El placer de beber a escondidas en los trenes rusos
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El placer de beber a escondidas en los trenes rusos

A pasado algo terrible en los trenes rusos: el alcohol se ha prohibido. No sabemos cuándo entró en vigor esta ley, sólo sabemos que los pasajeros siguen emborrachándose a bordo.

El mejor bar de Kazajistán se mueve a 96 kilómetros por hora. Es el tercer carro contando desde el final del tren 003XA que va de Almaty a Astaná. Ahí, los pasajeros (en su mayoría hombres) provenientes de todas parte de este país poco islámico se reúnen y beben cervezas y vodka baratos, se conocen, ríen, comen y sobre todo se aseguran de que tu vaso nunca esté vacío. Mi compañero de cabina tenía su rostro encima del mío, pero de la manera más amigable posible.

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A pesar de que estar a -10 grados centígrados y nevando afuera, apretados en el pequeño carro bar, hay un ambiente casi tropical. La gente salía al espacio entre los carros para fumar, orinar y refrescarse con el viento. Es una experiencia mágica. Uno debería ir a Kazajistán solo para pasear en el tren bar.

Si tan solo fuera así en el resto del imperio exsoviético. En Rusia —empapada en vodka, la Rusia de Stalin, Catalina la Grande e Iván el Terrible, la Rusia de mis sueños alcohólicos— ha sucedido una tragedia. El vodka fue prohibido en los trenes.

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Un tren en Múrmansk, Rusia. Todas las fotos son de Jo Turner.

No siempre fue así. Rusia ha padecido la prohibición ya dos veces; una durante la Primera Guerra Mundial y la otra durante finales de los 80. En ambas ocasiones, el gobierno fue derrocado. Ahora, Rusia está dentro de otro periodo de alta regulación de alcohol.

Después de pasar la batuta presidencial del bebedor Boris Yeltsin al superhombre de la sobriedad Vladimir Putin, el estado ruso está tratando de refrenar la fama alcohólica del país. La cerveza fue declarada como bebida alcohólica en 2013, lo cual no sorprendió a nadie a excepción de los rusos, quienes creían que la cerveza no podía ser alcohol, tenía tan poco porcentaje que no cuenta, ¿no?

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Mientras tanto, el vodka —así como otros favoritos como el vino, el cognac y los espirituosos importados— enfrenta miles de regulaciones, especialmente acerca de dónde y cuándo puedes comprarlos. Y un lugar donde no debes comprarlos, aparentemente, es en el tren.

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Pero yo no sabía nada al respecto. Después de mi experiencia en Kazajistán, estaba emocionado por un viaje de ebriedad en el corazón de Rusia. Todos mis amigos que habían tomado el transiberiano antes me llenaron la cabeza de historias.

"Sí bebimos", dice Russ Young, un encargado de oficina de 34 años en Reino Unido, luego profesor de inglés en Corea del Sur, abriéndose camino para llegar a la Copa Mundial de la FIFA en Alemania 2006.

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Bebedores al descubierto (el autor del artículo está al centro) abordo del tren de Astaná, Kazajistán.

"Desafortunadamente, me emocioné un poco con el vodka y caí de la litera, aterricé en la mesa que estaba abajo, donde había vasos. Milagrosamente yo estaba bien, a pesar de que los vasos estaban destrozados". Se le informó que si bebía de nuevo, lo bajarían en la próxima estación.

El fotógrafo Martyn Thompson, también de 34 y de Reino Unido, recuerda haber ido en un viaje por tren lleno de vodka en 2008.

"Sí, bebimos", dice Thompson. "Hay muy poco qué hacer el resto del tiempo, así que bebíamos muy seguido. Conocimos a un tipo que ordenaba jarra tras jarra de vodka para nuestra mesa. No hablaba ni una palabra de inglés y nosotros no hablábamos nada de ruso, así que hacíamos dibujos en servilletas como forma de comunicación".

Thompson dibujó un salón de clases para decirles que era profesor. El hombre que los acompañaba dibujó una pistola y simuló apuntar hacia sus cabezas.

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Bebiendo y conversando en el tren de Astaná.

Pero actualmente, todo eso acabó. Ahora, el carro restaurante, si es que existe todavía, es un triste recuerdo de lo que alguna vez fue. Usualmente hay cerveza y vino, pero no siempre. Si tienes suerte, es posible que encuentres a un trabajador que pueda proporcionarte una botella adulterada. Pero no cuentes con ello.

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Nuestro viaje inició en Astaná, Kazajistán y la primera parada fue Moscú, un esfuerzo nevado de 60 horas, con solo 6 horas de luz solar al día y sin entretenimiento excepto libros y computadoras personales. Durante las primeras 24 horas las dos literas de arriba en nuestra cabina permanecieron vacías, así que gozamos de bastante privacidad, pero tampoco había alguien que nos llevase al "bar" como en Kazajistán.

Fui con el provodnik, el dictador encargado de cada carro, el cual espera que lo adores como a un dios viviente, y traté de gesticular el acto de comer y beber, como preguntando, "¿Dónde está el restaurante o el carro bar?". Solo sacudió la cabeza y dijo, "Nyet."

¿Cómo carajo que "nyet"? ¿Seis horas en un tren y no hay un solo carro restaurante o bar? Supuse que añadirían un carro extra cuando cruzáramos la frontera, así que tomamos una botella de vino, fideos instantáneos y papitas para aguantar.

Pero a la mañana siguiente, una vez que cruzamos la frontera, nos dijeron nuevamente que no había carro bar o restaurante. Podíamos bajar en algunas paradas para comprar salchichas, pan y frascos de hongos en salmuera desagradables, pero no había nada de cerveza o vodka a la venta. Comimos, guisamos, bebimos té y soñamos con abrir botellas de alcohol decoradas.

