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Cama, desayuno y fisting

La Fistinière es un idílico bed-and-breakfast que se distingue de cualquier otro B&B que haya en el mundo por el hecho de estar dedicado al fist fucking.

La Fistinière es un idílico bed-and-breakfast situado en los terrenos de una antigua granja en la campiña francesa, a unos 160 kilómetros al sur de París. Se distingue de cualquier otro B&B que haya en el mundo por el hecho de estar dedicado al fist fucking. Por la mañana, los huéspedes pueden disfrutar de un desayuno francés de gourmet y, a mediodía, dejar que les ensanchen el agujero del culo hasta límites inenarrables en una de las cinco salas privadas. Los más aventureros disponen en el ático de una "capilla del fisting" comunal en el que hay todo tipo de artefactos de aspecto medieval y un gran mural de tíos musculosos insertándose extremidades, cadenas y conos de tráfico unos a otros por el culo en toda clase de complejas, y dolorosas, posiciones. Los propietarios del lugar son Juan Carlos y François (ambos utilizan sólo sus nombres de pila), dos amistosos caballeros no tradicionales que remodelaron ellos mismos el edificio y se encargan de todas las operaciones del día a día excepto de las comidas (que prepara con todo cariño la hermana de François, Nelly). También tienen un gato llamado Fistouille, cuya traducción aproximada vendría a ser "mi querido fist fuck". Está claro que estos señores no son de los que temen ensuciarse las manos.

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VICE: ¿Cómo os conocisteis?
François: En una sauna. Nos enamoramos rápidamente. Juan me habló del fist fucking la primera noche que pasamos juntos.
Juan Carlos: Le puse a prueba esa misma noche. Tenía mucho talento, lo pilló al primer intento. Se sabe cuándo la mano de una persona está hecha para esto desde el primer contacto. Como cuando le estrechas a alguien la mano.

¿Por qué decidisteis abrir un hotel consagrado al fisting?
François: Disfrutábamos mucho montando orgías en casa y queríamos crear un lugar dedicado al fist fucking donde todo el mundo se sintiera como en casa. Un lugar acogedor y limpio.
Juan Carlos: Lo que queríamos era un lugar donde la gente pudiera hablar y donde no hubiera discriminación alguna por raza, edad, aspecto o tamaño de polla. Un sitio al que todo el mundo pudiera ir sin sentirse avergonzado por ser gordo, o incluso hetero.

El interior de la capilla está decorado con ejemplos del tipo de negocio que se lleva aquí.

La mayor parte de la población no está muy interesada en encajar un brazo en el culo de alguien, pero para quienes están metidos en esta práctica es casi una religión. ¿Qué tiene el fisting de increíble?
Juan Carlos: Descartando el tocar el cerebro de alguien con la punta de los dedos, es la más íntima relación que pueda haber. En el fisting estás tocando los intestinos de alguien, y a través de los intestinos, sus órganos internos. Es una práctica que requiere mucha atención. Es el acto de abrir la percepción de otra persona de un modo espiritual, y puede ser algo casi religioso. Yo creo en la magia del sexo.

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¿Cómo son vuestros huéspedes?
François: En internet he leído comentarios sobre nosotros como, "Hay que ser un bicho muy raro para ir a un sitio así". Por el contrario, la gente que se aloja aquí son personas que conoces: tu panadero, tu farmacéutico, el profesor de filosofía de tu hija, tu dentista, o el cirujano que operó a tu abuela.
Juan Carlos: Lo único que nunca hemos tenido es un padre con su hijo.
François: ¡Gracias a Dios! [risas]
Juan Carlos: Pero tuvimos a un hombre que llevaba una silla para bebés en el asiento trasero de su coche.

Juan Carlos y François posando en el exterior de La Fistinière con orgullo y alegría.

¿Qué clase de utilería puede encontrarse en la capilla del fisting?
Juan Carlos: Tenemos un espéculo de veterinario, de los que se utilizan para las vacas y las yeguas. Es muy útil para expandir el ano. También hay raquetas de tenis de mesa para jugar al "dick-pong" con los huevos y la picha. Tenemos bates de béisbol, que por supuesto están para introducírtelos en el culo, igual que los palos de golf y los bolos. También tenemos grandes conos de tráfico, de los que se colocan en las autopistas. Los utilizamos de asiento [risas]. Hay sogas y cuerdas de distintos grosores, para la práctica del bondage, y mazas, para percutir en el perineo y el ano. Cada vez que das un golpe con una de ellas, el ano se abre más. Ah, y la jaula sirve para encerrar a los chicos malos.

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Esto es un espéculo de veterinario. Se usa para expandir los orificios de los animales para las operaciones quirúrgicas y la inseminación. No puede faltar en las fiestas de los entusiastas del fisting.

¿Qué opinan los vecinos de todo este tinglado?
François: Nos reunimos con el alcalde para explicarle nuestro proyecto. Hace dos días vinieron unos policías para asegurarse de que no teníamos problemas de tipo homófobo, que es algo que nunca nos ha sucedido. Crucemos los dedos. A veces invitamos a la gente del pueblo a que vengan a tomarse una o dos copas para que vean que somos personas normales.

Hace un rato me contabas que el récord aquí lo tiene un tipo que llegó a introducirse 14 bolas de golf en el culo.
François: Sí, pero, ¿qué interés tiene eso? El fisting, para nosotros, no es una performance. Es una práctica para el placer.

Juan y François nos aseguraron que sus conos y bolos son lavados y esterilizados antes de cada inserción.

¿Nunca os habéis quedado impresionados por las "habilidades" de alguien?
Juan Carlos: Me puede impresionar la capacidad anatómica de alguien, sí. Una persona con un brazo entero dentro del culo, por ejemplo.

¿Y eso cómo funciona? ¿No se acaba el espacio?
Juan Carlos: Si la persona está tumbada sobre su espalda, el intestino va primero hacia la derecha, y después a la izquierda. El brazo sigue ese camino de forma natural. Eso sí, has de conocer la anatomía antes de hacer eso.
François: Nunca hemos tenido aquí un accidente. Si sabemos que alguien puede ser brutal, le tenemos vigilado. Aquí todos velan unos por otros.

¿Vosotros participáis en las "fist-ividades"?
Juan Carlos: Lo hacemos de vez en cuando. Podemos ponernos a toquetear a un tío, pero nunca estamos totalmente disponibles porque no podemos descuidar la vigilancia.
François: Llegamos a un punto en el que las cosas se torcieron mucho entre nosotros. Cuando abrimos La Fistinière y todo empezó a rodar, el trabajo apenas nos dejaba un minuto libre y eso casi hizo que rompiéramos. Lo hablamos mucho y ahora los dos tenemos un segundo marido. No están presentes todo el tiempo, pero cuando los vemos nos dan un placer extra. La Fistinière consume todo nuestro tiempo, estamos aquí todos los días del año, las veinticuatro horas. Entre la sala de juegos, el desayuno, limpiar y todo lo demás, hay días en los que nos encantaría poder escapar.

ENTREVISTA DE CLARISSE MERIGEOT Y PAULINE MAGNENAT
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