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Música

Propuesta para el uso de los villancicos como bienes culturales

Los villancicos fueron canciones satíricas que ridiculizaban a los poderes establecidos, como el de la Iglesia Católica. Pero al igual que el arbolito (y la cocacola), fueron gradualmente legitimados por ella.

Imagen vía The Telegraph

Casi todo lo que conocemos como la parafernalia navideña forma parte de una mentira descomunal para hacernos creer que el invierno es la época más feliz del año. Toda esa idiotez de niños que juegan a hacer muñecos de nieve y adultos tomados de la mano, sonrientes, en torno a una fogata, cumple la función de evitar que la gente se suicide durante esa época fría y deprimente. Esto vale al menos para el “continente” europeo, que es donde tomó forma buena parte de esta tradición.

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Los villancicos fueron, en su origen, canciones satíricas que ridiculizaban a los poderes establecidos, como el de la Iglesia Católica. Pero al igual que el arbolito (y la cocacola), fueron gradualmente legitimados por ella, y hoy forman parte de su propaganda navideña de la felicidad. Esto quiere decir que se han vuelto tan recurrentes y comunes, que gracias a eso olvidamos durante la mayor parte del tiempo lo ridículos que suenan en el siglo XXI (y el asco que deberían darnos).

Debido a lo cual, me he dado a la tarea de refrescarme la memoria de algunas líneas de los villancicos más famosos, y compartirlas con ustedes. Tómenlo como un servicio social.

-Recogido tu rebaño, ¿a dónde vas pastorcillo? / -Voy a llevar al portal requesón, manteca y vino. Es decir, como va a vivir sólo 33 años, podemos empezar con una sabrosa dieta alta en triglicéridos. Y si de todos modos todo mundo va a creer que los delirios religiosos con los que comenzará a dar lata tendrán un origen divino, pues vamos a dejarle secuelas permanentes en la actividad neuronal con una peda en su primer día de vida.

Ha nacido el niño Dios / en un humilde portal de Belén / sueña un futuro de amor y de fe. No sé. Veo alrededor y algo me dice que ese sueño falló por un pedacito. Para ser Dios personificado, tenía varios cortocircuitos en su omnisciencia. O tal vez era un futuro a muy, muy corto plazo. De cuando se iban los reyes magos multiculturales y el resto de los invitados latosos y por fin lo dejaban dormir en su noche de paz.

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Yo quisiera poner a tus pies / algún presente que te agrade, Señor / pero ya sabes que soy pobre también /y no poseo más que un viejo tambor. Porque claro, cuánta poesía hay en la pobreza (siempre y cuando vivas lejos de ella). Y qué dignos de alabanza los pobres, dejen aquí su limosna, por favor. Cristo era pobre y bienaventurados sean, porque de ellos será, etc.

Pero mira cómo beben los peces en el río /pero mira cómo beben por ver a Dios nacido. A esto nunca le he entendido ni pito. Probablemente si se beben el río hasta dejarlo seco, María se va a deshidratar y tendrá un parto prematuro. Los peces serían unas criaturas con poca disposición a la espera, en todo caso. Prefiero que si alguien tiene ideas al respecto, me las haga saber, gracias.

Venid, formad panderetas y castañuelas al portal / a adorar al rey del cielo, que ha aparecido en el suelo. Dejando de lado que esa forma de conjugar puede parecerle anacrónica hasta a los españoles viejitos franquistas que votan por el PP, ¿qué sentido tiene convocar a tocar castañuelas y panderetas, si éstas no existían en el año cero? (¿O se supone que Cristo nació en el año uno? Nunca he entendido ese asunto. Pero bueno, no es como que algo de todo este asunto haya sido cierto, así que no importa gran cosa). O tal vez se trate de tocar las panderetas y las castañuelas para la conmemoración del nacimiento. Pero entonces, ¿a quién le importan las castañuelas y las panderetas actualmente? ¿Por qué se sigue cantando esto?

Por otra parte, la alusión a que Jesucristo apareció en el suelo, me parece una teoría más creíble que el rollo de la paloma y la fecundación divina. Este último punto puede que contribuya sólo un poco a balancear el sinsentido.

Duki duki duki duki duki duki duki da / Apúrate mi burrito, que ya vamos a llegar / Duki duki duki duki duki duki duki duu / Apúrate mi burrito, vamos a ver a Jesús. Una línea como ésta me ayuda a entender que los niños, esas personitas de criterio blando, son los únicos que podrían sentirse interesados/entusiasmados/no asqueados con este tipo de canciones actualmente. Y miren que estoy portándome generoso, porque la mayoría de los niños que conozco me entregarían un pasaje directo express sencillo a la verga si les salgo con ese “duki duki”.

Es por esto que propongo que la reproducción de los villancicos se limite a los espacios destinados a la primera infancia y que los únicos adultos que deban padecerlos sean los educadores y los trabajadores de parques infantiles (quienes, lo digo por propia experiencia, de todos modos están condenados al sufrimiento mientras desempeñen ese oficio). Además, claro, de los historiadores que se sientan con la suficiente valentía.