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El tema de Camela y Taburete es la España viva de VOX

'Nunca debí enamorarme' no solo es la sintonía perfecta para un mítin de VOX, sino que conjuga con la historia y los planteamientos del partido de Abascal.

A ver, chavales, que es viernes y Camela y Taburete acaban de sacar una versión de uno de los grandes temazos de Dioni y Mari Ángeles, "Nunca debí enamorarme". La canción, con la que Camela continúa en su estela de grandes featurings —hace bien poco sacaban una cover de "Cuando zarpa el amor" con Juan Magán— arranca con la clásica guitarrita acústica taburetera. Para continuar, un buen punteo de eléctrica que recuerda a los tiempos de Física o Química, como casi todo lo que hace el grupo de Willy Bárcenas, por otra parte. Y después la cúspide, el apoteosis: las florituras vocales de Ángeles en comunión con las de Willy.

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Y yo, yo no voy a negar que últimamente veo a VOX en todas partes. No solo en los sitios evidentes, en la tele a todas horas o en los rostros de los viandantes que cruzan la Castellana con náuticos y polos de La Martina. Veo a VOX en las manchas de humedad del techo de mi baño, en los posos del café y he visto a VOX en el temazo —porque es un temazo, joder— de Taburete y Camela. La España viva era esto.

Me explico: creo firmemente que "Nunca debí enamorarme" no solo es la sintonía perfecta para un mítin de VOX, sino que comparte idiosincrasia, sentido y valores con el partido de Abascal, en primer lugar, porque apela a las masas. Apela tanto a los que ven el objeto —el partido, la canción o a Taburete y a Camela— desde la ironía o la superioridad moral como a los que se lo toman con estricta literalidad. A los que les molan de verdad y sin ápice de sarcasmo las ideas de Ortega Smith o los organillos de Camela, vaya.

Lo segundo, porque nadie se esperaba la resignificación de ninguno de los dos. Y me vuelvo a explicar. Crecí escuchando a Camela porque mis abuelos eran feriantes y bien es sabido por todos que Camela en las ferias suena bastante. También porque mi madre lo ponía en casa cuando tocaba "hacer de sábado", que es como llama ella a limpiar la casa. Y crecí, en última instancia, odiando a Camela, porque aunque era la banda sonora de algunos de mis mejores recuerdos, también era "música de pobres y de quinquis". Y yo de pequeña no quería ser ni pobre ni quinqui, o al menos no quería admitir que lo era.

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El caso es que, de repente, Camela empezó a molar. Mis amigos lo empezaron a poner en los botellones, los modernitos empezaron a usarlo como reclamo para ligar en la bio del Tinder (ya sabéis, "director de arte, me gustan los gatos, canto Camela en la ducha") e incluso fueron al Sonorama. Y lo mismo ocurrió con VOX: que de ser cuatro frikis marginales pasaron a tener 12 diputados en Andalucía.


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La resignificación de Camela y de VOX es, en última instancia, la resignificación de España. Y el tema que acaban de sacar los primeros junto a Taburete no deja de ser la comunión de las dos Españas, no en un sentido ideológico, sino de clase: la España de la caspa bien peinada, la de los sobres en B, el olor a puro y las vacaciones en Sotogrande y la que va a la playa con una nevera azul hasta arriba de Steinburgs y de latas de aceitunas con anchoa.

Y ahí viene el último paralelismo con el partido de Abascal. Porque eso es lo que está al menos intentando VOX: trascender la idea de izquierda y derecha por muy difícil que resulte, si uno le echa un vistazo a su programa, proclamarse como, simplemente, españoles y borrar las barreras de la clase anulándolas, haciendo como si no existieran, como si las banderas se comieran.

"Nadie escuchaba a Camela pero había 7 millones de copias vendidas", decían Ángeles y Dioni en una entrevista de Tentaciones en la que, curiosamente, ella luce el chándal con la bandera de España de María Ke Fisherman. Y ojo con VOX en las generales, que igual se marcan un Camela para continuar con los paralelismos.

Sigue a Ana Iris Simón en @anairissimon.

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