Illustration by Dola Sun
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Era Julio de 1997. Yo tenía 18 años, vivía en Sunset Park, Brooklyn, Estados Unidos, y no tenía un historial criminal. Tenía un padrastro con una adicción muy seria a la cocaína y al alcohol. El sólo hecho de saber que el iba a volver a casa después del trabajo me llenaba de miedo.Si yo veía televisión cuando él quería verla, me daba una cachetada, me ahorcaba y me pegaba tan fuerte en el estómago que me dejaba llorando en el piso y sin aire. Cuando no me comía todo lo que tenía en el plato, me restregaba los restos en la cara y me hacía arrodillar en una esquina, desnudo y con la cara contra la pared. Me obligaba a repetir: "Admito mi error, lo siento, señor".Mi padrastro no compensaba la culpa con regalos o cariño, como lo hacen algunos abusadores. En cambio, me obligaba a hacer cosas sexuales para complacerlo.Después de cada violación, sentía que mi vida no era mía.Empecé a consumir drogas para no sentir dolor y, dos años antes de ir a la cárcel, conocí a un niño llamado Steven, también conocido como Drama.Después de cada violación, sentía que mi vida no era mía.
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Me volví depresivo, paranoico. Empecé a cuestionar el sentido de mi vida. Contemplé la posibilidad de colgarme de la lámpara de mi baño, cortarme las venas o saltar de un puente. Decidí que iba a ponerme una pistola en la boca y apretaría el gatillo.En la noche que tenía planeado suicidarme, llamé a dos amigos —a uno para que comprara trago y a otro para que trajera marihuana—. Me dijeron que me iban a recoger a las 8:00 p.m..Mi mamá estaba en medio de un sueño inducido por la heroína cuando entré a su habitación. Abrí la puerta del clóset y empecé a buscar hasta que encontré una caja de madera. Adentro estaba la misma pistola con la que mi padrastro me amenazaba si le respondía o le contaba a alguien sobre el abuso.Cerré la caja y me quedé quieto un minuto. Después la volví a abrir, saqué la pistola, y me la metí al bolsillo. Sentí su peso contra mi pierna.
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Cuando llegué a su casa, ella se dio cuenta de lo borracho que estaba y me obligó a quedarme a dormir. Tan pronto ella se fue al baño, yo me fui.La idea del suicidio se hizo irresistible.Miguel y yo nos volvimos a ver con Israel, y les dije que me dejaran en el parque. Pararon en una tienda a comprar cerveza y cigarrillos antes de irse a sus casas.Salí del carro para respirar un poco. Mi cabeza estaba dando vueltas por la marihuana y el alcohol.Estaba tratando de asimilar mi entorno cuando, de pronto, vi un grupo de rostros que me resultaban familiares. Los monstruos de mi infancia estaban al asecho. Tenía mucho miedo. En ese momento, vi lo que parecía ser un híbrido entre Steven y mi padrastro, golpeándome y pateándome. Sus rostros se mezclaron en mi mente. Escuché cómo la sangre se me subía a la cabeza.
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Sentado en esta jaula oscura y apretada, sin poder dormir, atormentado por los recuerdos de lo que me trajo aquí, no puedo evitar odiarme a mí mismo por lo que hice. Por convertirme en uno de los monstruos.Todavía pienso en él, en Steven, y en el bullying que me hacía. Pero lo maté. Hoy, pienso que quizá él también tenía un padre abusivo. Quizá alguien también le estaba haciendo daño y por eso quería lastimarme. No lo sé.Pero estoy roto. Y no importa cuánto desee que esto no sea más que una pesadilla, la puerta de metal azotándose me recuerda que es verdad.Hoy, pienso que quizá él también tenía un padre abusivo. Quizá alguien también le estaba haciendo daño y por eso quería lastimarme. No lo sé.