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Memorias del Calavero: una verdad tejida con mil mentiras

Hablamos con Rubén Mendoza sobre su película. Un film que celebra la existencia de un hombre tan inútil como grande o tal vez la metáfora de un país tan fallido como sorprendente.

Una llamada telefónica desata la acción. A través del cable del teléfono, tal vez de un río, nos llega la voz del Cucho (Antonio Reyes), un vagabundo enfermo que debe iniciar el último viaje de su vida. Perseguido por ejércitos invisibles por un secreto del que se dice inocente, el Cucho debe emprender la ruta hacia su tierra natal, un viaje que nos lleva por los paisajes de Las Juntas, el río Suárez, el Alto del Viento, el Cañón del Chicamocha y el de Umpalá y la cascada de Juan Curí.

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Pero más que paisajes y carretera, el viaje es un éxodo interior tanto para el espectador como para el Cucho, un habitante de calle, un completo inútil que gastó su vida entre bichas de basuco en las calles del Cartucho de Bogotá. En su deriva lo acompaña un documentalista interesado en su historia y en el secreto que no puede revelar hasta no llegar a su tierra, y un grupo de muchachitos que a su vez quieren aprender cómo se hace un documental. A mitad del viaje al Cucho le entra una mala leche de que los muchachos solo quieren hacer plata a costa de su miseria. Es cuando se genera el giro sutil que el público debe descubrir y que cambia el rumbo y la naturaleza de la historia.

Memorias del Calavero es tan confrontante como divertida, es la celebración de un hombre inútil pero grande, la parábola de un país tan fallido como sorprendente. Concebida, escrita y dirigida por Rubén Mendoza, el cuento del Cucho surgió a partir de su amistad con el actor Antonio Reyes, quien ya había coprotagonizado su largometraje anterior: La Sociedad del Semáforo. Con esa película, Mendoza exploró junto a Reyes el limbo de la marginalidad callejera, la esperanza roja de los semáforos y la dureza de ese mundo de drogas, smog, sexo y cemento.

Esta vez el viaje es menos urbano y más introspectivo. Tuve la oportunidad de ver la cinta durante la Gira de Documentales Ambulante en Bogotá. Escuché a más de uno madrear al aire, vi unas cuantas caras largas al final de la película y unos tantos corrillos intentando desenredarse el cerebro colectivamente; síntomas comunes después de la sobredosis de imágenes y anécdotas que tejen las Memorias del Calavero.

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Contacté a Rubén Mendoza movido por la curiosidad y el choque que me generó su película, hablamos un buen rato por teléfono sobre la cinta, su amistad con Antonio Reyes, el entreteje de ficciones para contar una gran verdad, lo que es hacer cine en Colombia y otras vainas.

Rubén Mendoza y Antonio Reyes. Foto cortesía de Ambulante Colombia.

VICE: Qué hubo Rubén, le rindieron esas tres semanas de rodaje, ¿fue un caos hacer las memorias de un vagabundo?

Rubén Mendoza: El caos solo es caos si no es lo que uno tiene planeado. Si uno está dentro de la partitura del desorden –uno de los elementos para crear– mantiene una fuerza organizadora y creadora: el caos. Yo necesitaba tal nivel de libertad y de falta de márgenes para poder tener esa cantidad de material suficiente en ese poco tiempo. Sin embargo nunca corrimos. Acuérdese de lo que dice Bergman: solo improvisa el que está bien preparado.

Con las Memorias del Calavero pusiste a patinar cerebros. Durante la proyección en la Gira de Documentales de Ambulante en Bogotá, escuché a más de uno mentar la madre ¿Qué ha escuchado usted sobre la película, que le han dicho?

Mi abuela, que es parte importante de mi otra película Tierra en la Lengua, estuvo en Cartagena. La llevé a ver Memorias del Calavero y estaba aterrada con la cantidad de groserías. Una de las noches que cenamos me dijo: "me gustó mucho su película…", se dio una cucharada de lo que estuviera comiendo y luego apuntó: "su hijueputa película" (risas).

