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Cultură

IN-EDIT 2009: Marc Bolan y el Swingin' London

Lentos que somos, si en la primera entrada sobre el festival In-Edit señalábamos que había arrancado pocos días antes, en esta segunda tenemos que empezar diciendo que terminó ayer, cachislamar. La inmediatez, las...

Lentos que somos, si en la primera entrada sobre el festival In-Edit señalábamos que había arrancado pocos días antes, en esta segunda tenemos que empezar diciendo que terminó ayer, cachislamar. La inmediatez, las posibilidades de aquí-te-pillo-aquí-te-mato que ofrece Viceland se van una vez más al garete por culpa del factor humano y el factor bandarra. En fin, tanto da que del In-Edit 2009 tengamos ya que hablar en pretérito porque unas cuantas películas nos hemos visto y sus reseñas las publicaremos aquí de todas formas, que para algo estábamos acreditados y nobleza obliga. En esta segunda entrega de la saga in-editera damos cuenta de Marc Bolan: The Final Word, film que repasa la vida corta pero jaranera de Marc Bolan, el duende mod, luego folkie, luego hippie, luego glam y luego nada, y de Tonite Let’s All Make Love In London, veraz documento de que, más allá de los clichés sobre su condición de efervescente vivero cultural y crisol de una revolución juvenil y pop y blablabla, si algo caracterizaba el Londres de mediados de los 60 era la afectación, la fatuidad y la pose. Hala, p’adentro.

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El 16 de septiembre de 1977, dos semanas antes del que hubiese sido su trigésimo aniversario, Marc Bolan dejaba un cadáver probablemente nada bonito tras pegársela contra un arce el Mini en el que viajaba de copiloto. Irónico, pues nunca fue Bolan, Mark Feld en el registro civil, de esa clase de tipos que acceden a que les lleven: en vida, y desde jovencito, o llevaba él el timón de las cosas o de aquí nadie se mueve. Es un axioma del rock’n’roll que el índice de gloria póstuma es inversamente proporcional a la edad del fallecido, y a su juventud unía Bolan atractivo físico y unas cuantas canciones de pop chicletero que todavía hoy son infalibles a la hora de poner en ebullición a las nenas y más si van borrachas. Años antes de convertirse en ídolo mojabragas, el Bolan adolescente no terminaba de deshojar la margarita y hacerse músico, poeta, modelo o actor; un dilema existencial que compartía con su rival Bowie, el tipo ése que diez años después se partiría el pecho a su costa al caerse Bolan del escenario al final de una edición de su programa Marc. Sí, también tuvo su propio show en televisión, que condujo igual que todo en su vida: con una curiosa mezcla de cálculo, veleidad y diletancia. Además de un hippie (durante un tiempo lo fue, no nos vamos a engañar: lo dijo Senén Armengol en la presentación), Bolan fue un diletante, sigamos sin engañarnos. Tocó todos los palos que pudo a ver por dónde sonaba la flauta, le sonó esta por fin y además con fuerza suficiente como para derribar las murallas de Jericó, se ganó el favor de John Peel y luego lo perdió, lo mismo le pasó con el público comprador de discos, engordó, se convirtió en parodia de su propio personaje, se centró, adelgazó, empezó a repuntar y entonces va y se la pega contra un arce: toma leyenda al canto. The Final Word, documental al uso sin penas pero sin demasiadas glorias, nos presenta los hechos que desembocaron en dicha leyenda tirando de narración de Suzi Quatro, filmaciones de archivo y declaraciones de Tony Visconti (productor), B.P. Fallon (colega), Steve Harley (también), Gloria Jones (amante y conductora del Mini), Marc Almond (fan), Herbie Flowers (asalariado) y Roger Taylor, que pasaba por ahí.

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Y si Bolan se mostraba de joven indeciso al respecto de qué carrera emprender, no más claras tenían las ideas los protagonistas de eso que se dio en llamar el ‘Swingin’ London’, efímera microescena que mezcló moda, música, cine, sexo y, por encima de todo, mucho petardeo, y cuyas resonancias llegan hasta hoy en virtud de los cantos de alabanzas de personas que en muchos casos ni siquiera estuvieron allí. Resulta interesante que los líderes de esa, digamos, revolución, coincidan en sus respectivas entrevistas en decir, “No lo sé”. No lo sabe Mick Jagger, que bastante tenía con evitar que las fans que se le subían a la chepa le arrancaran un ojo; no lo sabe Andrew Loog Oldham, quien bastante ocurrencia tuvo lanzando a los Stones como alternativa malota a los angelicales Beatles; no demuestran las Dolly Girls (niñas pera) saber sobre mucho más que de faldas y discotecas… Aquel no sabe, éste no sabe, nadie sabe nada pero todos opinan. A tenor de lo que muestra Tonite Let’s All Make Love In London, parece como si en el marchoso soufflé londinense de 1967 todo quisque estuviera en la inopia, más o menos. La que más, Vanessa Redgrave cantando ‘Guantanamera’ en el que debe ser uno de los momentos más embarazosos de la historia del cine; los que menos, un Keith Richards que ya entonces era un crapulón de mucho cuidado y un Michael Caine que, avispado él, supo ver las grandes posibilidades que ofrecía el Swingin’ London de echar un casquete tras otro y sin tener que coger el coche. Julie Christie aporta algo de sensatez, mayormente porque se abstiene de filosofías de parvulario; Lee Marvin, rodando durante esas fechas Doce Del Patíbulo, aporta retranca y su rostro insuperable; aporta artificio David Hockney, él y tantos otros… Afortunadamente ahí están los insertos, breves pero agradecidos, de Pink Floyd, Stones, Eric Burdon y Small Faces. Y ahí también la perspectiva que ofrece el paso del tiempo: a finales de 2009, todos sabemos que faltaban sólo tres años para que Black Sabbath publicaran su primer disco y acabaran de un plumazo con tanta tontería.

TEXTO: JESÚS BROTONS

También pudimos ver 100 Pájaros, un documental sobre Los Rodríguez rodado en el 94 aunque permaneció inédito hasta hace bien poco (por qué será que AÚN nadie lo había estrenado). El documental narra la gira argentina de este grupo medio sudaca-medio españoluzo, que era el equivalente al Canto del Loco de los noventa, centrándose en la figura y el ego del ahora GRANDE (por voluminoso) Andrés Calamaro. La película dura apenas 70', justo el tiempo que deberá durar la agonía del ricitos antes de morir tras meterse mate de forma intravenosa para calmar el mono. Menos mal que se separaron. Siguiente película.

ADDENDUM: LA HIJA