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Lo personal y lo político

El mundo vs. Eileen Moreno

El reciente caso de agresión a la actriz colombiana ilustra a la perfección, y de muchas maneras, lo que significa el patriarcado.
Captura de pantalla vía Youtube.

Artículo publicado por VICE Colombia


El patriarcado es un sistema que nos oprime.

Teóricas feministas como Gerda Lerner, Kate Millet, Heidi Hartmann o Shulanit Firestone ayudaron a desarrollar el concepto desde diversas orillas. Unas hablaron del dominio masculino sobre las mujeres de la familia, y sobre la institucionalización y la ampliación de ese dominio al resto de mujeres en la sociedad. Otras hablaron de un sistema que nos oprime por nuestra sexualidad. Otras, que por nuestra capacidad reproductiva, y otras, que por nuestra capacidad de producción y relaciones económicas en esta sociedad que, adivinen qué: sigue siendo patriarcal.

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Quizá logre encontrar un consenso general al decir que el patriarcado representa un sistema impuesto por los hombres varones, en donde las mujeres somos oprimidas. Un sistema que, por su propia naturaleza, es visible en un gran conjunto de aspectos que involucran nuestra vida pública y privada: relaciones afectivas, relaciones sexuales, relaciones políticas, relaciones económicas, instituciones públicas, empresas privadas, religión, medios, etc. Un sistema que nos aplasta a diario de manera estructural, con una violencia dotada de método, que tiene todos los piñones girando en nuestra contra. Un sistema que nos sigue ganando.

Quise abrir esta columna hablando del patriarcado porque es un término que usamos cada vez con más insistencia las feministas de esta ola cuando tratamos de definir las opresiones y las violencias que nos atraviesan cada día. También quise empezar hablando del patriarcado porque fue la primera palabra que se me vino a la cabeza cuando empecé a conocer el caso de la actriz Eileen Moreno. Un caso que, para mí, ilustra perfectamente, y de muchas maneras, en qué consiste este sistema patriarcal del que les hablo.

Sobre este caso, una imagen se me queda clavada: el video de las cámaras de seguridad del edificio, donde ella baja hasta la portería moviéndose con dificultad, tullida por el dolor. Después, Alejandro García, su exnovio y agresor, baja a la recepción y, acto seguido, se le arrodilla: un acto típico del agresor. Según ella, Alejandro mezclaba disculpas desesperadas con groserías de alto calibre, y luego le rogaba a la actriz caleña que no llamara a la policía. Eileen se atrinchera contra una esquina de la recepción, el portero viendo. Y ahí se queda durante varios minutos, viendo a su agresor de rodillas rogándole, sin atreverse a hacer mucho, en parte por el dolor, en parte porque el miedo no la dejaba moverse.

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Es ese miedo, que se fue gestando de manera sistemática en ella hasta anularla completamente ante su agresor, la cicatriz más horrible con la que va a tener que lidiar Eileen. No es su nariz, a la que le falta otra cirugía de reconstrucción aparte de la que ya le practicaron; no es la malla de platino que le tuvieron que poner detrás de su ojo izquierdo después de los golpes de su ex novio: es la cicatriz de haberse sentido completamente impotente e invalidada como persona a punta de violencia psicológica y luego física, hasta el punto de no poder reaccionar para defender la vida propia, porque el miedo simplemente no deja. Una cicatriz honda, terrible, que ha aumentado en un 400% en los últimos 10 años a través de diferentes formas de violencia contra nosotras, según la Fiscalía.

A muchas de ellas, sin conseguirlo, se les va la vida intentando sanar esa cicatriz.

No quiero entrar a discutir, como están haciendo tantas personas ahorita, sobre si está bien que Eileen denuncie públicamente o no. Tampoco quiero indagar en qué tan grosera y violenta fue esta actriz con su exnovio, o si la relación de ambos era algo tóxico, porque era claro que lo era. Mucho menos quiero entrar a afirmar si la violencia de ella contra Alejandro justificó, en algún grado, la golpiza con la que él dice que se 'defendió'. Me parece casi estúpido responder lo obvio: que no, que absolutamente nada la justifica, mucho menos si la doblas en tamaño y fuerza.

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Yo quiero hablar es de cómo en estos últimos días Eileen fue violentada una y otra vez por ese patriarcado del que hablo. Esto, para que nos sirva de ejemplo a todas. Para que entendamos que en este país en 2018, según la Defensoría del Pueblo, hubo más de 399 Eileenes Moreno que no pudieron denunciar porque este sistema ya las mató.