No muchos policías le dicen a los adictos al crack que terminen su dosis antes de poder avanzar.

Fue solo cuando nuestro nuevo compañero de habitación llegó que aprendimos cómo funcionaban las cosas. No nos dijo nada durante el viaje, pero solo 30 minutos dentro bastaron para escuchar el sonido distintivo al destapar una lata de cerveza. Regresé a la vida, me giré hacia él y le hablé. "¿Dónde?" pronuncié.

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Señaló la cabina del provodnik, así que corrí hacia allá y le pregunté, del mejor modo posible: "¿Cerveza? ¿Cerveza? ¿Cerveza?". Sí, tenía cerveza. No había pensado en decirlo cuando le rogué preguntando por el carro bar, pero escondidas bajo su asiento había cajas de cerveza, así que conseguí una para mí y otra para la señora.

All photos by Jo Turner.

Vodka Parlament.

A lo largo del día, fuimos y regresamos a la cabina del provodnik en busca de cerveza. Asumí que todo esto era normal y legal, nadie parecía estar escondiéndose. Resulta que era totalmente ilegal, como pudimos notarlo cuando la policía del tren pasó, vio mi lata de cerveza y me ordenó beberla rápidamente y tirarla. (Lo cual fue un lindo gesto. No muchos policías le dicen a los adictos al crack que terminen su dosis antes de poder avanzar).

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Pronto descubrimos que el brandy y el vodka (llamados "cognac" aunque no de la región francesa, evidentemente) también podían obtenerse, pero esta vez fue aún más clandestino. Le pedí al provodnik de nuestro carro vodka, pero susurró "cognac". Conozco el tipo de crudas que una noche de brandy puede causar, así que fui al siguiente carro, donde la provodnista (era chica) me entregó una botella de vodka Parlament de 500 ml, dentro de varias bolsas de plástico. Sucedió como un intercambio de drogas.

De regreso en la cabina bebí el vodka, escuchando Songs of Love and Hate de Leonard Cohen, sollozando en recuerdo del pobre hombre. Luego de que nos desmayamos, el provodnik se metió a nuestra habitación, luego de disculparse varias veces, subió a la litera superior, abrió un panel en el techo, sacó varias botellas y desapareció otra vez. Podría haber sido Coca-Cola, pero tengo el presentimiento de que no lo era.

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Las opciones alcohólicas en Múrmansk.

Desafortunadamente, no habría más vodka en el tren ilícito o en cualquier otra forma. En el tren Sapsán de Moscú a San Petersburgo había un carro bar que servía cerveza y vino. Cualquiera que sea la razón, todos los empleados jóvenes y atractivos de la Compañía Russian Rail son colocados en los Sapsán (trenes de alta velocidad), incluyendo a las dos mujeres que manejaban el carro de bebidas.

No tenían vodka ni cognac, pero sí había cerveza y vino, y sí podía llevarlas a mi asiento. Cuando les pregunté si podía tomarles una foto para la revista, me miraron con pura indignación. El tipo de mirada que una mujer veinteañera le dirige a un cuarentón gordo que le pide su foto, diciendo que es para una revista que no conocen, pensando que la foto irá directo al disco duro de su computadora. Se escondieron detrás de la barra para que pudiera tomar fotos de las latas de cerveza y botellas de vino. No regresé al carro bar durante el resto del viaje.

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El carro bar en el tren de San Petersburgo.

En la recta final de nuestro viaje en tren, las 26 horas de San Petersburgo a Murmansk, hubo un carro restaurante. Estábamos en tercera clase esta vez; todos se amontonaban en camastros, no había paredes o puertas donde pudieran esconder alcohol.

Era espantoso, ni una sola cerveza abierta, ya ni mencionar alguna otra bebida espirituosa. Casi a la hora de cenar, mi esposa y yo nos dirigimos al carro restaurante. Estaba casi completamente vacío. Había dos borrachos gritándose entre sí, pero pronto los tranquilizaron y los echaron. Los pocos clientes del carro bebían cerveza, comían sus alimentos y se comportaban con decoro. Ordené cerveza para nosotros, y luego, jugando a ser el turista inocente e ingenuo, pregunté si tenían vodka. La respuesta fue directa, "Vodka, nyet!". Bebimos cinco cervezas cada uno y regresamos a nuestra tercera clase.

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Bebiendo cerveza en un tren de San Petersburgo.

No sé exactamente cuándo Rusia prohibió el vodka en sus trenes. Después de varios correos dirigidos a la oficina de prensa de Ferrocarriles Rusos, solo conseguí una breve declaración: "Gracias por su interés en nuestra compañía. Le informamos amablemente que beber alcohol a bordo de los trenes es un delito administrativo según la Ley rusa (ley 20.20 del Código de Crímenes Administrativos de la Federación Rusa), área bajo la responsabilidad del Ministerio de Asuntos Internos".

Las leyes datan por lo menos de 2001, pero el vodka se vendía en carros restaurantes hasta, por lo menos, en 2009. Cuando mi amigo Sal McQuarrie (40) tomó el tren de Mongolia a Moscú en 2011, entregaban la bebida dentro de las cabinas envuelta en periódicos. McQuarrie dice que no tiene idea si era legal o no, pero había toneladas.

Desafortunadamente, parece que los días gloriosos de los viajes con vodka a través de Rusia han terminado. Quizá sea mejor volar, me dijeron que Aeroflot sigue sirviendo alcohol.