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vivimos la historia

Diecisiete años después, el beisbol estadounidense regresó a Cuba

Marzo de 1999, el primer acercamiento de un equipo de la MLB en Cuba. Baltimore fue precursor de la batalla que hoy sostienen los Rays.
Foto: AP

Marzo es el mes de los encuentros entre el beisbol cubano y el estadounidense. Fue hace 17 años que un equipo profesional de la MLB disputó su primer juego ante un combinado caribeño. En aquella ocasión, los extrainnings tuvieron que ser los que rompieran una paridad a dos carreras que marcaba la pizarra del Estadio Latinoamericano de La Habana durante el encuentro que enfrentó a los Orioles de Baltimore y a la selección local.

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Con la presencia de Fidel Castro en el estadio, el duelo entre Cuba y Estados Unidos se propició con base en un acercamiento que el gobierno de Bill Clinton quería tener con el gobierno cubano. Qué mejor que el deporte más popular de ambos países para llevar a cabo esta unión.

Cuba siempre ha sido tierra de grandes peloteros. Muchos de ellos han sido héroes locales desconocidos por el mundo quienes por barreras políticas nunca pudieron alcanzar el profesionalismo mundial al no salir de la isla. Aquel mes de marzo de 1999, tanto en La Habana como en Baltimore, había una posibilidad de enseñar al mundo cómo era la rivalidad entre ambas potencias del beisbol.

Aquella tarde soleada, las gradas cubanas no daban para más. Cerca del plato de bateo, una figura delgada con vestimenta militar caminaba con los brazos entrelazados detrás de la espalda. No era más que Fidel Castro quien veía con ojos de anhelo un triunfo cubano ante los millonarios jugadores de los Orioles. Días antes, había asistido a animar a los suyos con la idea de ver al final del encuentro un triunfo de Cuba.

"Sabíamos la gran importancia política que eso tenía, porque era la unión de Estados Unidos con Cuba. El comandante nos comentó que había estado en los partidos de preparación. Que él sabía que estábamos bien preparados, que él sabía que podíamos ganar y que nos daba fuerza para la victoria", comentó el pelotero cubano Enrique Díaz en entrevista para la BBC.

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No fue así. Estados Unidos se adelantó rápidamente 2-0 desde la segunda entrada. En un buen duelo de pitcheo y grandes jugadas defensivas las cuales eran aplaudidas tanto por peloteros estadounidenses como cubanos, transcurrieron una a otra entrada, bajas y altas se consumían entre una victoria que se cocinaba a favor de Baltimore.

Pero llegando a la séptima llegó el primer golpe cubano. Una entrada después, el segundo. La pizarra se emparejaba a dos ante la algarabía popular y la tímida pero orgullosa sonrisa de Fidel Castro. Los extrainnings llegaron pues como en todo, siempre debe haber un ganador y un perdedor. Fue hasta la 11ava. entrada que llegó la del triunfo para los Estados Unidos.

"El estadio estuvo repleto, que eso nos ayudó mucho, pero físicamente estaban bastante fuertes. La única diferencia que teníamos es que a ellos les pagaban y a nosotros no. Nos aplaudían (jugadores estadounidenses) con las buenas jugadas, aunque nosotros, como un pueblo conocedor del buen beisbol, también aplaudimos cuando ellos hacían buenas jugadas"

Muchas voces hablaron sobre lo impactante que fue aquel encuentro, lo necesario que era para ver en qué nivel se encontraba el beisbol cubano. El deporte había sido el eje de unión para dos posturas políticamente muy distintas.

La vuelta en Estados Unidos llegó y con ella la oportunidad para el beisbol cubano de redimirse. En el juego celebrado en la Unión Americana, la selección caribeña mostró al planeta entero la clase de jugadores que habían en la isla, varios de los cuales podrían tener la oportunidad de convertirse en estrellas millonarias dentro del espectáculo de la MLB.

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La selección cubana se impuso 12-6 y se fue del estadio rumbo a su isla con la alegría de derrotar al rival, con la fortaleza de haberse mostrado y de haber sido mejor, pero más allá, con la ilusión que el destino un día les permitiera regresar, libres y con la particularidad de contratarse con el mejor postor, una ley que no se goza en Cuba.

Foto: AP

Han pasado 17 años desde aquel marzo de 1999. Así como sucedió en aquella ocasión, Cuba y Estados Unidos buscan en un resquicio la posibilidad de restablecer sus relaciones.

Tal como hace años, en el campo del Estadio Latinoamericano un equipo de la MLB, en este caso las Mantarrayas de Tampa Bay se miden a la selección cubana. Un Castro, no Fidel, sino Raúl, también ve desde la grada cómo sus peloteros se miden a un cuadro de las Barras y las Estrellas. A diferencia de aquella vez, el Presidente de los Estados Unidos se encuentra también en la tribuna para ver el juego.

El resultado sigue siendo el mismo, y no, no es que alguno de los dos sea mejor o peor que el otro, que acabe como en 1999 con triunfo de un cuadro estadounidense. Es el mismo pues nuevamente el deporte es la moneda que une a ambos países con la misma espera y el mismo sentimiento de anhelo, el cual va más allá de un enorme lanzamiento, una excepcional atrapada o un batazo de vuelta entera.