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Cultură

Las mujeres detrás de la pantalla: platicamos con tres Suicide Girls

Nos reunimos con tres modelos latinoamericanas para hablar sobre amor, fotografías eróticas y los beneficios de ser una Suicide Girl.

Foto cortesía de Cossmic.

Es una tarde de domingo y estoy sentado frente a tres mujeres que hasta hace poco creí que solo vería por internet. Hay un patio amplio, restos de una fiesta, y un halo de luz rojo tiñendo el atardecer. Hablar con las Suicide Girls resultó más fácil de lo imaginado: sólo bastaron un par de mails con lugar, hora y motivo. Y ahí están: no son estrellas, sino modelos alternativas.

"Me parece muy interesante hacer pensar al otro que lo estás erotizando, cuando en verdad estás haciendo fotos lindas", comenta Aymi mientras se acomoda en una silla del Centro Cultural Matienzo, en Buenos Aires. Ella es una fotógrafa chilena y una Suicide Girl. "Empecé haciéndome autorretratos y la verdad es que siempre me interesó la fotografía erótica", agrega. A partir de eso, unas chicas empezaron a contactarla por correo electrónico; querían que se convirtiera en una Suicide Girl. "Me decían que tenía la actitud, pero yo ni siquiera conocía la página".

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Foto cortesía de Aymi.

Suicide Girls —una empresa nacida en 2001 y que cuenta con películas, cómics, una línea de ropa y un show de burlesque que gira por el mundo— tiene seis millones de fans en Facebook, 4.3 millones en Instagram, 374 mil en Twitter, hay 2,800 modelos en todo el mundo y unas 7.4 millones de fotos. No se trata de una moda ni de una tribu social: es un estricto lugar de pertenencia donde hay —como en toda escena que se precie de tal— divas, veleidades y precios; prestigio, seguidores y mercado.

"Cuando a uno le dicen 'Suicide Girls' piensa en todo lo malo: chicas desnudas, medias friquis", me dice Anticss, una modelo argentina. "Pero cuando entras a la página es otro mundo", sentencia. No importa si tienen tatuajes o no, si son delgadas, altas o tienen el pelo de colores; lo que se busca es un erotismo natural. No hay una estética ni medida determinada, sino que se trata de una actitud: son chicas que toman el poder. Salen en portadas de revistas y resultan un emergente del "erotismo horizontal", una suerte de ilusión genuina del "tú también puedes ser una".

Foto cortesía de Anticss.

Para formar parte de Suicide Girls las modelos hacen una sesión de fotos. Y aunque los administradores de SG reclutan modelos, las chicas también pueden postularse. "Yo estoy en Instagram desde el 2011 y tenía amigos que me decían que tenía que ser una SG", comenta Cossmic, una hopeful (como le dicen a las aspirantes a SG) peruana. "Hice los pasos, me postulé y ya empecé a formar parte de la página, por lo menos como una hopeful", resume.

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El contacto con el resto del personal de Suicide Girls es mínimo. Las chicas solo dialogan con los moderadores del sitio, que funcionan como interlocutores de la página, y rara vez tienen contacto con los dueños, Steve Simitzis y su mujer, Olivia Ball. En cambio, el trato entre las chicas es mucho más cercano. En Latinoamérica, muchas se tienen como amigas entre sí en redes sociales. Y como en toda industria, también en Suicide Girls hay rivalidades entre las modelos. "Algunas chicas somos difíciles", bromea Anticss. "Es porque somos muchas chicas y ya sabemos lo que pasa cuando hay muchas chicas".


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Aunque es posible vivir trabajando exclusivamente como modelo de Suicide Girls —como haciendo presentaciones en eventos y videos—, en Latinoamérica son muy pocas las que lo hacen. "Muchas utilizan a Suicide Girls como una plataforma para darse a conocer como modelos y hacer otras cosas", agrega Cossmic. "Como eres de la página te empiezan a contratar otras personas", agrega. El primer paso es entrar; el éxito viene en función de cuánto se muevan. "Muchas chicas se profesionalizan; otras solo lo mantienen como un hobby", comenta Aymi.

Ninguna de las tres modelos con las que estoy platicando vive exclusivamente de ser una Suicide Girl: Anticss trabaja en una empresa proveedora de seguros, Cossmic acaba de graduarse como fotógrafa y es maquillista desde hace cuatro años, y Aymi gana dinero como fotógrafa oficial de algunas aspirantes y de otros trabajos freelance.

Foto cortesía de Cossmic.

"A mi novio le cuesta un poco aceptarlo", se lamenta Cossmic cuando les pregunto por sus relaciones amorosas. "Estamos juntos hace cinco años, pero como no me conoció así, es un problema", concluye. Entre risas, Anticss le contesta "Yo tengo muchas amigos a los que les encantan mis fotos, pero yo jamás se las recomendé ni pasé".

Aunque sus compromisos y sus motivaciones son diferentes, las tres coinciden en algo: les seduce la idea de posar desnudas. "Estoy todo el tiempo relacionándome con el desnudo", concluye Aymi, como una especie de lección para sus compañeras. "Si mis amigos o novios no lo aguantan… bueno, no van estar conmigo".