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Música

La Troja: 51 años del tesoro vinilero de la salsa en Barranquilla

El famoso estadero de la salsa en Barranquilla, aterriza en Bogotá para ponernos a azotar baldosa hasta dejar la pista empapada de sudor.

Fotos tomadas del video de YouTube La Historia de la Troja, Marco Perez Zapata. 1 de febrero de 2015.

Barranquilla, la arenosa o la puerta de oro de Colombia, es una ciudad que creció sin una fundación colonial. Ha sido su historia y su carácter de epicentro intelectual, cultural y cosmopolita, aquello que se ha encargado de arrojar los enclaves que marcan el pulso de su vida. La # 100, el amanecedero histórico de Ralphy; Taboja, núcleo de la noche bailable; La Cueva, donde Gabriel García Márquez se tomaba sus tragos; o la inigualable Troja, una organización musical con una de las más finas curadurías de salsa del país, los lugares que han enrutado su caminar.

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La Troja le hace honor a la definición de la palabra: es una empalizada que, a punta de una alucinante colección vinilera, se ha puesto alrededor de la noche para mantener erguida la cultura salsera de la ciudad, y del país, marcando el camino para que el tronco afrocaribeño siga creciendo.

Nos cuenta el mismísimo Edwin "Guayacán" Madera, director y fundador de esta organización, que para el pre carnaval de 1966, exactamente el 26 de febrero, un grupo de pelaos de clase alta barranquillera, bautizaron a la Troja como su base de operaciones. Lo hicieron con un acto fundacional, marcando en un pedazo de cemento fresco tanto sus nombres como el del sitio. Luego del carnaval, fue un mesero del country club quien quedó responsable de la improvisada choza. Él era quien atendía a los pelaos durante las fiestas, siempre bien puesto, siempre con sus zapatos de charol y su camisa planchada. Sin embargo, quizás porque se alejaba de su estilo, decidió no involucrarse y se lo cedió a su paisana Doña Zunilda Velásquez de Madera.

Y ahí empezó la vuelta. Las vueltas.

Doña Zunilda había llegado con sus hijos de Cereté, Córdoba, y se dedicaba a vender almuerzos en las construcciones del sector. En su matriarcado, el lugar pasó a ser un "floreciente expendio de fritos, agua de panela, y chicha de arroz y de maíz", cuenta Edwin. Luego, con la venta de cerveza fría y un equipo de sonido pequeño, el local, que era llamado entonces el "Kiosquito ABC", ofreció a su variada clientela una selección de discos que iba desde vallenatos y salsas, hasta porros y tangos, además de transmitir cada domingo los partidos del Atlético Junior narrados por "El Campeón" Édgar Perea.

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Fue entonces en 1981, ante la muerte de doña Zunilda, que Edwin Madera concibió el siguiente paso de esta historia: La choza pasaría a ser la organización musical La Troja, en honor a la vida de su madre. Salsero de vocación, profundamente marcado por el concierto que un año antes dio la Fania All Stars y Tito Nieves con el Conjunto Clásico en el Estadio Romelio Martínez, Edwin comenzó a armar el estadero con "El mejor ambiente salsero", sacando de la discoteca todos los elepés que no fueran de ese género. En total se quedó con treinta y tres vinilos que marcaron el inicio de una colección que hoy ya está por los diez mil, y que incluye además una espléndida selección de músicas Caribeñas, Antillanas y de la costa occidental africana.

Hoy, como organización, cuenta con una emisora de radio por internet, además de gestionar eventos alrededor de la música y la cultura afrocaribeña. El camino ha sido largo. Dice Ana Mile Madera, hija de Edwin, que su papá fue mucho tiempo el todero del establecimiento y que fue con mucho esfuerzo que logró armar un equipo de trabajo. Recuerda ella, por ejemplo, que "antes no era bien visto que una mujer asistiera sola a La Troja, y que no se daba tanta interacción entre gente de distintas clases sociales. Ahora es normal ver una mesa llena de mujeres, y ver el señor que te vendió la camisa en el almacén en la mesa del lado del alcalde ". Hoy es una institución que se une entorno a la música.

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La Troja llega a Bogotá:

A ocho días de su quincuagésimo primer aniversario, y en plena guacherna carnavalera en curramba, una delegación de la organización musical La Troja está empacando un montón de vinilos para venir a dar una lección de bacaneria a la "Bogotá mejor para todos". La cita es en el bar La Pielroja, a medio camino entre las salas y pasillos del Museo Nacional y las gradas, los tendidos y las andanadas de la Plaza de Toros La Santamaría. Es el sábado 18 de febrero, un día antes de que la Policía nos quite el pedazo de ciudad que se les reserva a los taurófilos. Ese día Nelson García Pertuz y Mauricio "Mao" Meléndez, los magos de la programación musical de La Troja; con la complicidad capitalina de Andrés Aceves, de Radio Mixticius, van a abrir desde el Centro Internacional los surcos por donde nos han llegado del mundo las músicas mestizas con influencias de la tradición africana.

Esta será una clase para desandar los pasos de nuestra herencia popular afrocaribeña a punta de una portentosa colección de salsas, acompañados de una refinada selección de champetas criollas, konpas haitianos, soukous congolés, highlife ghanés, y más. Si la semana pasada algunos bogotanos no podían creer el calor, este sábado es probable que la sensación térmica los termine por chiflar.

En palabras de Andrés Aceves, Dj Mixticius, compartir con La Troja "será una gran experiencia porque significa el encuentro con un gran profesor". En esencia, la labor de Radio Mixticius de sintonizar las músicas migratorias y atender sus transformaciones en movimiento, ha sido posible por lugares como La Troja que le han metido cuerpo al asunto, han sido palenques de la herencia y puertos libres para el tráfico, puntos de encuentro para el baile y la escucha, centrales de la vaciladera y la investigación.

Al estadero La Troja le debemos la vista privilegiada que nos ofrece del paisaje musical colombiano, además de ser la empalizada de nuestro tronco musical afrocaribeño, es la garita desde donde se divisan nuevos senderos que nos toca ahora a nosotros recorrer.

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