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Bullying por receta

Los médicos en México se defienden y se atacan a la vez.

Entre la vorágine de protestas manifestadas en redes sociales una comienza a hacer ruido en Facebook y Twitter, se trata de #YoSoy17 la cual es orquestada por médicos mexicanos.

Con el lema “Somos médicos, no dioses, no criminales”, el pasado 09 de junio un grupo de galenos creó una comunidad para defender los derechos de los profesionales de la salud.

Motivados por la orden de aprehensión girada en contra de 16 doctores de la Unidad Médica de Alta Especialidad (UMAE) de Pediatría del IMSS en Jalisco, por su responsabilidad en la comisión del delito de homicidio culposo derivado de negligencia médica en contra de un menor, quien fue intervenido quirúrgicamente hasta en siete ocasiones durante poco más de 50 días que permaneció en el hospital, los médicos decidieron unirse y poner un “hasta aquí” a las acusaciones y agresiones en su contra.

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Ustedes dirán, “¿Bueno y qué tiene de malo?” En realidad nada, al contrario, me parece excelente que un gremio se una para defenderse y sobre todo que haga uso de las redes sociales, sin embargo comencé a interesarme en este movimiento cuando encontré la paradójica situación que, como diría mi abuela, los doctores son candil de la calle, oscuridad de su casa. Me causó escozor saber que mientras más de 30 mil médicos ya se autonombran #YoSoy17 y se cortan las venas por sus colegas y se rasgan las vestiduras por las tropelías contra sus similares, en la intimidad de los hospitales se humillan, se acosan, se maltratan y se sobajan al grado de prácticas esclavizantes.

Desde tu oficina o la comodidad de tu hogar imagina una jornada laboral que incluye más de 30 horas sin dormir, ser el que hace los mandados, el que anda de arriba para abajo, ser el regañado, que tus “mayores” te dejen hacer el trabajo que, como diría Vicente Fox “ni los negros quieren hacer”, y además dar consulta o permanecer en cirugías sin que hayas pegado la pestaña un minuto. Pues esto se llama “R1”.

Cuando un médico culmina sus estudios y quiere superarse, el siguiente paso no es ser “director general de una Clínica Simi” (ya sé, los decepcioné); el escalafón es hacer una especialidad, hecho que definirá su futuro. Ese momento es lo que llamaré “donde la marrana tuerce el rabo” pues primero el aspirante debe presentar una prueba llamada “Examen Nacional de Aspirantes a Residencias Médicas” (ENARM), el cual tan sólo en 2013 dio espacio a seis mil 936 médicos de 24 mil 512 que lo presentaron.

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Si él o ella fue uno de esos seis mil y cachito que sí aprobaron el examen entonces se les asigna una de las dos opciones que eligieron para estudiar, por ejemplo, medicina interna, cirugía, geriatría, en fin… Como receta de cocina, el paso natural es la elección del hospital para realizar la especialidad, el motivado doctor se presenta y espera a ser aceptado por el nosocomio, este hecho queda a decisión del jefe de educación o enseñanza de la institución a la que se postuló.

Al ingresar, el médico adquiere el sello “R1”, que es el rango que sustenta dependiendo del año en el que se encuentre, entre más alto es el “R” más poder tiene sobre los menores y más hueva puede tirar.

Regresando con nuestro inocente “R1” es en ese momento cuando comienza el calvario. Ser R1 es lo peor que te puede pasar en la vida. Un R "mayor" tiene el "derecho" de humillarte y cargarte el trabajo.

Imaginen un R2 que no ha dormido en 27 horas y que realiza una punción lumbar, además de que está preocupado porque en una hora tiene clase y seguro el R4 le preguntará y lo presionará, le dejará hacer su trabajo porque le da flojera hacerlo o tendrá que revisar a algún paciente o levantar notas y actas además sabe que durante el próximo pase de visita, el médico de base lo regañará frente a un paciente y frente a todo su grupo por no saber una gasometría o un estudio en general, aunado al cansancio está la presión…  A esto hay que sumarle los enfermos que muchas veces (o casi siempre) creen saber más que el mismo médico; por si fuera poco tienen que estudiar saliendo de una jornada que comenzó el día anterior a las 6AM y seguro terminará 27 o 36 horas después. Todo esto pasa por la cabeza del R2 mientras mantiene una aguja delgada en la columna vertebral a nivel lumbar del paciente ¿Qué probabilidades hay de un error?

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No me estoy tirando al drama, pero ellos mismos, los médicos, saben que ninguna persona puede reaccionar o tomar una decisión tan acertada o correcta si no ha dormido al menos ocho horas en una jornada de 24. Muchos médicos ya viejos lobos de mar y amantes de las viejas prácticas defienden estas jornadas, y me aseguraron (sin pruebas científicas) que “es lo mejor para el residente”. ¿Neta?

Convivo a diario con muchos médicos que por nuestra edad, la mayoría son residentes, y me han contado historias que parece que suceden en cuarteles de tortura.

“Ayer estaba en una cirugía de columna y asistía, llevaba más de 35 horas sin dormir, no había comido porque mi R2 me dejó sus notas y el R3 me pidió las altas de esa mañana, no traía nada en el estómago más que una coca y un café que me tomé en la madrugada, te juro que sudaba y me sentía mal, un error y hubiera dejado al paciente parapléjico, un cabeceo y neta no la contaba”, me contó Paola, R1 de cirugía.

“Cuando fui R1 tuve que ir al psiquiatra, no aguantaba, no comía, no vivía, me la pasé llorando, cometí varios errores y vi cómo muchos de mis compañeros erraron expedientes, no hicieron estudios, cambiaron diagnósticos y todo por estar cansados. Obvio nos regañaban y eso nos presionaban más, pero ahora es mi turno de hacerle la vida de cuadritos a los R1”, me contó Diana, R4 de interna.

Imaginen ser atendidos por médicos nublados por el hartazgo, la presión y el cansancio. ¿Les confiarían sus padres, hijos o novias a un médico que no anda al cien?

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Sería bueno buscar cuántos casos de negligencia médica fueron cometidos por doctores residentes que llevan por lo menos 26 horas sin dormir. Como ellos mismos dicen “No son dioses” (eso es seguro), son humanos y precisamente por ello deben dormir y descansar mínimo ocho horas para atendernos.

Como si fuera poco, hay más —neta pobres médicos—: si eres mujer el trabajo es tres veces más difícil además del acoso sexual que sufren.

Los doctores deberían unirse para terminar con las prácticas negativas de la residencia médica, verían como los casos parecidos al #YoSoy17 disminuirían.

¿O qué, dejarían que los llevara manejando por carretera a Puerto Vallarta si supieran que llevo 36 horas sin dormir?

Está poca madre que los gremios se unan y luchen por los atropellos que se cometen no sólo por parte del gobierno o las autoridades. Históricamente ya hubo un intento de los residentes por unirse en 1964, sé que argumentarán que no todos son así, y además una regla básica del periodismo es: “En la generalización está el error” pero hoy por hoy no conozco un médico que me diga “mi residencia está poca madre”, claro a menos que seas el Dr. Simi, que se la pasa “echando el dancing” a puro ritmo de la música “de hoy”. Como en todos los padecimientos siempre hay causantes y normalmente son internos.

FE DE ERRATAS, 13/05/2014, 2:20PM: En una versión anterior de esta nota se afirmaba que Paola es R1 de medicina interna en el Hospital La Raza, cuando no es así, ella es R1 de cirugía y no asiste en dicho nosocomio. Se trató de un error grave, por lo que ofrecemos disculpas a los lectores.