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Fui a un club swinger con mi novia

Ir a un club swinger es una buena idea para que algunas parejas superen los celos.
Todas las fotos cortesía de Guillermo Cervera, de su serie Sex Club

No puedo decir que he estado particularmente interesado en los clubes swingers, porque en mi mente están habitados por gente fea, desesperada, flácida, personajes de libros de Michel Houellebecq y rusos mafiosos con dientes de oro y armas.

Pero entonces llegó una oferta de mi novia. Ella había estado en un club de swingers unos años antes de conocernos… Me pareció bastante divertido, pero no dije nada en ese momento y me quedé dándole vueltas al asunto. Unos días más tarde, un fin de semana, estábamos en un club bebiendo con algunos de mis amigos. Alrededor de las tres de la mañana, me incliné y le susurré al oído: "creo que ahora es el momento adecuado, vamos al swinger".

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Dejamos a nuestros amigos sin dar muchas explicaciones y nos montamos al carro. 20 kilómetros más tarde, estábamos en las montañas a las afueras de Barcelona, buscando parqueadero afuera de una mansión. Mientras caminábamos a la entrada, un hombre bien vestido, de unos 40 años salió de la puerta en compañía de dos mujeres muy arregladas, lo que me hizo dudar de si estaba vestido acorde a la situación en comparación con el resto de personas en el club. Definitivamente parecía un perro chandoso. La mujer glamorosa que nos saludó muy cortés explicó que mi pantaloneta estaba totalmente en contra del código de vestimenta, pero ya que era mi primera vez, solo por esta vez, estaban dispuestos a dejarme entrar.

La entrada cuesta alrededor de 70 euros e incluye cuatro bebidas. Los hombres solo pueden entrar con pareja, las mujeres pueden ir solas o acompañadas. Nos dieron un recorrido por las diferentes habitaciones, las cuales incluían una discoteca (llena de gente desnuda), una piscina (también llena de gente desnuda, pero que no probamos porque mi novia odiaba la idea de todo el esperma nadando en el agua), varios dormitorios dobles, una sala de cine (con porno, por supuesto) y una terraza (que supuse sería la parte chill). Las reglas eran claras: debías dejar todas las pertenencias en la entrada, donde te darían una toalla y unas sandalias, y la pareja no debía separarse.

Después de hacer esto bebimos un poco de whiskey y caminamos mirando lo que pasaba a nuestro alrededor, en un intento por entender a las personas y el ambiente. Finalmente, decidimos ir a una de las habitaciones. Encontramos un lugar semi oscuro, en el que unas 20 personas participaban en diversas actividades sexuales. Encontramos una esquina y empezamos a calentarnos. No pasó mucho tiempo antes de que otros se unieran, y al cabo de unos pocos minutos ya éramos muchos.

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Las reglas, como dije antes, habían sido claras desde el principio: siempre había que pedir permiso a la pareja para participar, ya fuera de manera expresa o implícita, teniendo en cuenta que "no" definitivamente significa que no. Pero, por supuesto, una vez que te adentras en este juego el "no" no está en el vocabulario de muchas personas. Con un gesto inconfundible, un chico me pidió permiso para estar más cerca de mi novia. Antes de que pudiera recordar la obligación de usar un condón, él me mostró que ya tenía uno en la mano. Se lo puso y cuando la penetró, le empuje la cara a mi novia para que me la chupara.

Luego nos perdimos un poco, yo me involucré con otras dos chicas que había por ahí, y mi novia hizo lo suyo. Después la encontré en otra habitación: ella estaba chupándosela a otro tipo, así que comencé a lamerle el coño mientras muchas otras manos la tocaban. Después de un potente orgasmo, se puso de pie, bebió más whiskey y habló con un chico que le contó que él solía aguantar la eyaculación hasta el final de la noche, pero que con ella había sido muy difícil. Yo escuchaba mientras recibía sexo oral de una absoluta desconocida.

Fuimos a tomar un descanso en la terraza. Fumamos y hablamos con un chico de Sevilla, quien habló apasionadamente contra el nacionalismo catalán. Eso fue un poco aburrido, así que nos fuimos para el cine, donde tuvimos relaciones sexuales con otra pareja. Nunca intercambiamos palabras con ellos, pero nos entendíamos fácilmente. Parte de la diversión es observar y, sobre todo, exhibirse. Cuando terminamos ese polvo paseamos un poco más por el lugar y decidimos irnos. Volvimos contentos a casa, era ya de día. Seguíamos excitados, así que lo hicimos una vez más mientras fumábamos un porro y conversábamos sobre la experiencia.

Tal vez en otro contexto no me hubieran atraído las personas que conocí esa noche, pero tampoco había nadie repugnante. Había personas jóvenes y gente más mayor, cuerpos atléticos y cuerpos poco agradables. En cualquier caso, eso no es lo importante allí. Lo realmente interesante de la experiencia fue la conexión puramente sexual entre completos extraños, que también es una gran manera para que una pareja supere los celos. Tienes que devolver la pelota y usar el deseo sexual de los demás para tu beneficio. Sí no puedes superar los celos, deberías unirte.