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Cultură

Un maestro de las marionetas

Os proponemos un plan cojonudo: comernos unas setas e ir al Bob Baker Marionette Theater, en el centro de Los Angeles, a gozar de una experiencia verdaderamente psicodélica.

FOTOS DE LIZZIE BRANDT

Os proponemos un plan cojonudo: comernos unas setas e ir al Bob Baker Marionette Theater, en el centro de Los Angeles, a gozar de una experiencia verdaderamente psicodélica. O, bueno, vale, podemos saltarnos lo de las setas. Es probable que ni las necesitemos. Los espectáculos de guiñoles son ya de por sí bastante surrealistas: como meterse en una máquina del tiempo y volver a un mundo fantástico de inocencia infantil que es probable que nunca existiera. Ese mundo multicolor de hadas que vuelan dejando un rastro de estrellas y de ositos de peluche que se deslizan por toboganes.

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El teatrillo se estableció en 1961 de la mano de Bob Baker, marionetista y pionero de la animación fotograma a fotograma que ha trabajado en tropocientas series de televisión y películas, entre ellas

Blancanieves y los Tres Chiflados

y

Encuentros en la Tercera Fase

. En los años 50 tuvo su propio programa de televisión,

The Adventures of Bobo

, y fue animador jefe de la serie

Puppetoons

, de George Pal. ¿Más datos? Una joven Liza Minelli le abrazó una vez y le dijo, “¡Te adoro, marionetista!”

La historia asoma desde cada rincón del taller de Bob, en el que unos 3000 guiñoles sonrientes, todos hechos a mano, duermen durante el día y salen por la noche para colarse en tus sueños con un cuchillo en las manos. Cómo, ¿que en los tuyos no?

Vice: ¿Cuándo supo que quería ser marionetista?

Bob Baker:

Cuando tenía seis años mi padre me llevó a ver una función en los Hal Roach Studios. Como era la época de la Gran Depresión, en vez de telones utilizaban unas mantas. Yo me enamoré perdidamente de los guiñoles y las marionetas. Poco después decidí que tenía que montar mi propio espectáculo. Le di la lata a todo el mundo hasta que finalmente conseguí una marioneta por el precio de un dólar en una tienda de oportunidades. Lo siguiente fue ahorrar hasta tener suficiente para comprar una marioneta de Mickey Mouse. Todavía no me bastaba, así que un par de meses más tarde mi madre me llevó de nuevo a la tienda y volvimos con dos marionetas soldado. Después practiqué y practiqué, todos los días durante todo un año.

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Vaya, eso es dedicación.

Le decía a mis familiares, “Si alguna vez tienes que hacerme un regalo, que sea una marioneta”. Nada de sets de construcción y miniaturas a escala. Para mí, todo eso ya no importaba. Vendí todos mis juguetes y con el dinero compré un pequeño escenario. A los ocho años de edad me iba los sábados a manejar mis marionetas a los grandes almacenes del edificio Bullocks-Wilshire. A los del local les parecía encantador, un niño de ocho años con sus marionetas. Una vez hube desarrollado cierta habilidad y unos cuantos números, el encargado me preguntó si querría actuar en una fiesta de cumpleaños en Bel Air. Resultó que la fiesta era en honor de Mervyn LeRoy, el director de

El Mago de Oz

. Montamos el escenario justo delante de la puerta principal, ¡una gran puesta en escena para un marionetista de ocho años! A los demás niños les encantó. Me pagaron 15 dólares.

Así que ya era un titiritero de éxito antes de llegar a la pubertad…

La verdad es que en plena Depresión ganaba bastante dinero ofreciendo funciones para los hijos de estrellas del cine. Yo contaba diez años cuando se inauguró el Theater of Magic Strings; un programa concebido para promover y estimular las artes. Yo deseaba fervientemente trabajar allí, pero había que estar poco menos que en la ruina para que te aceptaran. Lo que hice fue ensuciarme un poco y rasgar mis pantalones.

Usted fue una inspiración para Walt Disney y, todavía hoy, es el único fabricante de marionetas autorizado por la compañía Disney. ¿Cómo se conocieron?

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Hacíamos filmaciones de nuestros espectáculos en el sótano de los almacenes de JW Robinson. Una de nuestras películas era una versión de

Dumbo

. Walt vino un día a los almacenes y aprovechamos para mostrarle la película. Y le encantó. En ella había un par de fundidos a negro que le intrigaron lo bastante como para que preguntara cómo los habíamos hecho. Cuando le dijimos que el truco era muy sencillo, que sólo había que alejar las luces de la cámara, Walt se rió y dijo, “¡He de recordar esto, le ahorraría mucho dinero al estudio!”

De entre tantas marionetas, ¿cuál es su personaje favorito?

Tenemos aquí unas 3000 marionetas, todas hechas a mano, y usamos 100 en cada espectáculo, así que señalar sólo una no es fácil… Diría que los piratas y el pájaro dodo.

¡Algunas de estas marionetas llevan vestidos que yo sólo veo en sueños!

Nuestra diseñadora de vestuario, Ursula, trabajaba para James Galanos. Fue ella quien diseñó el vestido que llevaba Nancy Reagan durante el acto de toma de poderes. Tiene las mismas medidas que Nancy, así que se lo puso para comprobar si le quedaría bien. Cuando Ursula la vio con el vestido en la ceremonia, exclamó “¡Yo me lo puse antes!”

¿Dónde consigue usted los materiales?

La compañía Paramount solía guardar sus restos y descartes, cosas que utilizaban para hacer tiaras. Imitaciones de piedras preciosas, bisutería, esas cosas. Se lo regalaban a unas señoras mayores que hacían con ellas forros para recipientes y vasijas. Un día llamaron a mi taller diciendo que tenían un montón de descartes. Cuando fui a recogerlos me preguntaron, “¿Viene de parte de esa señora mayor que fabrica forros?”, y yo respondí, “¡Sí, claro!” También me llamaban los de Warner cuando tenían restos de tela. Cortinas, tapizados… Obtuve unos 750 cubrecamas de

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La Aventura del Poseidón

.

Me encantan esas secuencias que usted hace en que salen objetos que brillan en la oscuridad.

Trabajé para la compañía Shannon-Glow cuando iba al instituto. Me encargaba de sumergir flores y flecos en pintura fluorescente, que luego se empleaban en los espectáculos sobre hielo Ice Follies. Aprendí muchas técnicas que luego usé en “Toys in Technicolor”, un espectáculo con luces ultravioleta en el Radio City Music Hall.

También trabajó en una película de Elvis Presley, GI Blues. Hay una escena en la que canta “Heart of Wood” a dueto con una marioneta fabricada y movida por usted.

En la primera toma, Elvis se quedó mirando la marioneta de un modo extraño. No podía vernos manejándola y se alteró un poco: “¡No puedo cantarle a la marioneta, esta maldita cosa está viva!” Tuvo que irse una hora entera a su camerino para calmarse.

¿Cómo le describiría en pocas palabras la experiencia de asistir a su espectáculo de marionetas a un neófito?

Magia. Una mezcla de vodevil y kabuki. Hay niños que quizá nunca vuelvan a ver un espectáculo de marionetas en vivo. Para ellos es una gran experiencia. Los niños quieren creer, por tanto, ¡dejemos que crean!