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Drogas

La adicción a la heroína no empieza por las drogas prescritas

Tal como en los ochenta, los gringos están yendo directamente a la heroína, saltándose la prescripción de opiáceos. Lástima que sus políticas públicas no reflejen lo anterior.
(Foto por Spencer Platt/Getty Images)

Jeremy Lesser es una de las caras de la creciente crisis de opiáceos de Estados Unidos. Con dos años de rehabilitación encima, Lesser tiene 27 años, es blanco, y viene de una familia de clase media de Nueva Jersey. Él no empezó su proceso de adicción consumiendo fármacos de opiáceos recetadas por su doctor, ni gracias a un amigo o familiar a quien sí se las hubieran recetado. En vez de eso, su primer opioide fue directamente la heroína.

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Muchos gringos ya han escuchado la triste historia del adolescente blanco, quien inocentemente ingiere un medicamento prescrito por su médico, quien está influenciado por la industria farmacéutica. A menudo este tipo de historias concluye con una adicción a la heroína: un chico bueno, accidentalmente convertido en adicto, devenido a criminal, con riesgo incluso de muerte.

Así, la convicción mayoritaria sugiere que el camino para adquirir una adicción a la heroína es a través de las prescripciones (aunque hay evidencia que demuestra que no es así). Pero nuevas investigaciones e historias como las de Lesser, señalan que el camino hacia la adicción está cambiando: justo como yo lo hice en los ochenta, los consumidores de heroína en Estados Unidos parecen estar yendo directamente a las drogas, evitando su paso por los fármacos.

Dato que no parece perturbar a los diseñadores de políticas públicas.

Si bien una denuncia del Washington Post junto a 60 minutes logró frustrar la problemática nominación de Tom Marino como el zar de las drogas el pasado martes, su descubrimiento clave (que el lobby farmacéutico ayudó a reducir el poder de la DEA de acortar el suministro de prescripción por fármacos) falló en mostrar que al hacerlo sin ofrecer ningún tipo de tratamiento médico, podría acelerar el consumo de heroína y fentanyl.

Este reducido enfoque que apunta a la prescripción de drogas como factor determinante en la crisis de opioides en Estados Unidos, es extensamente compartido por el gobierno. En una reciente audiencia del Congreso, el comisionado de la administración de alimentos y medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés), Scott Gottlieb, testificó que "la mayoría de las personas desarrollan su adicción después de recibir fármacos por una condición clínica", según USA Today.

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También el Centro para el control y prevención de enfermedades (CDC), incluso antes de que Trump llegara a la presidencia, resaltó el hecho de que la gran mayoría de consumidores de heroína de hoy, fueron previos consumidores de opioides prescritos. Y para acabar, un grupo bipartidista de fiscales generales de estado, más temprano este mes, sacó una carta diciendo que "a menudo se desarrolla adicción a los opioides a través de un uso clínico, con ninguna intensión por parte del paciente de engancharse en algún tipo de comportamiento abusivo, simplemente por las propiedades adictivas del opioide".

Más allá de que esta sea ciertamente una mirada excesivamente simplificada del escenario, el hecho es que el las propias estadísticas del gobierno muestran cómo las mayoría de personas que empiezan a hacer un uso indebido de estas sustancias, lo hacen con prescripciones que no eran suyas. Ese mito del chico blanco inocente evocó una política pública que se enfoca insaciablemente en reducir el acceso a los servicios médicos, a pesar del daño que esto puede causar a los pacientes con dolor crónico y severo.

Con Donald Trump previsto para declarar la próxima semana a la crisis de opioides como una emergencia nacional, es un buen momento para hacer un balance de qué puede salir mal con la ofensiva contra las prescripciones y cómo podría mejorarse.


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Nuevas investigaciones han señalado que el recorte en el suministro de prescripciones no ha cambiado ni siquiera la iniciación en opioides, solo ha cambiado qué tipo droga se probará por primera vez. Un estudio publicado este año, con una muestra de alrededor de 6.000 personas tratadas por desordenes por opioides en Estados Unidos en un periodo de diez años, encontró que en 2005, solo el nueve por ciento de nuevos usuarios reportaron haberse iniciado con heroína. Para 2015, sin embargo, este número se había triplicado.

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Si bien la mayoría de usuarios aún tiene su primera prueba con opioides gracias a varios medicamentos recetados, la heroína es ahora el opiáceo individual más común consumido por las personas que están experimentando por primera vez con este tipo de drogas.

"El esfuerzo de suministros paralelos está empezando a mostrar su efectividad en curvar la prescripción de opiáceos, que es tan elogiable como necesaria", dijo el coautor del estudio, Matthew Ellis, epidemiólogo de la Universidad de Washington en St. Louis. "Sin embargo, haciendo uso de la analogía del globo, cuando aprietas un lado, el otro se expande".

"Tiene todo el sentido que en un contexto de supresión de las prescripciones, las personas empiecen a buscar fuentes de opiáceos alternativas", añadió Leo Beletsky, profesor asociado de derecho y ciencias de la salud de la Universidad de Northeastern en Boston, quien señaló que si no se alude a los verdaderos factores que explican la demanda, como la desigualdad, las enfermedades mentales, la desesperanza y la sustitución no va a ser una sorpresa.

En otros palabras, la ofensiva contra las drogas prescritas no ha detenido a las personas de iniciarse en el consumo de opioides. De hecho, puede que solo las esté dirigiendo a que experimenten por primera vez con la droga más peligrosa del mercado negro.

