Cuando llevamos algún tiempo consumiendo mariguana, se va perdiendo el tabú que puede existir alrededor de ella y descuidamos algunas cosas que solían ser vitales para ocultar nuestro hábito: dónde la escondemos, los lugares donde fumamos, y hasta nos da igual que la gente sepa que estamos bien pachecos. Así que, tarde o temprano, a todos nos descubren; en algún momento cometemos un error y nuestros amigos, pareja, o familiares se dan cuenta que cada vez que cocinábamos a las tres de la madrugada con los ojos rojos no era falta de sueño.
Siempre me sentí seguro llevando mota al departamento de mis padres, porque creía tener un buen escondite en mi recámara y que todo estaba bajo control. En las noches, cuando me daban ganas de ver cualquier documental o película de Netflix, mi rutina era subir las escaleras hasta la azotea y fumar de una pipa que me regaló mi ex novia, para no dejar mucho olor.
Una noche no quise subir a fumar y preferí hacerlo en mi baño, ya que mis papás estaban dormidos y era un poco tarde. Abrí la ventana, fumé de mi pipa, la guardé en su escondite y me fui a seguir viendo Better Call Saul. En mi mente todo estaba bien y no había quedado ni rastro ni olor de la mariguana.
Un rato después escuché unos pasos acelerados acercándose a mi recámara: era mi papá. Él se levantó de su cama bastante agitado para gritarme "Yo sabía que estabas fumando droga. Tuve una pesadilla en la que te vi fumando y me desperté asustado. Fue una corazonada de padre y no me equivoqué; toda la casa huele a droga".
Yo tenía los ojos rojos y la excusa que di por el olor no tenía sentido alguno: dije que era del pollo frito que se estaba cocinando. Así que, oficialmente, mi papá me había descubierto fumando mariguana por primera vez. Se fue muy enojado a la sala principal del departamento y agarró la Biblia que estaba justo al entrar. Buscó un —no recuerdo cuál— y empezó a recitarlo en voz alta por bastante tiempo; diría que dos horas.
Ver a mi padre a las dos de la mañana leyendo versos de la Biblia mientras yo estaba muy pacheco fue una escena que me marcó y cada vez que puedo se la cuento a mis amigos. Que alguien te descubra consumiendo cualquier tipo de drogas es un momento muy incómodo; la relación cambia por unos días y ves en su mirada una especie de decepción.
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Algunas personas nos contaron cómo los descubrieron fumando mariguana.Cuando estrenaron el Ipad, lo compré porque parecía de verdad algo del futuro. También me ayudaba en la universidad, así que pensé que era una buena inversión. Mi mamá, al comienzo, no entendía mucho cómo funcionaba, pero fue aprendiendo lentamente a usar sus funciones además de usarlo para ver fotos de familiares en Facebook.
En esa época, estaba muy de moda Candy Crush, y mi madre cuando lo descubrió —gracias a recomendaciones de sus amigas—, se volvió adicta; pasaba más de la mitad del día jugándolo. Yo ya me había hecho a la idea de que el Ipad suyo: al final la hacía feliz y se entretenía mucho. Nunca abrí Whatsapp ahí, pero sí Facebook; ya que mi mamá no tenía un perfil en ese entonces y veía las fotos de nuestros familiares en el mío.
Un día, usando mi laptop desde mi recámara, me di cuenta que mi dealer estaba conectado en el chat y le escribí para que me trajera a la casa unos gramos de mariguana. Mi madre estaba en su recámara con el Ipad, así que pensé que jamás se daría cuenta. El error estuvo en no cerrar en el Ipad la aplicación del FB chat, la cual olvidé por completo que mandaba notificaciones a la pantalla cada vez que alguien te hablaba.Así que cada mensaje que intercambiaba con mi dealer le aparecía en la pantalla del Ipad a mi madre. Era como un streaming en vivo de su hija comprando drogas. Bajé a buscar mi mota y cuando subí, mi mamá me estaba esperando en la cocina con el Ipad en la mano y cara de pocos amigos. Lloró mucho, me dijo que lo último que pensó de mí era que sería una "drogadicta".
Por un tiempo estuve castigada. Me vigilaba todo movimiento, y me hizo borrar a mi dealer de Facebook. Luego me di cuenta que en las búsquedas de Google del Ipad, estaban "qué hacer si mi hija fuma mariguana" y "cómo se curan las ganas de fumar mariguana".
—Lorena, 26 años.
Mi mamá tomó mi Ipad y leyó una conversación con mi dealer
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