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Historias Nocturnas

La primera vez que estuve en una celda

Tengo 16 años. Estoy acostado boca arriba con los ojos cerrados. La cabeza me da vueltas. Giro hacia un lado para vomitar y cuando abro los ojos me doy cuenta de que estoy en el piso de una fría celda. No estoy seguro de por qué estoy aquí.

Tengo 16 años. Estoy acostado boca arriba con los ojos cerrados. La cabeza me da vueltas. Giro hacia un lado para vomitar y cuando abro los ojos me doy cuenta de que estoy en el piso de una fría celda. Es la primera vez que me encuentro en una y no estoy seguro de por qué estoy aquí.

Recuerdo una botella de ron Bacardi. Recuerdo parcialmente haber ido a una fiesta, haberme desnudado y haber seguido a mi erección por todos lados. Recuerdo a una chica que le dio un cariñoso abrazo a mi pene. Traía el convertible Oldsmobile de mi papá y me gustaría saber dónde lo vi por última vez. Me retuerzo por las ganas de vomitar y un anciano que está en la misma celda, recargado en los barrotes me grita: “¡Oye, no vayas a vomitar todo el piso!”

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Vuelvo a retorcerme por las ganas de vomitar pero no sale nada. Me arrastro de rodillas al excusado pero está tan asqueroso que me doy la vuelta, me trago mi vómito, me siento y recargo la cabeza sobre mis rodillas. El anciano se sienta en una de las literas de metal. Apesta a cigarro y a alcohol. Me dice que estoy aquí porque bebí demasiado. “No jodas. ¿En serio?”.

Somos cinco dentro del centro de desintoxicación. Dos chicos negros se adueñaron de una esquina; están recargados en los barrotes mientras fuman unos Kool sin filtro. Ellos no voltean a verme ni yo a ellos. Supongo que mi padre vendrá a pagar mi fianza para sacarme y va a estar más confundido que enojado. No entiende la rebeldía adolescente y nuestros conceptos de diversión son totalmente opuestos.

Después de acostumbrarme a la peste del anciano, me doy cuenta de que no es un mal tipo. Me cuenta que solía ser vaquero y que tenía un Cadillac. Dice que salió del país para pelear en la Segunda Guerra Mundial y que vio a un hombre recibir un disparo en la cabeza. También me cuenta que una vez vio a una mujer cogerse a un pastor alemán. Le digo: “Sí, yo también, en una película en la parte trasera de una tienda de motocicletas”. Tiene una bolsa con tabaco y sábanas y me enseña como enrollar un cigarrillo. Toda mi vida voy a hacer mis porros de esta manera. Los policías no me registran en el sistema y me dejan salir cuando llega mi papá a las 9AM. Salgo con una advertencia. A nadie le importa más que al policía que me arrestó. Me dice que la próxima vez me va a partir la madre.

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Un par de meses después mis padres se van de vacaciones y mi ex novia, Suzy, viene a mi casa para que le devuelva un portarretratos con su fotografía porque se la va a dar a su nuevo novio. Nos besamos un rato y me tomo cuatro o cinco latas de licor de malta. Luego abro otra lata, la pongo entre mis piernas y enciendo el auto para ir a recoger a mi novia actual, Nancy. Conduzco un Volkswagen modelo 1954 que sólo cuenta con tres velocidades, una mini ventana trasera y no tiene medidor de gasolina. Choco con la parte de atrás de un Buick en el cruce más concurrido de la ciudad y arruino la parte delantera de mi Volkswagen, pero el Buick no tiene ni un rasguño. Intento huir con mi auto herido pero de pronto aparece el mismo policía de la vez pasada, forcejeamos y termino esposado en el asiento trasero de la patrulla.

Fiel a su palabra, en el estacionamiento de la estación de policía, los oficiales me patean con fuerza y se ríen cuando caigo. Este policía es conocido porque siempre está cerca de los lugares que frecuentan los adolescentes y persigue a idiotas como yo. En los separos no cambiaron mucho las cosas. Hay dos chicos negros y dos ancianos blancos, un excusado tan asqueroso que nadie quiere cagar en él y un fuerte hedor corporal.

Se escucha un eco de melancolía a través de las celdas y de pronto escucho a mi mejor amigo Spike gritando: “A huevo, enciérrenme, pinches puercos”. Un par de policías abren una celda y meten a Spike a empujones. Spike se está carcajeando. Es evidente que está mucho más ebrio que yo. Me dice que vino con Nancy cuando se enteraron de que me habían arrestado. Dice que vino a sacarme. Yo le respondo: “Genial, ¿cuál es el plan?”.

Esta vez ya estoy fichado. Ahora tienen mi huella digital y mi fotografía de frente y de perfil. Voy a juicio unas semanas después y llevo conmigo a dos testigos: Suzy y Nancy. Suzy dice que estuvo conmigo antes de que me arrestaran y Nancy dice que me vio en la estación de policía justo después del arresto. Las dos confirman que estaba sobrio y que estaba comportándome bien. Cuando me toca declarar, apenas puedo contener la risa durante el juramento con la biblia, aún así juro decir nada más que la verdad. Le aseguro al juez que el policía está mintiendo y que le gusta molestar a los adolescentes. Cuando es el turno de que el policía declare, dice que durante la noche en cuestión yo estaba ebrio y fuera de control. Que era un peligro para mí mismo y para los demás, un infractor reincidente. El juez, quien caza codornices con mi padre, es incapaz de tomar una decisión y al final abandona el caso. Nancy y yo dejamos estacionado su Mustang en el bosque, tomamos la sábana del asiento trasero y cogemos toda la tarde bajo el sol.

El oficial esta inconforme con el veredicto. Me dice que la próxima vez me va a dar una paliza mucho más dura y que no voy a volver a salirme con la mía. De vez en cuando, se estaciona al final de la calle donde vivo y apaga las luces de su patrulla. Una noche paso a lado de él en mi motocicleta a más de 60 km por hora y le aviento un cigarro prendido a su parabrisas. Sigo adelante. Me salgo del camino y atravieso una serie de patios. No hay forma de que me atrape. Un año después, me voy de la ciudad en busca de un mejor clima. Casi 50 años después, debe estar muy viejo o muy muerto.

El primer libro de Scot, Lowlife, se publicó el año pasado, y su biografía, Curb Service, ya está a la venta. Puedes encontrar más información en esta página.

Lee más de Scot Sothern en su columna Historias Nocturnas.