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En cuanto a reacciones, no he tenido mucho tiempo de medir, soy muy malo para ver las películas con público. Vi las Memorias en el cierre del Festival de Cine de Medellín y en realidad preferí escabullirme después. Uno se aleja de los días de rodaje y como son evidencias de la vejez o de circunstancias de los muertos de uno… no sé, se me revuelve todo. La vi las veces suficientes para compartirla, ahora ya qué. Que rebote en cada corazón, en la madera en la que cada corazón esté formado.

Antonio Reyes ha protagonizado dos de sus películas, con cuál se queda, ¿con el Cienfuegos de la ciudad caos y el semáforo, o con el Cucho del campo y la deriva?

Con los dos en cada momento. Me siento contento de haber hecho primero la Sociedad del Semáforo porque ahí lo conocí, aunque tampoco la volví a ver desde que la terminé, nunca me atreví. Con las Memorias del Calavero sufro mucho viéndola, pero quise profundizar y compartirle a otros el espíritu maravilloso y delirante del Cucho, de Antonio Reyes.

Oiga, ¿y sí aprendieron algo sobre el documental los chinos que lo acompañaron en el viaje?

Pues… no puedo hablar de la película como un documental porque sería mentir. Esos niños no existían. Lo que pasa es que como dice Herzog hay una verdad más importante debajo, la verdad estática. Y esa era la que yo quería compartir: el espíritu de un supuesto y total inútil. Así no sea un gran académico, ni un gran político, ni un gran ideólogo, ni un gran líder sino un don nadie, ha sido una fuerza vital para muchas existencias, incluida la mía. Se necesita mucho valor para no hacer nada y para ser un inútil así de grande. Aprendimos mucho más que hacer un documental –no estábamos haciéndolo– andábamos acompañados de un hombre de verdad. Yo siento que se puede contar una verdad con mil mentiras y viceversa, con muchas verdades se puede armar una mentira gigantesca.

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Hablando de verdades y otras ficciones, cómo concibe al documental ¿narrativa vs. género?

Yo siento como autor y en ese sentido me queda más fácil pararme. No sé qué tan bueno sea jugar a ese juego y dañarles su posible interpretación. Pero esa película es una metáfora de un país que es "el más feliz del mundo" pero eso es una gran mentira, de un país que tiene una geografía y una fisionomía poderosas que nadie respeta, que andan ultrajando. Un país que está enfermo de la sangre, como el mismo Cucho lo está. Esa es una verdad más importante que se documenta. No importa si los mecanismos son ficción, documental o todo. Como dice Luis Ospina, el cine justifica los medios.

Hay tantísimos documentales mentirosos de verdad y tantas ficciones que llegan a contar verdades profundísimas, que yo siento que eso es secundario. Además de tejernos la fantasía de un autor –en este caso yo–, documentar también es ser fiel a lo que uno trata de tejer entre vida y obra, entre verdad y mentira. El recorrido de la película puede no ser cierto, pero el que vivimos nosotros para adentro acompañando a este viejo en un viaje hipotético es cierto en muchos aspectos, lleno de anécdotas reales que organizábamos cómo contarlas y dónde soltarlas. No son verdades menos válidas.

Fotograma de Memorias del Calavero. Cortesía de Ambulante Colombia.

En la película vemos al hermano del Cucho armar pataleta porque los documentalistas andan haciendo 'pornomiseria' para ganar plata. ¿Qué piensa de hacer cine sobre un vagabundo… o sobre la vida de un vagabundo?

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Ese no es el hermano de verdad del Cucho, ahí nada es cierto, ese es el fondo de la cosa. Yo me sentía haciendo la película de un parcero, algo que yo quería compartir porque me ha encantado su presencia en la vida desde que nos rodeamos y nos queremos, hace ya seis años este diciembre. Yo nunca pensé en eso de la miseria más que para armar ese argumento del hermano. Si yo quisiera filmar miseria voy y filmo al Congreso de la República, al presidente y a Álvaro Uribe. En este país la miseria es inalcanzable y está rodeada de guardaespaldas. Lo que veo ahí es vida pura, vigor, amor, erotismo, devoción por la rumba, por el gozo, por la amistad, por la locura, por vivir con ritmo, por el baile. No me sentía filmando miseria para nada.

Esta vez hasta nos ofreciste porno subliminal… ¿Qué tal la escenita del bailecito del Cucho con la prostituta en el burdel y la pantalla full hardcore?

