en la Universidad Nacional y estaba todo muy bien pero vi que alguien se reía mucho. Lo que estaba diciendo daba pie a risa, pero él estaba riéndose mucho. Después se me acercó y le pregunté "¿Por qué te reías tanto?" y respondió "No, es que estuvo muy bien…", "No, tú te estabas riendo más. ¿Qué pasa?" y me dijo que al escucharme hablar no podía evitar recordar a unos payasos de la televisión colombiana de los años 70 que eran unos chilenos, eran payasos chilenos que se habían vuelto muy populares y eso impuso una cierta moda en la forma de hablar de los payasos. Entonces él cada vez que escuchaba a un chileno pensaba que hablaban como payasos. Alguien me mostró una grabación y claro, efectivamente hablaban muy como chilenos y me parecía muy gracioso. Esas cosas me interesan mucho.

"Me dijo que al escucharme hablar no podía evitar recordar a unos payasos de la televisión colombiana de los años 70. Alguien me mostró una grabación y claro, efectivamente hablaban muy como chilenos" - Alejandro Zambra

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En el New Yorker dijiste que comenzaste a escribir en prosa porque tu poesía no era muy buena y que comenzaste a escribir poesía cuando te diste cuenta que no ibas a ser una estrella de rock o un jugador de futbol. Escribes sobre futbol, pero no mucho sobre rock. ¿Como relacionas esos mundos?
Soy muy ecléctico desde muy chico entonces sé mucho de música, pero perdí los fanatismos. Tenía una formación musical ligada al folclor latinoamericano, esa era la música que se escuchaba en los asados, en los guitarreos, también la música de radio AM y luego Los Prisioneros, que yo creo que es una carta de ciudadanía de lo ecléctico, en el disco La voz de los 80 hay un reggae, hay algo medio ska, tiene muchos estilos musicales. Está la influencia de The Clash.

Después tuve esos periodos en que decidía que me gustaba algo, como Anthrax. Después era más poser, me gustaba Skid Row. Después Pet Shop Boys y eso estaba ligado a una forma de vestirse, todo era muy Zelig en el sentido musical. Después decidía que ya no me gustaba eso. La verdad es que una música que siempre me gustó era el rock, el folk, Bob Dylan, Simon & Garfunkel, Los Beatles, después Los Kinks y el folclor, como Violeta Parra. Sabia tocar guitarra desde muy chico pero después tuve un periodo de Silviorodriguismo muy grande, muy lana y la onda era sacar las canciones. La invención del random, del iPod, me funcionó muy bien. Hay muchas canciones que he escuchado y que no son muy conocidas. Hay una canción que de Burt Bacharach llamada "Any day now" y la versión que a mí me gusta es una de Chuck Jackson, esa canción la descubrí hace 10 años y yo creo que hace 10 años que escucho esa canción todos los días, entonces a lo mejor tendría que escribir un artículo sobre esa canción.

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La música importante es Los Prisioneros, que yo creo es una música muy chilena también en su eclecticismo. Las voces también, como Victor Jara o Jorge González, son voces crudas, rudas y a la vez con una lírica muchas veces sentimental. Los discos que a mí más me gustan de la música chilena es Corazones y Las últimas composiciones de Violeta Parra, ahí está toda la síntesis máxima del trabajo que ella hizo con la música chilena. Entonces es un disco que contiene muchas otras músicas. "Corazones" es un disco muy ecléctico, pero ya con todo eso internalizado, la mezcla de Pet Shop Boys con Sandro…

Chuck Jackson cantando 'Any Day Now' en 1965

¿Con baladas?
Con balada latina de radio AM. Ahora escucho mucho esa canción de Father John Misty que se llama "I'm writing a novel". Cuando estoy escribiendo pongo esa canción para hacer una pausa. Me gusta cuando dice "I'm writing a novel because it's never been done before".

El futbol también. Ser de Colo-Colo es el único aspecto de la herencia que nunca cuestioné. A los 12, 13 años uno mira mucho el mundo en función de la familia y ahí me empecé a despegar en todo sentido y eso tenía que ver con la literatura, algo que no tenía que ver con el horizonte familiar; tus opiniones no eran las mismas que las de tus padres. Eso le pasa a todo el mundo. Nunca lo cuestioné. Los papás no sólo tratan que pienses como ellos, si no que te guste lo que les gusta a ellos y yo siempre rechazaba las cosas que les gustaba a mi papá, porque mi papá lo hacia todo muy bien, entonces si había que jugar Dominó había que aprender la lógica de saber cuantos seis habían y yo me aburría.

