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¿Por qué le ha dado a la gente por cagar en los supermercados?

En muchos países del mundo, la gente está utilizando los pasillos y los estantes de los supermercados como baños públicos.

Imagen por Timo ter Braak.

Hace dos semanas salió otro vídeo de una mujer que se puso en cuclillas al lado de un lote de cervezas para soltar un mojón en el pulcro azulejo de un supermercado. En ese momento me quedó claro que se trata de una moda. En muchos países del mundo, la gente está utilizando los pasillos y los estantes de los supermercados como baños públicos. No me costó mucho encontrar otros ocho vídeos de gente cagando en el supermercado. Lo sé, es asqueroso, estúpido y banal, pero también tiene algo de misterioso. Siento curiosidad y desprecio a partes iguales. Aunque es raro, pasa muy frecuentemente y requiere cierto trabajo de investigación.

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Es hora de dejar de ignorar esta apestosa moda y empezar a indagar. Tal vez lo tachéis de periodismo amarillista, pero estáis equivocados, porque es nuestro deber descifrar las conductas inexplicables. Tal vez penséis, «Esa gente está loca y punto», pero yo no me conformo con eso. Uno de los grandes errores de la modernidad es que tendemos a calificar de «loco» todo lo que se sale de la norma y a aislarlo de la sociedad.

Además, la mayoría de los vídeos indican que la cagona media de supermercado no está completamente chiflada. Sí, «ella». Porque lo que vuelve más misterioso este enigma es que casi siempre son mujeres las que hacen número dos en los pasillos tres, cuatro o cinco. Necesitamos resolver este caso. Es imposible rastrear a estas cagonas de supermercado. Lo mejor que puedo ofrecer es el enfoque antropológico de ponerme en su lugar y analizar sistemáticamente sus motivos hipotéticos.

La chica que se cagó en un supermercado en Holanda el mes pasado.

Es mejor perder un amigo que el intestino
La explicación más simple para esta tendencia es que a esta gente se le estaba saliendo el topo. Aunque no me la creo. Lo más lógico sería pedirle a un empleado que nos deje usar el baño. En el vídeo, la chica planta el pino y le enseña el resultado a su amiga. Si necesitas ponerte en cuclillas en el pasillo de las verduras porque tu recto está rugiendo, luego no vas presumiendo de lo bien que te ha quedado el truño delante de tu amiga. En vez de eso, te haces bolita en una esquina e inventas una excusa, como que viste un ratón y querías verlo de cerca o algo así.

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Venganza
La mierda es un símbolo muy vinculado a la venganza. Un símbolo institucionalizado: en shitexpress.com puedes pagar para que le entreguen una caca en una caja a la persona que odias. Tal vez las mujeres de estos vídeos no estaban conformes con su pizza porque en la imagen de la caja había más tomates y albahaca que lo que realmente tenía el contenido. Tal vez compraron especias y estaban caducadas. Si ese es el caso, ¿por qué escogieron esta forma tan fétida de vengarse? Una queja en la página de Facebook de la pizza les garantizaría un año de productos gratis. ¿Acaso la venganza de Moctezuma resulta tan atractiva a la mente del consumidor y a sus intestinos? Lo dudo.

Otra mujer que descargó en un supermercado.

Una decisión consciente
Si estiramos el pragmatismo hasta el infinito, se podría decir que una plasta en el suelo es igual que un bote de garbanzos roto. Los dos dan mala imagen y alguien va a tener que limpiarlos. Con el bote de garbanzos, todos pierden. Con la caca, al menos alguien sale del supermercado con una sonrisa en la cara y una sensación de alivio en los intestinos.

Un experimento de ruptura
La realidad social está construida con millones de reglas básicas como «respeta a tus mayores» y «no te cagues en el supermercado». Para descubrir las partes más sofisticadas de nuestros intercambios sociales, el sociólogo Harold Garfinkel inventó los famosos «experimentos de ruptura» en los que se rompen las normas sociales para analizar la reacción de la gente. Es posible que estas cagonas de supermercado estén haciendo una aportación a la sociología.

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Derechos humanos

Técnicamente, los supermercados sin sanitarios públicos están violando los derechos humanos, sobre todo desde que la ONU aceptó la resolución 64/292 sobre el «derecho de las personas al agua y a los servicios de saneamiento». Tener que suplicar para usar el baño de los empleados es una experiencia humillante impropia de la humanidad. Por ende, con un poco de creatividad, cualquiera podría llegar a la conclusión de que es mejor ponerse en cuclillas entre los pasillos de comida para perros y productos de limpieza. Si no hay donde encadenar tu bici, la atas a un árbol, ¿o no?

Trastorno disociativo

Hay quien cree –padezca o no algún trastorno psicológico– que vive en otra época. ¿Y si las cagonas de supermercado creyeran que viven en la Edad Media? En 1530, Erasmus escribió: «De ser posible, un hombre educado debe evitar mostrar partes del cuerpo que se relacionan de forma natural con un sentimiento de vergüenza». Y: «De ser posible, uno debe alejarse de otras personas cuando la naturaleza llama».

Escribió esto en un libro de buenos modales, un libro que dictaba al hombre cómo debía comportarse, lo cual indica que en esa época, la gente se sacaba la polla en la calle y cagaba en cualquier momento y en cualquier lugar.

Sonambulismo

El sonambulismo provoca que la gente haga cosas normales en lugares incorrectos. Probablemente alguna vez hayas visto a tu hermanito orinando en el cubo de la basura a las dos de la mañana. Al menos yo sí. Vestirse e ir a cagar al supermercado porque en tus sueños el baño está ahí es un poco exagerado, pero no imposible. Sin embargo, la mayoría de las mujeres de los vídeos miran a su alrededor antes de hacer sus gestiones en el pasillo o presumir del producto de su esfuerzo ante una amiga antes de salir de la tienda, lo cual invalida esta hipótesis.

Conclusión/Debate

Hay muchas otras posibles hipótesis. Por ejemplo: necesitan llamar la atención, quieren ahorrar dinero en agua o papel higiénico, o perdieron una apuesta. Las posibilidades son infinitas. No obstante, este artículo debe considerarse el primer intento de explicar una conducta humana muy particular que no podemos darnos el lujo de ignorar.