Sí… pues, es que así es, así proyectan. Yo me los imaginé bailando un bolero bien romántico, uno de Bienvenido Granda, así como es él (Antonio Reyes) profano y sublime al mismo tiempo. A mí me parece que está bailando con todo su amor y su brillo, pero la pantalla está ahí para recordarnos dónde estamos.

Ahora, cuestionarios de revista del corazón: ¿Qué es lo más difícil de hacer cine acá? ¿Hay que salir del país un ratico?

Es difícil hacer cine en todas partes. Como dice Barbet Schroeder, hasta las películas de los grandes estudios son milagros porque son difíciles de hacer. Yo no me lo pregunto. He salido varias veces y he permanecido mucho tiempo afuera, pero siempre tengo un pie y el corazón enredado aquí. Me encanta rodar por la tierra colombiana. Sé que la misma gente que con tanto amor me da la mano mientras ruedo, es la misma que con total indiferencia ignora la película en la sala, pero esa es la ley de aquí. Es muy difícil de hacer pero es una aventura tan gratificante, tan nutritiva, tan mística, que jamás me pregunto si lo debo hacer. No me quedaré en la dificultad. Todo es difícil: hacer una silla, cultivar un huerto, todo tiene una dificultad que escapa al control de uno. Esto tiene además el picante extra de que jamás sabes si vas a recibir un peso o no. Generalmente es no.

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¿Hay mucho cine que falta por hacer?

Hay mucho cine suelto que ni siquiera necesita ser película. Yo considero a la gente libros, cine, a ciertas historias de la vida –a casi todas– las considero películas que no tienen por qué filmarse. Porque sería casi como burlarse del destino que es generoso con uno. Yo quiero hacer cine toda la vida, pero eso de las historias pendientes por contar es más bien que se le diversifican a uno y se le meten como un bicho hasta que toman la forma cinematográfica. Otras ni siquiera necesitan ser película porque ya son cine y eso es muy grande.

Qué se viene de Mendoza. Leí por ahí algo de una tal Señorita María Luisa y sobre el transgenerismo en los cerros de los Andes.

Esa era la frase con la que se vendía ese documental, ahora me da pena después de haber vivido la aventura de conocer a esa mujer tan grande, de una fortaleza y de una visión de Dios y del espíritu envidiables. Hace tres años y medio empecé a filmarla, es una mujer que nació hombre, que vive en un pueblo al que pertenece la vereda Chulavita, seguramente una de las zonas más godas del país. Y sin embargo ha logrado hacer su vida a su modo, con toda la dignidad. Ha sido rechazada desde antes de nacer, desde el vientre, por todos. Rechazada por unas razones muy terribles que sería muy light contarlas así no más. Eso hay que vivirlo, es lo que quiero que sea la película: la oportunidad de que la gente viva lo que nosotros fuimos descubriendo. Hicimos una amistad muy grande con ella, tal vez la única cierta que ha tenido por parte de gente que no espera nada de ella. Y eso que nosotros estamos haciéndole una película. Lo del género ya quedó tan atrás que a mí me da pena vender así la historia. Eso es un viaje a otro lado.

Oiga, Rubén, se nota que lo tocan harto las historias. ¿Descubrir, compartir, transformar?

Claro y a los que participamos. Estoy produciendo con un equipo tan pequeño que es fácil, casi obvio y completamente natural que tales fuerzas nos atraviesen y nos transformen. Yo creo en el cine y no creo en la suerte que tengan las películas, y menos ahora que la tengo tan enredada por hacer cine. Pero menos mal hay gente que cree que tiene que mostrar cosas importantes. Yo lo hago con todo el corazón, sin mirar para los lados, ni a críticos, ni a público… creo que es la única manera de ofrecer algo completamente honesto de la cabeza, del espíritu y del corazón. Para mí es suficiente milagro hacerlo, no puedo esperar más. Si pasa pues buenísimo. Cuando uno está libre de expectativas se sorprende por lo bueno y no sufre con lo triste.

Continuando con la Gira de Documentales y su paso por Medellín, las proyecciones de Memorias del Calavero se realizarán el sábado 6 de Septiembre a las 4:15 p.m. en el Centro Colombo Americano y a las 8:00 p.m. en Barrio Triste. (Consulte aquí la programación).