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rio de janeiro

Darya Safai, la activista iraní que desafía a los Olímpicos

El movimiento olímpico y sus ideales no son siempre lo que parecen. Darya Safai, activista iraní, lo sabe mejor que nadie.
Photo by Aaron Gordon

Aaron Gordon, colaborador de VICE Sports, se encuentra en Río para manteneros informados diariamente de lo que acontece en la sede olímpica.

Más o menos una semana antes del inicio de las Olimpiadas, Darya Safai llegó a la conclusión de que si no podía desplegar su pancarta en los Juegos Olímpicos, entonces el llamado "movimiento olímpico" era una mentira. Safai ha viajado a competencias de voleibol por todo el mundo desplegando su pancarta con el mensaje, "Dejen a las mujeres iranís entrar a los estadios", como protesta por el veto que existe contra las mujeres en los estadios de su país natal. El mensaje, Safai cree, va de acuerdo con la misión de la Carta Olímpica que busca "impulsar y apoyar la promoción de las mujeres en los deportes en todos los niveles y desde todas las instancias para implementar el principio de igualdad entre hombres y mujeres".

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Safai, quien ahora vive en Bélgica después de huir de Irán por su participación en las protestas estudiantiles de 1999, compró sus boletos para Río y para los partidos de voleibol de salón hace menos de dos semanas.

El sábado, Safai intentó desplegar su pancarta en el partido de Irán ante Argentina. Antes de que pudiera desenrollarla en la fila frontal, los voluntarios del estadio se le acercaron y le dijeron que tenía que regresar a su asiento en una de las esquinas del estadio, lugar donde poca gente vería su pancarta y las cámara de televisión no la captarían. Safai, físicamente nada imponente por su pequeña estatura, se negó. La sección estaba vacía y a nadie más le habían checado los boletos. Safai creyó que estaba siendo objeto de un trato injusto por su pancarta, y que tal vez el COI consideraba el acto como un discurso político, el cual la Carta Olímpica prohíbe en todos sus recintos olímpicos. Sin embargo, un juez federal de Brasil dictaminó el 9 de agosto que esta regla es una falta en contra del discurso político pacifista y que dichas protestas deberían ser permitidas.

I am so sad and angry over this. Female inclusion is in the Olympic charter. Darya doesn't deserve this. — Aaron W. Gordon (@A_W_Gordon)August 13, 2016

Después de discutirlo, los empleados del evento se comunicaron por radio con la seguridad del estadio a manos del ejército nacional. Los militares le dijeron a Safai el mismo mensaje: regresa a tu asiento o tendremos que sacarte del recinto. Safai respondió que entonces tendrían que sacarla como suelen hacerlo en otras partes cuando se encuentra con sus opositores. A final de cuentas, la seguridad se retractó y se quedó hasta el final del partido.

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Este lunes, Safai regresó a Maracanãzinho, el estadio de voleibol de salón, para el partido de Irán contra Rusia. Safai pasó por la seguridad vistiendo una playera con el mismo mensaje, mientras su amiga Saar Van Hoydonck ingresaba con la pancarta. Saar no tuvo problema para pasar por seguridad, pero los empleados del evento siguieron a Safai, y se percataron en qué lugar estaba sentada.

Safai sabe por experiencia que necesita sentarse donde las cámara de televisión puedan enfocar su pancarta; de otra forma su mensaje nunca se dará a conocer. Cuando entró a la sección, los voluntarios la saludaron al reconocerla por haber asistido el sábado también. "Me aseguraré que nadie te moleste hoy", le dijo uno de los voluntarios, el cual nos solicitó que no reveláramos su nombre porque no estaba autorizado para hablar con la prensa. También mencionó que el mensaje de Safai no era el problema; es sólo que no se encontraba en su asiento asignado.

Safai se movió directamente a los asientos de en medio lejos de las cámaras de transmisión; cámaras que transmiten los sucesos en vivo a todo el mundo y que son solicitadas por los portadores de derechos como NBC en los Estados Unidos. No pasaron cinco minutos en la competencia cuando los empleados voluntarios la confrontaron, solicitándole que regresara a su asiento asignado, a pesar que la sección estaba casi vacía para ese entonces.

El voluntario que increpó a Safai —un hombre joven y alto— lo hizo de forma efusiva. Fue obvio que no pretendía censurarla. Más bien, su trabajo consistía en asignar sillas, y Safai no lo había hecho, comentó.

Después de diez minuto de discusión incesante con los oficiales de seguridad, Safai y los voluntarios llegaron a un acuerdo: podría quedarse ahí siempre y cuando los dueños de esos asientos no aparecieran.

Durante todo este tiempo, me encontraba a unas diez filas detrás de Safai. Me pude meter a la sección gracias a un boleto que ella me había dado, pasé por el mismo proceso. Nadie me checo el boleto para asegurarse de que estaba sentado en el lugar que me correspondía. Nadie me molestó.

Poco minutos después, un hombre mayor y su hijo con la bandera iraní envuelta en sus espaldas se sentaron detrás de Safai. Intercambiaron algunas palabras al mismo tiempo que ella levantaba su pancarta en señal de triunfo, sonriendo.

Safai me volteó a ver, claramente triunfante. "Dice que es un gran mensaje".