10 clichés que seguro verás en el Corona Capital

El Corona Capital es el festival más importante y mediático de todos los que suceden en México. Como todo evento masivo, tiene comportamientos que se repiten año tras años, que a veces son disfrutables y a veces no, pero siempre son inevitables. Aquí una breve lista de algunos de ellos:

El tipo altísimo que no te deja ver absolutamente nada, a menos que tengas una técnica extraordinaria para poder ver en ese extraño ángulo que se forma entre las axilas y el escenario.

¿La ventaja? Los altos parecen saber su condición, por lo que siempre, o casi siempre, se mantienen muy, muy, MUY quietos durante los conciertos. A final de cuentas, ¿qué más pueden hacer? ¿No ir a conciertos, nada más por ser muy, muy, muy altos? ¿Los organizadores de los conciertos tendrían que organizarse de tal forma que los dejen entrar hasta el final? ¿Y si ellos tienen la culpa, no la tienen también los chaparros?

Sea como sea, hay que enfrentarlo: en el Corona, la altura será un obstáculo a superar.

¿Cómo lo hacen? ¿Cómo logran los vendedores de cerveza ser tan absolutamente hábiles en medio de docenas de miles y miles y miles de personas, y tener un tono lo suficientemente fuerte y claro para que se escuchen a metros a la redonda a pesar de estar en medio de un concierto? ¿Cómo pueden danzar con tanta gracia estos balletistas del alcohol, vestidos como unos verdaderos guerreros del entretenimiento popular? Llevamos años yendo a conciertos y nunca hemos visto que uno se caiga, se le caiga una cerveza o tire una sola gota de ella.

Magia negra. Tienen magia negra en las manos.

Hay maestros de la cultura del food truck.

"Ahí hay una tostadas de cangrejo con salsa Tampico que te mueres". "Hacen una especie de arroz Yakimeshi pero con pastor que está muy cabrón". "Es una marisquería, pero lo mejor que tienen es el agua de pepino".

Conforme se hacen más y más "exigentes" nuestros paladares, la comida de festivales trasciende a la palomita simplona y al Hot Dog. Y ahí, siempre, habrá un amigo que sabrá, exactamente, qué comer y en dónde, porque ha dado vueltas en sus horas de oficina por absolutamente todos los lugares.

"O sea, es caro. Pero vale la pena. Sobre todo porque los tamalitos de plátano con arroz thai que hacen no los consigues en ningún otro lado".

Caminas desesperado: es de noche, te urge una pizzita y no encuentras a tus amigos. Caminas, caminas y caminas. No das una. En eso, pisas algo en el piso incómodo, pero lo suficientemente sólido como para que te preocupe.

¿Fue un niño?

¿Fue un borracho perdido?

¿Se cayó tu cartera y falta tanto para la quincena que sentiste que en el piso habían kilos y kilos de esperanza?

Nada de eso: una pareja de novios seguro dejaron un suéter ahí porque pensaron, quién sabe por qué, que en medio de 25,000 personas iba a hacer un frío gélido del que había que cubrirse.

El horror. ¿Por qué no comprar una bonita camiseta, o que todos se armen un Pearl Jam y graben, profesionalmente, todos sus conciertos? Ahora los conciertos son una experiencia muy extraña en donde uno no solo mira el bonito espectáculo de luces que trae un Pink Floyd, una Björk, unos Rolling Stones; también tiene que estar lidiando con luces de cámaras maltrechas que mal retratan a una figura distante y borrosa que supone ser Dave Grohl cantando lo que pareciera ser una versión de "Everlong" filtrada por un viaje de ayahuasca y una bocina muy vieja.

¿Por qué, Dios Mío? ¿Por qué no los permites vivir?

Otro feo obstáculo para el disfrute. Una tradición muy mexicana, que solamente parece acabarse cuando te decides y te arrancas hasta el frente de toda la marabunta y pegas el oído a una bocina y entonces puedes escuchar a Portishead tocar "Roads" como debe de ser. Lo sé. Me pasó en el Corona del 2011.

¿Por qué la gente no deja de hablar?

No sé si sea yo, pero: ¿nunca han pensado que quizá todas las partes del público en un concierto son de paso? ¿O por qué SIEMPRE te están empujando para pasar?

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O bueno, camisetas con alguno de estos logos. Que son las mismas camisetas desde hace 25 años. ¿Deberíamos de empezar a pensar en más leyendas, no? Algunas de Radiohead. O de Queens of the Stone Age. Queens of the Stone Age es una de esas bandas que merecen tener su propia camiseta negra. Porque todas estas son como eso: un club de "camisetas negras".

Necesitamos una nueva generación de "camisetas negras". Josh Homme: esa es tu próxima labor.

​Etcétera.

Etcétera.

Pensaron de inmediato que nos íbamos a lanzar en contra de esta moda. Pero la verdad es que esta moda es increíble. Hay cosas increíbles. Y cada vez más y más gente opta por la geometría, en vez de esa cosa horrible y noventera que eran los diseños tribales (corte a: alguien en veinte años burlándose de esta nota diciendo lo propio de las figuras geométricas), pero en verdad la disfrutamos mucho.

No dejen de hacerlo, muchachos. Hagamos del mundo uno más geometrizado.

SI EL AÑO PASADO FUERON LAS CORONAS DE FLORES, APOSTAMOS $1,000,000 DE PESOS A QUE AHORA VA A SER ESTO:​