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Después en los 90 empezó a pasar que el futbol sustituía los debates reales.

Como la semana en que ocurrió la Copa América en Chile…
Como esa semana. Tengo una relación ambigua con el futbol. Me acuerdo de esa parodia que hacían en Los Simpsons sobre el deporte, en la que había un tipo relatando el partido con mucho entusiasmo y lo que se veía era a dos tipos pasándose la pelota en la mitad de la cancha. Puede parecer muy aburrido, entonces también es un placer aburrido porque a la vez es muy sencillo. La experiencia de ir al estadio fue lo que hizo que me gustara. A la vez tenía esa cosa de desahogo colectivo, la gente decía garabatos, te permitían decir garabatos. Cuando yo era joven no era habitual que dieran los partidos por la TV, o sólo algunos, entonces yo grababa los partidos de la radio y después los escuchaba. Son puras cosas que están en la literatura, el estilo, las metáforas, las velocidades, la necesidad que el estilo vaya evolucionando, no puedes decir siempre lo mismo. Me parecía mucho más interesante el lugar del relator deportivo que del comentarista deportivo. En el fondo el relator deportivo es el narrador y el comentarista es el crítico literario [ríe].

Los Simpsons

Has dicho que tu proceso de escritura es reescribir, limpiar. Bonsái es una novela corta pero al comienzo era mucho más larga.
Claro. Ahora no sé si es limpiar; ahora lo veo desde otro lugar. Yo cuando chico tenía acceso a las computadoras, porque mi papá era informático, y el defendía mucho esa cosa como del futuro. Recuerdo que juntaba libros y los libros eran mi mundo, habré tenido 16 años y mi papá me dijo: "Para qué juntas tantos libros si en 20 años más va a estar todo en un sola computadora pequeña". Y yo le decía "Papá, ¿qué estas diciendo? Los libros nunca van a desaparecer". Yo escribía siempre a mano, pero usaba la computadora y yo creo que mi escritura es muy de computadora. Son cosas que los escritores nunca quieren decir.

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Creo que cuando uno escribe tiene que olvidarse de la corrección de lo que está haciendo, porque eso te impide fluir. Olvidarse de cómo va a ser leído, olvidarse de si va a ser publicado o no. Eso va luego en una especie de post producción.

He estado aprendiendo a editar videos en Final Cut y Adobe Premiere y es muy adictivo, muy absorbente, divertido. Corregir es una palabra que suena restrictiva, castradora y en realidad no; es parte del asunto, una segunda etapa después de soltar cosas. Por supuesto que te enamoras del material, como dicen los montajistas. Ese es un problema, te enamoras de una frase, te enamoras de una imagen.

Con Bonsái incluso yo creo que eran libros distintos en mi cabeza. Estuve mucho tiempo con esa idea; primero era un libro de poemas. Durante mucho tiempo ese era el libro que yo estaba escribiendo para mis amigos. Me decían "¿En qué estas?" y yo decía "Estoy escribiendo un libro que se llama Bonsái", trataba de explicar un poco, pero era una idea difícil de explicar también. Después empecé a escribir unas prosas y yo creo que eran proyectos distintos. La segunda parte de Bonsái, por ejemplo, era otro libro. Después me di cuenta que era el mismo y cuando me di cuenta la novela salió muy rápido. Cuando me di cuenta empecé a cortar y también era algo bastante explícito en ese proyecto. Los árboles bonsái tienen una imagen medio lírica, medio difusa y ambigua. Me gustaban y a la vez los encontraba repelentes porque eran arboles torturados. Los manuales de bonsái tenían esa cosa del lenguaje técnico que a veces parece poético, "hay que cortar la raíz madre", si tú lees un manual de bonsái hay un montón de lenguaje que si lo sacas de ese contexto parece poesía. Ese desarrollo conceptual se fue inundando de una cuestión mucho más caótica y natural que era el amor al relato. Las primeras escenas de Bonsái sobre estos jóvenes que se juntan a estudiar. Incluso creo que cuando lo escribía pensaba creo que esto es superficial, ademas yo era mucho más serio y más intelectual en ese tiempo. Esto es como una fiesta de jóvenes, pero a la vez era mi sentido del humor y de la melancolía. Me acuerdo que cuando lo escribía encontraba que era raro escribir así y me gustaba.

