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Música

Las visiones cósmicas de Claudio Yarto de Caló.

"Ponte atento, no seas lento, los noventas es el momento."

Con frecuencia veo que se hace referencia a músicos como “visionarios” o “adelantados a su tiempo”. Las más de las veces, se trata de una exageración o de un intento de engaño que sólo resultará efectivo para las mentes más débiles, aquellas que pueden someterse a los poderes Jedi de quien afirma conocer el futuro. La forma sensata de lidiar con esto es: si alguien trae un rollo musical que a primera impresión te suena como el equivalente sonoro de mezclar frijoles con Nutella, es preciso dejarlo reposar. Después hay que volver a intentarlo unos años más tarde, y verificar si tiene más sentido que antes.

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De vez en cuando, ha resultado que sí, que los frijoles con Nutella se comienzan a percibir como un plato de complejos y delicados tonos y cada vez hay más restaurantes en la Roma y la Condesa que los sirven. Éste ha sido el caso de Silver Apples, Suicide, Talk Talk, y algunos otros, que han dejado más hijos dispersos por todo el mapa que Marcial Maciel. En ocasiones se trata de una sola canción y lo que la vuelve visionaria no es tanto cómo suena sino lo que dice.

Quiero dedicar los comentarios de hoy a una de estas canciones: “Ponte atento”, de Caló, que, vista desde la perspectiva de sus veintipico años de edad, suena casi profética. A continuación, mis argumentos:

Ponte atento, no seas lento, los noventas es el momento. Trabajar, superarse, ya habrá tiempo para reventarse.

Ciertamente, por allá de 1992, no sonaba como que los “noventas” fueran a ser un momento. Faltaban 8 años para que terminaran y el umbral era el 2000, un plazo que requería una dosis de buena fe para creer que iba a cumplirse. Pero ahora que ha pasado tanto tiempo y la vida nos ha hecho más sabios y flácidos, resulta que volvemos la vista atrás y los noventa, oh, parecen nada más que un momento. Primer aspecto en el que les sobraba visión a estos cinco jóvenes.

Por otra parte, los noventa no me parecían entonces la mejor época para trabajar y superarme. En 1992 estaba muy ocupado en la contemplación de mis primeros asomos de vello púbico. Pero Caló dio en el blanco en el segundo aspecto: después de los noventa he tenido (sigo teniendo) suficiente tiempo para reventarme. Además, quién no puede sentir simpatía por alguien que declara cualquier momento de los años posteriores a los noventa como periodo reglamentario para la sana autodestrucción. Otro punto a su favor.

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Despierta ya esa energía que en tu cuerpo tienes dormida. Hazlo ahora, no mañana, el tiempo se acaba.

Es innegable que, para que algo se despierte, primero debe estar dormido. Tal vez con esa noción no se adelantaron a su tiempo, aunque las verdades más profundas son atemporales. Con todo, es en el segundo punto donde alcanzan mayores alturas discursivas. En efecto, cuando anuncian que el tiempo se acaba, la respuesta primaria consiste en negarlo. Uno sabe que los relojes no tienen un tope, más allá del cual se agote el tiempo. Cada vez que se acerca el fin de año, se empiezan a distribuir calendarios para el siguiente. Total, la industria del tiempo es la única que pareciera no estar en peligro de perder su razón de existir jamás. Sin embargo (aquí está el hallazgo poético de Yarto y compañía), el tiempo siempre se está terminando. Cada segundo llega el fin de un periodo. Si nos invitan a actuar ahora, no mañana, es porque el ahora se agota en el momento de pronunciarlo. Así, se revelan las profundas raíces que Caló tiene en la filosofía oriental.

Ponte atento y con el tiempo sabrás que lo que digo ahora no es cuento, no miento, lo siento seguro, claro y perfecto desde muy dentro.

Tal vez necesiten leer esa línea de nuevo. Por mi parte, confieso con humildad que necesité volver a ella con cuidado varias veces para aprehenderla. En aquel 1992, por más que me puse atento, no fui capaz de saber que lo que Claudio Yarto decía entonces (aquel “ahora”) no era cuento; que Claudio Yarto no mentía y que aquello de lo que hablaba lo sentía seguro, claro y perfecto desde muy dentro. Pero claro, como sus siempre atinadas palabras lo señalaban, con el tiempo lo supe.

No puedo agotar en este reducido espacio todos los aspectos en los que esta canción arroja su luz sobre el futuro que ya sucede. La mejor prueba de esta capacidad de anticipación vendría cuando ustedes mismos la escuchen, lo que de paso sería un merecido homenaje a las dotes poéticas de Yarto y a un feliz momento de la historia en que el mundo aún no había visto las chichis de Elba Esther.