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Música

The Monks - Black Monk Time

De llamarse The 5 Torquays y coverear a Elvis a rebautizarse como The Monks, pasar del ejército y saltar a las composiciones propias hubo sólo un paso.

The Monks

Black Monk Time

Si estás sentada en el asiento 35L del vuelo 6400 de Iberia del DF a Barcelona, no es extraño que los primeros en los que pienses para una nueva columna de Los Olvidados sean los descerebrados recuperados para la audiencia en el documental The Transatlantic Feedback (2006). La conexión parece, por unos momentos, clarísima.

Bueno, aunque ellos eran gringos y yo catalana.

Y su vínculo transoceánico fue con Alemania y no creo que estuvieran nunca en el Mediterráneo.

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Y eran GIs y a mí me da bastante asco todo lo de la jerarquía y la parafernalia militar.

Bueno, qué más da, el delirante garaje psicodélico de The Monks y su Black Monk Time (1966) merece ser reivindicado. Además, terminaron manifestando su profundo desprecio al ejército como cualquier hippy antiguerradelvietnam. Pero ellos lo hicieron con talento, claro.

Imaginen una base militar en la Alemania de los años 60; con un país en reconstrucción y el fantasma de la Guerra Fría planeando, base muy necesaria en términos estratégicos (o así lo debían ver los iu – es - ei), pero más aburrida que el funeral de un pastor uzbeko. Con muy pocas posibilidades de escaquearse de las guardias nocturnas y aún menos de conseguir chelas frías, cinco GIs encontraron una salida a ambos problemas: montar una banda de rock que amenizara las noches de permiso de sus colegas. De llamarse The 5 Torquays y coverear a Elvis a rebautizarse como The Monks, pasar del ejército y saltar a las composiciones propias hubo sólo un paso.

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Leí alguna vez que cuanto más vacías las cabezas, más groove en la música: lo apuntaron en relación a los Ramones y a los mismos Monks. Milicos, por favor: milicos. Cómo de unas carcasas acostumbradas al “un – dos – ep – haro” surgieron creaciones tan cargadas de psicodelia, ritmos tan poco convencionales y melodías vocales así de poperas es un misterio. Lo de las estructuras repetitivas y en bucle, así como los ritmos machacones, ya parece más dado a su formación militar.

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Su aspecto les definía antes que sonara su música: losmonks – monjes – iban tonsurados, vestían casullas y cuerdas a la garganta imitando alzacuellos. Como si unos hijos bastardos de The Beach Boys armados con los Hammonds de The Doors hubieran tomado a golpe de tecla reiterativa un monasterio cistercense. Incluso les llamaron padres putativos del techno por su uso de bases minimalistas y repetitivas, pero eso parece el invento de algún pseudocrítico con ganas de verse citado y no le daremos el gusto.

La complejidad de Black Monk Time y su capacidad de precursión (que no de percusión, aunque el grupo fuera pionero en electrificar un banjo y usarlo como caja rítmica) es tan sorprendente como la caída en el olvido de la formación. O no. Demasiado poco convencionales para los gustos gringos de la época, demasiado gringos para los gustos poco convencionales de los alemanes: aunque dejaran su impronta en grupos posteriores como Kraftwerk o la Velvet, nunca llegaron al gran público. ¿Quién en su sano juicio cantaría algo tan estúpido como “Higgle – Dy – Piggly – Dy”? Seguramente, solamente la “Drunken Maria” a quien dedicaron otra de las rolas de su único disco. Tampoco eran muy alentadores para la audiencia los críticos versos con los que arranca la placa, ferozmente cantados por parte de Gary Burger a las tropas americanas en Vietnam; o la aguda machaconería de los coros en “Oh, how to do now”; las violentas vocales de “Complication” o la espesura del bajo en “We do wie du”, más propia de los White Stripes que de un grupo sesentero…

… vale, retiro que es sorprendente que no alcanzaran mayor fama. Mis teorías previas no están funcionando muy bien hoy.

Sigo en algún punto indeterminado sobre el Atlántico, son las cinco de la tarde y los saltos de meridiano a meridiano ya nos han sumido en una noche tan negra como los hábitos de los Monks. En este Boeing bastante faltado de modernización no hay pantallas individuales y a lo lejos, cuatro o cinco televisores comunales y diminutos están echando Scooby Doo. Debería haberme procurado The Transatlantic Feedback para el viaje. Si es que no aprendo.