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"[La comparación con Bolaño] me molesta un poco, ademas que salgo perdiendo y saldré perdiendo siempre. Me parece un escritor inmenso e irreductible" - Alejandro Zambra

Ahora estas trabajando en una película basada en el cuento "Vida de familia". ¿Qué esperas de esto?
Lo que esperaba ya lo conseguí. Nunca había escrito un guión. Se dio una cosa muy buena con Cristian Jimenez y Alicia Scherson (los directores). A Cristian lo conocí cuando adaptó "Bonsái" al cine y ahí no me metí para nada, salvo que él a veces me hacia preguntas. Con "Vida de familia" se rieron porque mi guión estaba en word, letra 16. Decían "¿Qué es esto?". "Existen estos programas", decían, pero yo escribí mi guión en este procesador de texto. Son amigos, me interesan sus trabajos. Es una película que hicimos con muy poco dinero. Actúan amigos. En el rodaje fui guionista, también chofer de los actores, psicólogo del gato que estaba ahí en el patio.

Es una adaptación del cuento, pero en honor a la verdad cuando yo escribía el cuento siempre pensé en esta posibilidad. Se que había algo paralelo al cuento, no que el cuento se podía convertir en una película, sino también en el sentido que era algo que me hubiera gustado desarrollar visualmente.

Actúe también. Fue una experiencia pesada. Yo tengo cierto grado de histrionismo porque soy profesor. Es muy raro, no sabes exactamente lo que estás haciendo cuando estás actuando, cómo se va a ver. Hice un papel pequeñito, pero tampoco es un cameo; es un personaje. He escuchado ya varias veces que hay directores o gente que dice que lo más le gusta de esto es el proceso. El resultado ya depende de tantos factores. Una gracia del cine es que siempre hay alguien a quien echarle la culpa.

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Me interesa hacer otras cosas; siempre me ha interesado. Cuando escribí Bonsai también estaba eso, hacer algo que no había hecho antes, aventurarse. No quiero estar obligado a nada, como escribir un libro cada cierto tiempo. En ese sentido, suena tan vacío hablar de libertad, pero eso no se puede transar porque las cosas que haces siempre tienen que darte cierta felicidad.

En Estados Unidos inevitablemente cuando hablan de ti hablan de Roberto Bolaño. ¿Su trabajo fue importante para ti?
Sí. Lo primero que leí fue La literatura nazi en América. Me acuerdo perfecto que yo estaba en una librería llamada "El juguete rabioso". Duró dos años básicamente porque eran tres dueños, licenciados en literatura, y no les gustaba vender nada malo. Me acuerdo una vez que entró un actor y yo estaba ahí con el dueño, que era mi amigo. Siempre después de la escuela me iba para allá. Estaba este actor y entró como actor famoso y le dijo "Oye, recomiéndame un libro", y él le dice "No te puedo recomendar ningún libro porque no te conozco" [ríe]. Una librería con esos criterios no iba a durar mucho.

Entonces yo tenía un plan, que yo encontraba que era una idea genial, de escribir un libro entre varios autores, cuatro o cinco amigos, inventando un escritor, con entrevistas, que sé yo. Yo quería que mi amigo de la librería fuera unos de los autores del libro y él me decía "si, es una buena idea, pero mira este escritor, es un chileno que vive en Barcelona y se parece un poco a lo que tu estabas pensando y es súper bueno". Acababa de llegar el libro y claro, es un libro que parodia a los manuales, es un libro con mucho sarcasmo y con esa cosa que tiene Bolaño de hacer interesante mundos que en teoría no lo son. Lo seguí leyendo y es uno de los pocos escritores que fui leyendo en la medida que salían sus libros.

Después fui crítico literario y siempre estaba el gozo de a veces reseñar un libro de Bolaño. Entiendo que siempre están estas comparaciones y a mí me da un poco de vergüenza porque encuentro que es un gran escritor, entonces me molesta un poco ese lugar de ser comparado, además de que salgo perdiendo [ríe] y saldré perdiendo siempre. Es un escritor que me gusta mucho, me gusta mucho esa escritura tan contemporánea y tan clásica a la vez, que es lo que me gusta de Thomas Mann o de Elias Canetti. El humor también. Me parece un escritor inmenso e irreductible. Se puede decir "Bolaño, Bolaño" pero nadie sabe muy bien qué es lo que se está diciendo al decir eso, ¿Bolañiano? ¿Qué quiere decir eso? No le pueden poner una etiqueta. Garcia Márquez no es el realismo mágico; a mí el Garcia Márquez que más me gusta por ejemplo, el de El coronel no tienen quien le escriba, no tiene nada de mágico, es un realismo desolador, nadie vuela. Bolaño no ha podido ser resuelto como etiqueta y eso me encanta, demuestra el poderío de la literatura.

