Coronavirus

Personas agorafóbicas nos cuentan cómo han vivido el confinamiento

“Agorafobia no es tanto el hecho de tener miedo a los espacios abiertos como el temor al propio miedo”.
ILUSTRACION_AGORAFOBIA

Como fantasmas, viendo sin ser vistos, ya solo nos es posible mirar a través de las ventanas. Encerrados, apenas vemos retazos de la vida común, de la existencia anterior a la pandemia. El confinamiento hace aflorar nuestros nervios y, sobre todo, algunas de nuestras preocupaciones más profundas. “Agorafobia no es tanto el hecho de tener miedo a los espacios abiertos como el temor al propio miedo”, comenta por teléfono Neus Córdoba, directora clínica de la Asociación Catalana del Tratamiento de la Ansiedad y la Depresión.

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Es un trastorno, sin embargo, altamente complejo, con distintos grados tanto en su gravedad como en su propia sintomatología, que va desde la sudoración hasta una asfixiante sensación de irrealidad que, ante todo, te hace sentir que no estás aquí. Neus, sin embargo, es directa: este encierro tan longevo no va a ser bueno para la salud mental de nadie. Patricia Masgrau, natural de Barcelona, relata su experiencia como agorafóbica también en los mismos términos.

“Siento la necesidad”, dice a través de una conversación telefónica, “de llevar siempre conmigo un bolso. Es un peso que me indica no solo que estoy aquí, sino que además estoy segura”. El bolso, para ella, es un ancla que la sujeta al suelo. “Lo cierto es que puede llegar a ser algo surrealista. He llegado a coger un taxi para recorrer dos calles porque sentía que no podía ni respirar. Incluso me he visto obligada a pedir ayuda para cruzar un simple paso de peatones”.



Como otras personas aquejadas del mismo mal, Patricia siente cómo el confinamiento puede derrumbar algunos pasos dados hasta ahora. “Si este encierro ocurre hace dos años me matas: no podría ni haber ido al supermercado yo sola”. Ahora, aunque los nervios se agolpan al estar encerrada en casa, contiene los síntomas. Se hace imposible no comparar el sudor y el nerviosismo con las sensaciones del propio trastorno. “Es algo muy obsesivo”.

La agorafobia surge, ante todo, tras un ataque de pánico y la asociación de éste a un lugar concreto. En última instancia, se trata de un laberinto levantado sobre la obsesión y la evitación de potenciales -o imaginarias- situaciones indeseadas. Rubén Casado, fundador de la Asociación Madrileña de Agorafobia, no duda en afirmar que “la ansiedad es un arma cargada de futuro”. La anticipación es, de hecho, un aspecto nefasto de la misma: la mayoría de lo que imaginamos no va a suceder.

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“Si analizas el leitmotiv de un agorafóbico descubres que en el fondo el miedo se dirige hacia un exterior que puede ser amenazante, lo que lleva, por tanto, a refugiarse. Esto es justo lo que todos estamos viviendo a la vez: lo exterior es amenazante y lo interior es el lugar donde estamos a salvo”.

“Si este encierro ocurre hace dos años me matas: no podría ni haber ido al supermercado yo sola”

La casa es, para el agorafóbico, el lugar donde poder sentirse seguro. Una fortaleza que, a fin de cuentas, permite recogerse a salvo de todo, excepto de uno mismo. “Habrá, sin duda alguna, nuevos casos de ataques de pánico y ataques de ansiedad. En ciertas personas, un factor estresante como el encierro puede desencadenar este primer ataque”. Paradójicamente, es posible que sea la primera vez que un agorafóbico termine encerrado por factores externos reales.

Además del angustioso clima social, los mensajes hallados en algunos medios de comunicación y las redes sociales pueden favorecer la retroalimentación de un miedo que, al fin y al cabo, no tiene que ver tanto con el propio coronavirus que con el miedo a todo lo que se deriva de él. “Los casos más controladores e hipocondríacos tendrían miedo, sobretodo, al aislamiento social. Podrían obsesionarse en lo que sería estar aislado en un hospital, si habría guardias en la puerta, en cuándo podrán salir”. Son personas, sostiene, que “se han visto morir” y por ello se han visto obligados a gestionar todos estos sentimientos para salir adelante.

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Algunas personas familiarizadas con la agorafobia como Margarita Suárez, oriunda de Asturias, intentan recuperar todo lo aprendido a través de cualquier método. “Todos los días hago como si fuese a salir”, comenta por teléfono. “Me levanto, me visto, pienso en ir a hacer algún recado… cumplo una estricta rutina mental”. Recalca, también, la seguridad ofrecida por el propio hogar.

“Cuando llegas a casa, incluso al portal, sientes un alivio enorme. Te quitas un peso de encima. El último tramo, justo antes de llegar a casa, te sientes muy nerviosa. Esto me pasaba durante la agorafobia, pero también me está empezando a pasar ahora. Noto cómo vuelven los nervios”. Margarita, como Patricia, teme también deshacer lo caminado. “Tengo miedo a volver a empezar de cero, francamente”.

A pesar de todo, la salud mental se ha convertido, hasta el momento, en uno de los problemas menos visibles de la pandemia del coronavirus. Si atendemos al epicentro, situado en China, las medidas transmitidas entonces por la agencia de noticias Xinhua se antojan reveladoras: líneas telefónicas de ayuda abiertas durante 24 horas y psiquiatras asignados a las distintas salas de aislamiento dispuestas en los hospitales. En España, por el momento, son los Colegios Oficiales de Psicología los que han podido habilitar un sistema de atención telefónica similar, si bien con muchas más limitaciones. Aún así, las llamadas han aumentado exponencialmente, contabilizándose tres cuartos de las mismas en términos relacionados con la ansiedad, como la culpa, el miedo al contagio y los aspectos del duelo.

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Aunque el impacto del confinamiento y del propio virus es difícil de medir en estos términos, cabe señalar los datos generales: según la Encuesta Nacional de Salud, cuyos últimos datos se remontan a 2017, uno de cada diez adultos sufren un problema de salud mental. Problemas, éstos, que además se dan casi en una proporción tres veces mayor entre clases sociales desfavorecidas: algo inquietante, teniendo en cuenta la futura depresión económica.

"Noto cómo vuelven los nervios”

Otros estudios, como el ESEMeD, afirman la existencia de un trastorno mental a lo largo de la vida de una de cada cinco personas. El aspecto clave, afirma María Dolores Gómez, del Colegio Oficial de Psicólogos de Castilla La Mancha, es la intervención primaria, una actuación que no permita que la ansiedad se convierta en una respuesta patológica. A este respecto son también significativos los datos relativos a plataformas de psicología online como Mentavio, en cuyo caso nos encontramos con que desde la cuarentena las citas se han duplicado y los clientes, a su vez, han llegado a triplicarse. Su uso, con un aumento del 200%, pone en relieve una necesidad de ayuda cada vez más patente que, sin embargo, no parece disminuir.

Es posible encontrar una enorme dificultad a la hora de comprender algo que, a simple vista, puede parecer abstracto. Lo cierto, sin embargo, es que ahora todos estamos encerrados a merced de una seguridad simbolizada en cuatro paredes. Somos, en definitiva, dependientes de nosotros mismos y, ante todo, de un futuro tan nuevo como incierto: ya no sabemos qué nos deparará la realidad.

@DraculaYeye_