En épocas desafiantes, escucha música desafiante
Foto: Paul Harness/Redferns

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Música

En épocas desafiantes, escucha música desafiante

El nuevo álbum de Autechre dura ocho horas, una cantidad de música totalmente desproporcionada para escuchar de una sentada. Inténtalo.
Lia Kantrowitz
ilustración de Lia Kantrowitz
Sergio Ávila
traducido por Sergio Ávila
Sandra  Proutry-Skrzypek
Paris, FR

Este texto forma parte de Free Radicals, la columna dedicada a la música experimental en Noisey US. Léelo en inglés aquí.

Es tan ineludible que es un cliché mencionarlo a estas alturas, pero el mundo se siente macabro y distópico. Básicamente, todo lo que he escrito en los últimos meses —sea directamente sobre música o no— ha tenido que ver con esta sensación de que la realidad es demasiado. Incluso es difícil intentar recordar de memoria los males que han perpetrado al mundo en meses recientes. El gobierno de Estados Unidos sigue ejecutando políticas racistas, sexistas, transmisóginas y abiertamente fascistas. Algunos de los niños que han sido separados de sus padres, al parecer han sido inyectados con drogas psicoactivas en un esfuerzo por contenerlos. La violencia es perpetrada hacia los más vulnerables de la sociedad, con pocos o nulos recursos a su favor. Y atrás de ese panorama, se escucha un zumbido de ansiedad por el hecho de que nadie en una posición de poder, realmente parece estar haciendo algo para evitar caernos por el precipicio irreversible del cambio climático.

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Una parte de mí quiere responderle a todos estos hechos, cediendo a mis propios impulsos de escapar de la realidad. Escuchar música que se sienta como una cobija que me abrigue, pasar varias horas al día jugando Fortnite, dejarme absorber por los realities japoneses. Y aunque sí soy culpable de las últimas dos cosas, debo decir que me he encontrado, paradójicamente, siendo halado hacia el extremo opuesto: estoy escuchando cada vez más música imposible. Al sumergirme en los temblores, los glitches, y los sonidos contorsionados —que para mis oídos es una metáfora sónica de la transferencia de datos y el fracaso digital— terminé sintiéndome inquieto en un principio. Sonidos violentos e indolentes, sacados del frío e insensible código de un computador, es como un espejo de un mundo que se siente parecido. Y eso se siente bien, saber que en cierto nivel, no estoy solo.

La música electrónica y aritmética de Autechre siempre ha demandado cierta cantidad de trabajo por parte de sus oyentes. Desde que el dúo radicado en Sheffield conformado por Rob Brown y Sean Booth empezó a sacar tracks extraños para clubes a comienzos de los 90, siempre han tratado a sus mayores influencias —varias corrientes de música dance, así como de música clásica— con un enfoque poco convencional. Si los estilos de producción de esos géneros se caracterizan por ser sólidos y estables como, digamos, una mesa de cocina, lo primero que harían Brown y Booth —siguiendo con el ejemplo de la mesa— sería cortarle unos centímetros a una de las patas, forzando de ese modo a quién se encontrara con ella a compensar con el desbalance para que así encontrara una extraña alegría contenida en esas piezas.

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Foto cortesía de los artistas

Se han inclinado por ese acercamiento conforme pasa el tiempo, culminando con los experimentos de software dañado que empezaron a emitir desde la última década, con los cuales logran abstraer completamente su relación con sus influencias; mandando la mesa de cocina a una trituradora de madera, y dejando que sus fans rebusquen los restos para encontrar el éxtasis. Empezaron su carrera a finales de los 80, junto a un montón de productores con enfoques desorientadores y digitalistas similares de música electrónica, pero ellos siempre parecieron tener la ambición de sonar diferente de todo lo que existe, cosa que ahora lograron.

En cierto punto, el trabajo que pedían de su devoto culto de fanáticos se convirtió en algo más literal. Estar a su altura se ha vuelto un segundo trabajo bastante significativo. Todo parece indicar que, en parte gracias a un nuevo acercamiento a la composición musical (en el que usan el software de programación musical MaxMSP para, esencialmente, generar por medio de algoritmos unos torrentes de sonidos para darles forma a las piezas) el formato de sus piezas se ha vuelto difícil de manejar en conjunto con los sonidos. Empezando con Exai de 2013, las duraciones de sus álbumes se han duplicado con cada lanzamiento. Ese disco (Exai) es de dos horas. Luego vino elseq 1-5 de 2016 que dura cuatro. Y la racha continuó con NTS Sessions 1-4 de este año, que está en streaming y en loop en la página de NTS, y dura increíblemente ocho horas. En MP3 pesa un gigabyte. Está disponible en un set de 12-LPs o uno de 8-CDs. Siéntete libre de comprarlos si en verdad odias el medio ambiente (o, no sé, ¿tienes el dinero?).