La pasada noche del 23 de agosto Eileen denunció en sus redes sociales, desde su apartamento en México, la brutal golpiza que le acababa de dar su ex novio Alejandro García, también un actor colombiano. Un hombre que, como tantos, creyó que podía acceder violentamente a su cuerpo, arrastrarla del pelo hasta un ascensor, según cuenta ella, golpearla hasta sumirle una parte al lado del ojo izquierdo, romperle la nariz e hincharle los pómulos a puñetazos.

No se llega a esto de un día para otro. Alejandro García no se levantó una mañana con ganas de pegarle a su ex novia por ser grosera con él y ya. Un hombre como él representa al patriarcado: actúa de manera sistemática, con diferentes formas de violencia en distintos niveles, que van aumentando hasta desembocar en esto: la cara de una mujer desfigurada y cinco meses de incapacidad, como le diagnosticaron a Eileen.

Alejandro García no está loco y no es un enfermo por creer que tiene permitido agredir a su pareja. A Alejandro García el sistema le ha permitido no solo creer eso, sino hacerlo. El enfermo acá realmente es el sistema.

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Unos días después de la denuncia en redes sociales y de que el tema estallara en los medios nacionales e internacionales, sale a la luz el video que les menciono, el video en la portería. Mientras ella está casi inmóvil por el dolor, tratando de no recibir otro golpe de su agresor que está arrodillado ante ella, el portero mira la escena sin llamar a la policía. Según Eileen, el portero no solo no llamó a la policía excusándose en que ella debía llamar primero a la administración, sino que llamó a Alejandro para que bajara, como se hace evidente en el video.

Cero y van dos. Un hombre cree que puede violentar a una mujer porque el sistema así se lo ha permitido, y otro hombre cree que no es necesario socorrerla, en el estado en el que está. En vez de eso, decide llamar a su agresor para que baje.

Lo que siguió después de esa noche se convirtió en un enfrentamiento horrible, una situación de mi- verdad-contra-tu-verdad, llena de videos ocultos tomados por Alejandro (¿Por qué alguien tomaría videos en plena pelea con su novia? ¿Con qué objetivo?), notas de voz, entrevistas en varios medios y llanto. Hasta la Negra Candela, uno de los personajes más infames de la farándula colombiana, terminó metida en el caso, afirmando que Eileen Moreno le había pedido a Alejandro una cifra cercana a los 700 millones de pesos para no denunciarlo, y por eso la denuncia se había demorado.

Con estas pruebas, como Alejandro las llama, el actor empezó a apropiarse de la campaña #NiUnaMás, un hashtag que ha sido el estandarte posterior en redes de casos tan aberrantes como el de Rosa Elvira Cely o Yuliana Samboní. Alejandro decidió que era buena idea hacer el hashtag #NiUnoMás, y hablar de igualdad de género. Él, un hombre que acaba de agredir a su exnovia y la dejó en el hospital. Él, un hombre que compara los arañazos que subió a Instagram como marcas comparables a las que le dejó a Eileen. Dos días le bastaron a este actor para adueñarse de uno de los mensajes de lucha que reaccionan cuando se hace visible otro caso de violencia de género en contra nuestra. Para contrarrestar la apropiación, el actor pone al lado nuestro el hashtag original, el de #NiUnaMás en sus publicaciones.

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El agresor poniendo nuestros propios discursos en nuestra contra, e intentando limpiarse las manos con ellos. Porque cree que puede. Porque el sistema, una vez más, se lo ha permitido, cada vez que en este país los hombres legislan sobre nuestros cuerpos, y deciden por nosotras. Cero y van tres.

No invalido la lucha en contra de la agresión de hombres en el país, pero solo les dejo una cifra, para que guardemos las proporciones de ambas problemáticas: en Colombia, durante 2016, 42 hombres murieron por violencia de género. Ese mismo año, más de 700 mujeres fueron asesinadas por ser mujeres, según Medicina Legal.

Al parecer a Gabriel Blanco, el manager de Eileen y compañero de apartamento de Alejandro, tampoco le parecieron suficientes estas marcas, pues, según él, no estaba 'tan golpeada' cuando la actriz fue a su cuarto a pedir ayuda esa noche. Según la actriz, Gabriel ni siquiera fue a visitarla al hospital, algo que él mismo admitió en entrevista por la W.

Un hombre valorando, a su criterio, el estado de salud de esta mujer, y decidiendo que igual no era suficiente para considerarse grave. Cero y van cuatro.

