Tania siempre ha querido ser mamá, y ahora que puede espera con ansias vivir esa experiencia por primera vez. (Imagen por Jaime Barbosa/¡Pacifista!)
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El fusil que antes colgaba de un clavo a la entrada de su "caleta", como le dicen a los dormitorios en la guerrilla, lo entregó cuando supo que no lo iba a necesitar más. Sólo le queda el morral militar, que es su única pertenencia. Los guerrilleros llevan su vida en la espalda, por eso, si mañana tuviera que desarmar el cuarto, en la maleta le cabría todo lo que tiene: dos cobijas que la calientan en la heladas típicas de la cordillera, unas botas de caucho y otras de cuero, un par de mudas de ropa de civil y un camuflado, una cartuchera con colores y un libro para pintar, y una cuchara de acero inoxidable que es el único recuerdo que le quedó de su gran amor: el guerrillero con el que atravesó el Cañón de las Hermosas protegiendo a Raúl Reyes. El resto son sólo adornos con los que ha hecho de ese lugar el próximo hogar para su hijo, un hogar en medio de uno de los campamentos del frente Franco Benavides en las selvas de la Cordillera Occidental. "Yo no tengo casa. No tengo a nadie ni nada fuera de aquí."'Yo no sé cómo son las cosas afuera, ni siquiera sé como se cría a un bebé'.
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Su suerte está ligada a las de las FARC. Su vida está al lado de los compañeros que han ido y venido en su vida, caras antiguas y otras a las que apenas empieza a conocer, pero al fin y al cabo todas hacen parte de la gente con la que creció, siempre con el camuflado y el fusil. "Mi familia es esta: Juana, Julieth y los muchachos (de las FARC). Ya no sé si mi familia de sangre me quiera porque hace tanto que me fui que ya no sé si me reconozcan. Yo he salido en videos por la televisión y ellos nunca han venido a preguntar por mí… no sé si es porque mi mamá es cristiana… De pronto hasta es mejor así, porque es capaz de que, si me ve embarazada, me va a decir que lo único que me dejó la guerrilla fue un barriga". Tania nació hace 27 años en una casa ubicada a siete horas de Ibagué. En un pueblo tolimense lejos del pavimento, en donde su papá construyó el rancho en el que crecieron los seis hijos de Rosa, su mamá.
Tania ingresó a las FARC cuando nació su última hermanita. Se escapó porque ahí eran pocas las opciones para una niña de quince años que quería comerse el mundo. No había luz eléctrica, su papá cultivaba pero con lo que sacaba de la tierra no le alcanzaba para alimentar bien a tantas bocas. El campamento se convirtió en su escudo, el refugio de Tania, pues ella ha aprendido a hacer la vida acompañada, a despertarse con el bostezo del vecino, a escuchar los gemidos de la pareja del lado, a confiarse de que siempre hay alguien preparando la comida para los demás.'Ya no sé si mi familia de sangre me quiera porque hace tanto que me fui'.
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El asombro que le produjo saberse embarazada aún la acompaña: "yo me metí en uno de los chontos (baños) del campamento. Sola. Oriné, y cuando vi que aparecieron las dos rayitas me quedé sentada. Asustada, porque no sabía ni qué pensar. No sabía ni a quién contarle. Al rato salí y no volví a probar bocado del miedo tan intenso que sentía. Me puse flaca, más de lo que soy". Hace seis meses ella decía: "yo para que voy a traer hijos a este país como está de complicado, además uno no sabe si de pronto mañana se vuelva a prender esta guerra y ¿qué se pone a hacer uno con un niño?". Pero los meses de tregua de este año y el cese al fuego bilateral, le dieron la fuerza para decidirse.'Me dio miedo el rechazo de las otras muchachas pero también del papá'.
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Entró dispuesta a cumplir todas las reglas. Rápidamente aprendió a disparar en el blanco. Se convenció de las normas, del "código de honor" —como lo llaman adentro—, y creció como una guerrillera fiel, sobretodo, al comandante del bloque Occidental, Pablo Catatumbo. Hizo de todo, menos contradecir las reglas, entre las que estaba planificar. Cumpliéndolas con obediencia ascendió hasta comandante de escuadra. Por eso cuando confirmó su embarazo se asustó. "Me dio miedo el rechazo de las otras muchachas pero también del papá, porque yo en el fondo sabía que eso no le iba a gustar. Igual desde ese momento nunca se me cruzó por la cabeza el aborto. Esa ya no era una opción". Le tuvo miedo a todo, al desamor; a la soledad. Porque el "amor libre" que se vive en la guerrilla, gracias a la fragilidad de los vínculos humanos que se da en la guerra, hace que las relaciones de pareja muchas veces se vuelvan desechables. Ella no quiere correr la misma suerte.Colombia firma por segunda vez la paz y ahora no habrá plebiscito. Leer más aquí.
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La situación no es fácil para Tania ni para los comandantes porque muchos de ellos tampoco saben cuál será la suerte de esos niños. No se ha dado una orden general desde el Secretariado, entonces cada campamento ha manejado cada caso de manera individual. "Yo no sé cómo voy a hacer cuando se empiece a acercar la fecha del desarme. No quiero estar sola fuera del campamento". Lo que más la ilusiona es el nombre que le pondrá a su hijo, tal vez porque el suyo no lo pronuncia en voz alta desde que se fue de su casa hace 12 años para convertirse en la que hoy todos conocen como Tania."¿Cómo es eso del bautizo?, ¿eso tiene que ser en una iglesia? Porque yo quisiera que fuera aquí, con todos, y no sé si toque traer a un cura. Yo a veces rezo pero no le rezo a nadie. Sólo rezo. Entonces no sé… ¿Qué será lo mejor?". A ella le preocupan más los detalles del bautizo que el registro civil. Se imagina todo blanco con velas y flores como el altarcito que ha diseñado en su habitación. No piensa mucho en los pañales, ni en la leche porque todavía no se ha dado cuenta de que eso afuera es una responsabilidad.Cierra los ojos después de quedar a oscuras dentro del toldillo. Se duerme imaginando el calor del recién nacido y su llanto a media noche rompiendo el silencio de la selva. Su perra Mandala, un pastor siberiano, duerme afuera en una casita de madera. Tania está armando una vida para quedarse con ella y con la única familia que tiene: las FARC.Sigue a VICE News En Español en Twitter: @VICENewsEs'Yo no tengo casa. No tengo a nadie ni nada fuera de aquí'.