No me molesta la comparación porque la entiendo, pero claro, salgo perjudicado.

"Suena tan vacío hablar de libertad [en el sentido creativo], pero eso no se puede transar porque las cosas que haces siempre tienen que darte cierta felicidad" - Alejandro Zambra

Hablas siempre de la niñez, del periodo en la universidad, de viajes, todo ligado a la juventud. ¿Tu literatura está basada en tus propias vivencias?
Yo creo que todos los libros son autobiográficos. Esa línea tajante entre ficción y no ficción nunca la entendí, quizás porque nadie le pregunta a un poeta si su libro es autobiográfico. Está ese equívoco que lo que es ficción es mentira. Lo dicen muchos escritores; la ficción no es lo opuesto a la verdad.

En cuanto a temas yo en realidad casi nunca procedo con tema, así como "voy a escribir sobre esto". Con Formas de volver a casa, que podría ser la novela más temática, su origen genuino era escribir sobre esos barrios que no tenían ninguna gracia aparente en Maipú (una comuna de Santiago de Chile). Y luego, claro, la infancia y la dictadura es imposible que no se confundan. En el fondo ese es el tema de la novela.

¿Tus próximos proyectos están basados en el presente?
Ahora estoy en un momento de proyectismo desatado. Siempre tengo muchas ideas y muchas no las llevo a cabo. Básicamente estoy escribiendo tres libros, uno es una especie de novela corta o cuento largo que se llama Poeta chileno. Es la vida de un poeta chileno de 18 años que acaba de salir del colegio y no quiere estudiar en la universidad porque quiere ser poeta, pero la excusa que usa es que va a estudiar solamente cuando la educación sea gratis porque no quiere endeudarse. Esa es su coartada, pero es un tipo muy apasionado con la poesía chilena. Es un libro sobre el mito de la poesía chilena en Chile y todas esta cosa tan rara, estas figuras medio excéntricas. Que la poesía, bueno, nadie la lee, pero ocupa un lugar en el imaginario colectivo porque hemos ganado dos premios Nobel. La génesis de este libro o cuento largo es muy extraña porque a mí se me ocurrió como serie de televisión. Yo soy muy fanatico de Louie, pero en Chile no se ve Louie, no lo dan en la TV. Cuando descubrí Louie me impresionó tanto la libertad; él hace lo que quiere, y ahí se me empezó a ocurrir esta historia. En Seinfeld, que no tiene nada que ver con Louie, está también esto de ver al tipo en el escenario, que en mi caso serían los recitales de poesía. Entonces me imaginaba una serie sobre este poeta. Me pareció entretenido postular a este ver si podía hacer el proyecto. Ademas había que escribir algo, el tratamiento narrativo; entonces me dijeron "escríbelo como si fuera un cuento, sin preocuparte de las escenas. Esto es como contar la historia", y me gustó mucho la prosa que aparecía ahí, entonces seguí escribiendo el libro. Postulé y no gané el proyecto. Lo que más me gusta de este proyecto es mostrar gente, espacios que yo conozco bien. Es mi mundo de origen y me interesaba mucho mostrar donde se desenvuelve.

El segundo proyecto es una novela, que se llama Exámenes de sueños, es una novela ambientada en el presente por así decirlo. El otro libro es Cementerios personales que es sobre bibliotecas y no se qué es realmente, porque también es un ensayo pero tiene mucha ficción entremedio, historias. Hay una parte del libro en que simplemente está el título de un libro que yo presté y no me devolvieron o que me prestaron y no devolví. Son cuentos realmente, ficción no en el sentido que no haya sido cierto, lo que importa es el sentido y la pulsión del relato, lo que gatilla la presencia de ese texto ahí. Yo pensaba que un libro iba a primar sobre otro, pero hay días que escribo un poco de uno y otro poco de otro. Siento que es un problema, pero en realidad es una estupidez pensar eso. El problema sería tratar de escribir algo y que no saliera nada.

Mis documentos_ de Alejandro Zambra está disponible en Anagrama._

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