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Es difícil mantenerse al día con este acto. Hay esquinas comprensibles en su trabajo; espacios que pueden tener más sentido para quienes aún no están acostumbrados a las extrañas modulaciones de frecuencia que exploran. NTS Sessions es definitivamente uno de sus mejores (y definitivamente más confusos) trabajos, pero no lo suficiente para darme cuenta de cuán diferente es su propuesta del consumo fragmentado de música que tenemos. Originalmente fue transmitido en cuatro segmentos de dos horas en la estación de radio por Internet que le da nombre al disco, pero lentamente me fui dando cuenta de que se consume mucho mejor en lapsos mayores a esos.

Foto cortesía de los artistas

Desde el comienzo la idea es que sea abrumador. Sessions 1 toma vida con el drama de un boom-bap cibernético que medio suena como algo que podría estar a la mitad de una red neuronal entrenada en composición de música concreta y "We Will Rock You". Esto muta y se fractaliza por unos 18 minutos, sin aumentar volumen o impacto, ya que desde el comienzo es bastante demoledor. Eventualmente da paso a ritmos funk y no hay muchas melodías memorables o incluso ritmos recurrentes a los que uno se pueda aferrar. En este punto, todavía queda una hora y media de la primera sesión. Y luego seis más después de eso. Si empiezas a sentirte un poco desubicado, esa es la idea.

Siendo grandes enigmas, Booth y Brown nunca han sido el tipo de artista que conecta su música con narrativas externas, y no se vinculan explícitamente con el mundo que los rodea. Parece como si encontraran dicha en los sonidos mismos, y dejaran la cuestión del significado a otras personas. Hay algo en la estructura —o la carencia de la misma— de NTS Sessions 1-4 que, desde su lanzamiento, me ha ayudado a procesar el mundo que me rodea.

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Algo extraño pasa cuando escuchas [música] por largos periodos de tiempo. Los haters dirán que es puro síndrome de Estocolmo, pero cuando uno se sumerge por horas en estos sonidos perturbadores, sus extrañas gramáticas y sus lógicas confusas empiezan a tener sentido. Si bien, tras media hora me empiezo a sentir ansiosa, para el momento que termina el primer set y el comienzo ácido de Session 2 "elyc9 7hres" emerge, me empiezo a relajar. Todo empieza a tener un sentido extraño, los momentos de éxtasis —como los estruendos que componen los beats quebrados de "dummy casual pt. 2"— toman forma en medio de la niebla. Es como dejar que tus ojos se acostumbren a una habitación increíblemente oscura. Al comienzo va a ser aterrador, pero con el tiempo todo se volverá familiar. Entenderás las cosas y de nuevo podrás moverte cómodamente en ese espacio.

Pero claro, Autechre no inventó estas sesiones largas de escuchar música, y tampoco son los únicos en explorar sus extraños poderes este año. El compositor Mike Shiflet se encuentra actualmente en medio de un proyecto llamado Tetracosa que duplica la duración de NTS Sessions, y pronto llegará a 24 horas completas. También es una sesión pesada y oscura. Durante el set, Mike explora 350 "objetos de sonido" reorganizados y compuestos por procesos de azar, inspirado en los trabajos de John Cage con el I Ching. La música que ha sacado hasta ahora se siente no lineal, se contrae y expande con una energía impredecible mientras que al mismo tiempo flotan sonidos de drone lentos y largos. Es tan atmosférico como compositivo, es el tipo de lanzamiento de ambient que se destaca no por cada sonido en particular o por su movimiento emocional, sino por la forma surreal en la que te mete mientras lo dejas como sonido de fondo. Si te desconcentras por un segundo y luego vuelves a poner atención, el espacio en el que estabas de repente cambió por completo, sin que te dieras cuenta. ¿Dónde estás? ¿Es esto ahora?

La estática y el ruido aparecen y se desvanecen de las márgenes del proyecto, con pocas advertencias de cuándo llegará el caos o en qué magnitud lo hará. De esta forma, el proyecto de Shiflet articula las formas en las que la pesadez del mundo puede ser completamente aleatoria; del mismo modo que el sufrimiento puede sentirse simplemente como un escenario cósmico de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. Como con NTS Sessions, casi no hay escape, pero entre más escuchas, más empiezas a encontrar esos momentos de felicidad. Por la misma naturaleza de su duración extendida, y por su preferencia de los sonidos naturales por encima de los restos generados por computador, Tetracosa se siente un poco más optimista. Es una sugerencia que indica que si esperas y escuchas e intentas derribar toda la mierda alrededor, podrían haber mejores tiempos por venir.

El dejarme perder en estos pensamientos mientras me sumerjo por horas en estas piezas, me ha dado un poco de esperanza. Evidentemente estas son enseñanzas que no se traducen al pie de la letra al mundo real; las cosas no empiezan a sentirse mejor después de estar tanto tiempo aquí. Y no deberían, pues ha habido un costo humano para estas calamidades. Pero el espíritu de esos álbumes ofrecen un gesto que vale la pena para quienes sienten el llamado a la acción, pero que se sienten abrumados por todo lo malo que está ocurriendo. Eventualmente podrás ajustarte a la oscuridad y encontrar tu apoyo. Será entonces que empezarás a arreglar las cosas.

Foto cortesía de los artistas

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