Sin que le pareciera suficiente, días después, Alejandro aprovechó la coyuntura actual en el país sobre el tema de la prohibición de la dosis personal y la persecución del consumo de drogas en el país, para añadir el detalle de que, esa noche, Eileen había fumado marihuana y de que se le 'cruzaron' los cables, como afirmó en una entrevista en la W. El actor no solo apeló al supuesto consumo de Eileen, sino a su salud mental, afirmando que ella no era una persona estable. Una vez más, el macho agresor justificando su golpiza, algo que él ni niega ni afirma, apelando a "errores" de la víctima, reproduciendo estereotipos de género (como el de la 'mujer loca') y estigmatizando de paso dos cosas que en este país son un tabú muy grande: las drogas y la salud mental. Sí que la sabe hacer bien este hijo del patriarcado.

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Desde la pantalla de los televisores, los computadores y los celulares, muchas empezamos a ver esta volteada de la olla, incrédulas. O no tanto. No era posible que los micrófonos empezaran a abrírsele a este agresor, no era justo que pudiera presentar esos videos como pruebas y que la gente empezara a creerle.

Pero la gente, en efecto, empezó a creerle.

Cada vez eran más los hashtags de #NiUnoMás defendiendo a Alejandro. Cada vez eran más las declaraciones de Alejandro García en contra de su víctima. Cada vez eran más los tweets de mujeres (sí, mujeres), afirmando que si le habían pegado era por algo. Que con esa grosería, cómo no le iban a pegar, que a esa loca tocaba ajuiciarla. Hasta medios como la W empezaron a presentar el testimonio de Alejandro García en la estructura de sus textos antes que el de Eileen Moreno, como si ella fuera la que se tuviera que defender de las acusaciones, como si no fuera suficiente con tener que recuperarse de esa golpiza y salir de ese miedo.

Que estaba dormido, alega Alejandro García. Que Eileen "entró a allanar mi casa y yo me defendí". Ahora, yo quiero parar acá y suponer, por un momento, que lo que dice Alejandro es cierto. Que Eileen se le montó encima y empezó a pegarle, a arañarlo. ¿Qué hace un hombre en caliente, sin pensar con cabeza fría en ese momento? Probablemente defenderse y alejarla de manera física, a modo de reflejo. Sí, no niego la respuesta física, porque puede llegar a pasar si alguien te está atacando de la misma manera. Ahora, viendo las imágenes de la cara de la actriz luego de la golpiza, pienso que existe una diferencia abismal entre defenderse de una persona, a causarle las heridas irreversibles que este agresor le causó a Eileen. Heridas que él, con otro comportamiento típico de un agresor, intento minimizar: "sí hubo un incidente, sí lo hubo", dice en sus declaraciones. "Ella sí estaba botando un poquito de sangre por la nariz".

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¿Cómo es la cosa entonces, Alejandro? ¿Yo le pegué, pero pasito?

Hace un día, Alejandro García publicó imágenes de los arañazos que, según él, le hizo Eileen Moreno la pasada noche del 23 de julio. En el texto de la foto, que publicó en Instagram, el actor alega que "Eileen Moreno NO representa a las mujeres". Un hombre, un hombre agresor, definiendo quién es la persona que nos debe representar y quién no.

Cuatro días antes, la actriz publicó en Twitter: "Con mi rostro desfigurado y mi alma destrozada, hoy siento que también fui culpable y lo fui porque no me alejé, porque no denuncié a tiempo, porque permití el control psicológico y porque solo desperté de ese letargo cuando los golpes y las agresiones casi me dejaron muerta". Si a Alejandro el sistema en el que vivimos le ha permitido creer que puede no solo agredir a una mujer y salirse con la suya, sino aparte recibir apoyo y ponerse la camiseta de víctima, el mismo sistema es el que, a la final, hizo sentir culpable a Eileen Moreno por no darse cuenta a tiempo.

Nos violentan psicológicamente, nos pegan, nos anulan como mujeres, nos neutralizan, nos despojan de nuestros discursos y nuestras luchas, las usan en nuestra contra, nos crucifican en redes sociales, nos voltean la torta, ponen al mundo en contra nuestra y finalmente nos hacen sentir culpables de lo sucedido. Todo esto mientras nuestras heridas físicas apenas están empezando a cicatrizar.

Este, amigas, es el patriarcado actuando. Eileen Moreno es simplemente otra mujer oprimida y violentada por él, pero a la final una mujer que enfrenta esta agresión desde una posición privilegiada por su carrera, su visibilidad y su estrato socioeconómico. ¿Cuántas mujeres no pueden denunciar porque sería la sentencia final de sus vidas? ¿Cuántas mujeres están amarradas a ese sistema, a través de la dependencia económica, afectiva, dominación sexual, esclavitud, etc. y nunca van a poder salir bien libradas de esta situación?

Son miles como Eileen en Colombia. Que no se nos olvide por favor.