Otro estudio recientemente publicado en Health Affairs, mostró que mientras el número de admisiones en hospitales, relacionadas con sobredosis por prescripción, cayó alrededor de un cinco por ciento entre el 2010 y 2014; el número de admisiones por heroína incrementó en un treinta y uno por ciento cada año, entre 2008 y 2014. De manera similar, las estadísticas del CDC muestran que mientras el rango de prescripciones de opiáceos tuvo un punto álgido en 2010, y cayó aproximadamente un cinco por ciento cada año, entre los años 2012 y 2016, los rangos de sobredosis de heroína se cuadriplicaron desde 2010, y las sobredosis vinculada a opioides sintéticos como el fentanyl, incrementaron en un setenta y dos por ciento entre 2014 y 2015.

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La gran mayoría de los consumidores recreacionales de opiáceos, no es que simplemente salten al fondo de la piscina de drogas: para el momento en que llegan a los opiáceos, incluso aquellos quienes se iniciaron con el consumo de una prescripción legítima, han experimentado típicamente con más que el uso recreacional de alcohol, cigarros, marihuana y con frecuencia, drogas psicodélicas y cocaína. Darle duro exclusivamente después del consumo de medicamentos recetados, no va a perturbar eso.

En otro artículo recientemente publicado, Ellis y sus colegas encontraron que incluso entre aquellos quienes la adicción a los opioides parece haber iniciado con la exposición clínica, el noventa y cinco por ciento había consumido drogas recreacionales con anterioridad. "Incluso cuando se descuenta el alcohol, el tabaco y la marihuana, el 70,01 por ciento ha tenido una experiencia previa con abuso de sustancias", dijo; una tasa mucho más alta que la percibida en la población general. En 2016, por ejemplo, solo el veintiuno por ciento de los bachilleres y el treinta y seis por ciento de los jóvenes adultos, había probado algo ilícito distinto a la hierba.

Lesser, quien ahora estudia para obtener un titulo en asesoría psicológica, recuerda ser antidrogas hasta por lo menos sus diecisiete años, habiendo aceptado que "las drogas son malas" como sus padres y profesores profesaban. En la universidad, sin embargo, empezó a cuestionar la dureza de esa postura. "Tenía amigos que iban a universidades del Ivy League, y eran chicos inteligentes y cool, y todos estaban consumiendo esas drogas", dijo.

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Fumó marihuana por varios meses sin que le ocurriera ningún desastre, y de la misma manera disfrutó el MDMA, la cocaína y los hongos. "Nada de las cosas malas que la sociedad dijo que me pasarían, me pasaron", señaló Lesser. Y así, en 2009, cuando el chico a quien envió un mensaje le respondió que no tenía hierba sino heroína, entró al ruedo.


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Chloe*, también de veintisiete años, prefiere mantenerse anónima para discutir su adicción. Llegó a la heroína a través de una ruta similar: lo que sus padres y el gobierno dijeron que le pasaría con drogas como la hierba, no coincidió con la realidad. Empezó a fumar regularmente durante su segundo año en la universidad, y después se enteró de que algunos de sus amigos estaban consumiendo también heroína. "En ese momento, sonaba muy loco, pero también lo fue al principio con la hierba", dijo. "Mi lógica fue 'Oh, me mintieron sobre la marihuana, ¿por qué no?'".

Chloe añadió sobre la heroína "Era una calma abalanzándose sobre ti, haciéndote sentir en paz, sin ansiedad, capaz de apagar todo".

Lesser, quien siempre ha luchado con ansiedad social, dijo que en su caso, la primera vez que consumió heroína fue "decepcionante" y no se pareció en lo más mínimo a lo que había visto en películas como Trainspotting. Pero eso le dio un falso sentido de seguridad, y cuando lo probó otras tantas veces, entendió cual era el alboroto.

"Sentí que nunca había manejado mis emociones", dijo. "Las dejaba dominarme". Pero con la heroína, añadió, "disfruté mucho sentir que tenía control emocional y social. La euforia era cool pero definitivamente no fue mi gancho".

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La experiencia de Lesser, esa donde se "medican" síntomas como la ansiedad o el poco control emocional, parece ser la regla y no la excepción de las personas que desarrollan problemas con los opiáceos. "Los problemas psiquiátricos son muy comunes", explicó Ellis. "Al rededor de dos tercios de nuestra muestra, indica que han sido diagnosticados y tratados por desorden psiquiátrico, principalmente depresión y ansiedad". En otro estudio que partió de la misma muestra, el grupo de Ellis descubrió una proporción similar, "indicando el uso de opioides prescritos para automedicar asuntos psicológicos, y el ochenta por ciento indicó que lo hacían para 'escapar' del estrés cotidiano, un trauma, o problemas de su vida".

No es solo el trabajo de Ellis. Investigaciones de otros han sugerido por largo tiempo que el estrés temprano, trauma o enfermedad mental —no la droga con la que alguien se inicia— son las verdaderas puertas a la adicción.

Independientemente de la secuencia "alcohol, marihuana, cocaína, y después heroína" o "alcohol, marihuana, metanfetaminas, opiodes prescritos, y luego heroína" o como sea, el resultado final es el mismo. Si Estados Unidos no logra identificar y combatir el por qué las personas encuentran en los opiáceos un escape, el recorte de recetas de fármacos (de conocida fuerza y pureza) podrá solo empujar a sus potenciales usuarios a sustancias más peligrosas e impredecibles, como el fentanyl que se vende como sustituto en las calles.

Los humanos siempre han usado químicos para cambiar su estado anímico. Para prevenir la muerte por sobredosis y ayudar a que las personas eviten la adicción dañina, es necesario ofrecer alternativas, y ser creativos cuando se trate de suministros, para que la inevitable sustitución lleve a menos daño, no más.

*No es su verdadero nombre.

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