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Me aseguré de tener varios pretextos sobre mi estancia en el país. Me inscribí en una universidad a la que nunca fui, pero siempre llevaba conmigo mi credencial. También empecé un blog sobre deporte que actualizaba diariamente. Incluso mandé a imprimir tarjetas de presentación para el blog, lo cual resultó bastante práctico; se las repartía a la gente que entrevistaba y a otras posibles fuentes.Siempre me han fascinado las películas y series sobre espías, así que admito que disfruté un poco mi estratagema, pero también alimenté mi sentido de paranoia: cuando llegaba a Teherán, miraba el espejo retrovisor del taxi para asegurarme de que nadie me seguía. Cuando iba por la calle, caminaba en zigzag. Mi fotógrafo y yo discutíamos los artículos en el baño. Para ese entonces ya me estaba excediendo demasiado.
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Al entrar al estadio perdí de vista a mi intermediario. Caminé por los alrededores y a los 15 minutos, uno de lo tipos que me habían detenido se me acercó y me pidió que lo siguiera. Yo actué como si no lo hubiera visto. Mi intermediario me había dicho previamente: "estas personas no dejan que te des cuenta cuando te arrestan. Te llevan a una esquina donde nadie puede verte, te ponen una bolsa sobre la cabeza y te llevan con ellos".Me contó que ya lo habían arrestado años atrás por protestar a través de un tweet, así que confié en él. Al parecer, en esa ocasión se le acercaron 10 hombres que le pidieron que los siguiera. Lo subieron a un coche con una bolsa en su cabeza y lo llevaron a la cárcel —una especie de jaula— donde permaneció por dos semanas, le daban una pequeña comida al día, y parece ser que también lo torturaron. Regresó a su casa hecho un zombie; pesaba 5 kg menos y tenía la cara hinchada.Finalmente los encontré a él y al fotógrafo. A ambos se les había permitido el paso, pero decidimos no entrevistar a nadie durante el juego, así que sólo nos sentamos a verlo. Fue horrible. Cuando terminó, nos arrestaron.Un hombre nos pidió que lo siguiéramos bajo pretexto de revisar nuestros pasaportes por segunda vez. Mientras caminábamos detrás de él, miré brevemente mi dedo. Como el hombre tenía el rostro sonrojado, estaba seguro de que no se trataba de un procedimiento habitual. Al él se unieron sus colegas encubiertos, quienes nos llevaron a una construcción para interrogarnos.
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Cuando terminaron conmigo, entrevistaron a mi intermediario en farsi. Sus ojos se tornaron vidriosos durante todo el tiempo que duró. Supongo que se debió a que fueron un poco más honestos y directos con él.Cometí la estupidez de cargar dos o tres números de Charlie Hebdo en mi mochila. Mi intención original era leerlos y después dejarlos en algún lugar del avión. También había impreso varios artículos sobre el Pasdaran —los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica— una rama del ejército iraní, quienes han sido acusados de contrabandear alcohol para el país a través de un aeropuerto secreto. Tuve el impulso descabellado de pedirles permiso para ir al baño.
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Trató de hacernos sentir mejor diciéndonos que él había pasado por eso cuando tenía 15 años. "Si yo pude soportarlo a los 15, no será difícil para ustedes". Le mandé a mi padre un correo cifrado para pedirle que contactara al Ministerio de Relaciones Exteriores si no tenía noticias mías la mañana siguiente.Para olvidarme un poco de todo y no parecer sospechoso, me puse a jugar fútbol con el hermano de mi intermediario. Cuando llegamos al campo, un coche se estacionó a un lado del parque. El hombre que se encontraba dentro nos observó por más de dos horas. Se fue cuando nos fuimos. Ahora estaba totalmente convencido de que vendrían por nosotros esa noche. Decidí transcribir todas mis notas y quemar mis libretas. No pegué ojo esa noche, me preocupaba haber cometido un error tan estúpido y poner a mi intermediario y a su familia en peligro sin querer. Las horas pasaban y nada ocurría. Pasé toda la noche sentado en mi cama con mi mochila lista y dando sobresaltos al menor ruido. Alrededor de las 3AM las mezquitas de la región llamaron a oración. Un poco más tarde huimos a Teherán.Allí terminamos los proyectos en los que habíamos estado trabajando (probablemente mientras nos seguían y rastreaban nuestros teléfonos). Desconectamos las baterías de nuestros smartphones y tratamos de parecer lo más turistas posible. El intermediario nos había advertido que nuestra libertad sería frágil durante el resto de nuestra estancia. Pero aparte de que nos seguían, no pasó a mayores. Tuvimos la oportunidad de abandonar el país de misma manera en que llegamos, por un avión.No me enorgullece mi historia ni mucho menos. Pero me abrió los ojos sobre los riesgos posibles de esta profesión y, definitivamente, ya no soy tan ingenuo como antes de irme. En general, reforcé mi idea de que puedes aprender mucho viendo una gran serie de espionaje en la televisión.