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Kobe Bryant: especialista en teatro, no en matemáticas

Su último juego, 60 puntos con 50 tiros, fue una muestra de lo que hizo durante la carrera profesional. La NBA ha vuelto este estilo de juego un anacronismo. ¿Es eso bueno o malo para el deporte?

Es posible que no vuelva a haber otro Kobe Bryant. ¿Muy cliché lo que digo? Sí, lo es: los periodistas tendemos a repetir la misma frase y variar el nombre cada vez que un gran atleta se retira.

Sin embargo, en el caso de Bryant, la afirmación probablemente sea verdad. En caso de que seas un fan del basketball, es importante que entiendas por qué.

Bryant era un monstruo, pero, sobre todo, un talento muy raro. Jugadores con sus mismas habilidades y capacidades competitivas vienen y van al menos una vez por década y se quedan jugando por dos. Sin embargo, y haciendo a un lado su brillantez dentro de la cancha, hay una razón más por la que no veremos jugadores como él: la NBA no quiere más "Kobes Bryants".

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Y claro que la liga necesita (y pide) jugadores de su nivel: necesita un buen contenido para poner en un televisor y venderlo. Sin embargo, cuando miramos la forma en que las nuevas estrellas juegan este deporte, es improbable ver algo que sea parecido al juego de Kobe. ¿No? ¿Sesenta puntos con 50 lanzamientos, como los que el jugador de 37 años hizo para Los Ángeles Lakers el miércoles en la noche? No esperen a alguien parecido, por favor.

El basketball contemporáneo ha puesto su foco en la eficiencia y ha dejado el estilo de Kobe a un lado, como si se tratara de una especie de anacronismo. El juego se ha ido más de este lado: confiar en la capacidad de romper barreras con un disparo de larga distancia, como los del mágico Steph Curry, o esperar que el azar se disminuya a su mínima expresión, como cuando James Harden toma las riendas.

Miren, yo sé que Bryant no es el último ejemplar que sale de una línea de ensamblaje de carros lujosos. En la NBA hay un disperso grupo de aleros que imitaron su ejemplo, desarrollando por sí mismos lo que ellos creían debería ser el juego. ¿Por qué digo esto? Rudy Gay, que se enfoca en el aislamiento y las jugadas individuales, aparentemente perfeccionadas por Bryant, lo han hecho a él un símbolo de lo que pudiéramos llamar el juego pre-analítico.

Sin embargo, y a pesar de que queden jugadores con dichas características, las cosas están cambiando. Rápidamente. A diferencia de, digamos, Dwyane Wade o Carmelo Anthony ––probablemente las últimas estrellas parecidas a Bryant–– hoy en día se espera de los jugadores de esa misma posición el hecho de que creen espacio a través de una habilidad para hacer tiros de corta y larga distancia. Observen: el progreso percibido en personajes como Giannis Antetokounmpo o Andrew Wiggins, incluso en Ben Simmons, dependerá, en gran medida, de su habilidad de hacer tiros de tres puntos.

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Foto: Robert Hanashiro / USA TODAY Sports.

Cuando Bryant empezó a adquirir relevancia, para finales de los 90, en contraste con lo que pasa hoy, este tipo de trabajo en el campo estaba relegado a los especialistas del llamado spot-up, jugadores no muy talentosos para ––como se decía en la época–– "fabricarse su propio tiro". El éxito de anotadores como Dominique Wilkins, Clyde Drexler y, sí, Michael Jordan, es haber creado alrededor de sí un formato en el que cumplieron el papel de echarse al hombro a equipos competitivos. Esa forma de jugar, que encajó perfectamente en el marketing enfocado en las estrellas que ha diseñado la NBA, con aliados como Nike, Gatorade y McDonald's, era simplemente un bono.

Y dentro de esta narrativa de notables, la victoria estaba determinada tanto por la voluntad como por el talento. Los resultados basados en el esfuerzo y fortaleza mental del jugador han cambiado por los que confían en la habilidad de hacer canastas mientras se gana tiempo. Pregúntense por qué, en la temporada 2000-2001, todo jugador de perímetro tenía al menos 25% de la posesión de balón de su equipo entero.

En comparación, solamente cinco de los 25 jugadores que ocupan esta posición han hecho lo mismo entre 2015-2016. Las normas del llamado "MoreyBall" ––la explico: si no lanzas un balón para hacer una cesta de tres puntos, al menos lleva el balón al borde, porque las matemáticas así lo dicen–– han sido adoptados a lo largo y ancho de toda la liga.

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La práctica de Kobe Bryant de hacer jugadas largas y buscar un tiro después de escaparse de los rivales no es visto como algo positivo.

Mal disparo. Excepto cuando va adentro de la canasta. Photo by Gary A. Vasquez-USA TODAY Sports

Entonces: la versión del juego que hizo de Bryant una estrella está muriendo. La eficiencia favorece los tiros de tres puntos o los que se hacen a quemarropa. Las zonas defensivas modernas desincentivan el uso del aislamiento y favorecen el movimiento rápido de la pelota y, de la misma manera, han valorizado mucho más a quienes hacen puntos desde la quietud a los que se meten en la montonera con el balón en la mano.

Ese es el costo de que la NBA haya privilegiado una búsqueda por una fungible, casi cronométrica, eficiencia petimetral.

Es posible que Kobe Bryant no haya jugado siempre de la forma correcta, pero siempre era emocionante o aterrador verlo jugar (depende de cada tendencia filosófica). Y eso también importa. Si su estilo muere, se va por completo la variedad individual que le da cierto tipo de expresión dramática a la NBA. La pregunta es: ¿es eso lo que queremos?

El último juego de Kobe. Photo by Robert Hanashiro-USA TODAY Sports

Entiendan algo: no soy un fanático insoportable de Kobe Bryant. Yo crecí como un fan de los Boston Celtics, y estoy empapado en lo que hoy llaman "el movimiento analítico". Esa ecuación me convierte, más bien, en una persona que puede llegar a odiarlo.

De todas formas, puedo reconocer que la NBA lucirá más pobre sin Bryant. Incluso teniendo encuentra algunos de los deslices que cometió en su vida personal, la liga extrañará la idea de Bryant. Una línea en la que haya un 3 man corriendo mientras la bola va de lado a lado puede ser una gran estrategia ofensiva pero, también, un poco aburridor, porque el basketball es, de todas formas, un ejercicio imaginativo.

Los números muestran ––se los juro, los números lo muestran–– que la reputación de Bryant de ser un asesino del último minuto es un mito. ¿Pero acaso eso le quita la emoción que generó cuando, en un momento decisivo, rebasaba por tres magníficos puntos al equipo contrario? La NBA necesita más jugadores así. Necesita empuje y suspenso. Estrellas que jueguen a la probabilidad, por supuesto, pero también algunos que fabriquen rutinas improbables. Confiar en Bryant era saber que iba a hacer un disparo difícil (a veces terrible) pero era también estar en vilo: ese momento que hay antes de que la montaña rusa caiga en picada.

Eso es, justamente, lo que nos hace volver a ver un juego.