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Alex y yo nos casamos en febrero de este año y decidimos que nuestra luna de miel sería un viaje de cinco semanas por Europa. Queríamos tener todas las aventuras que pudiéramos manejar; al igual que nuestro matrimonio, decidimos que nuestra luna de miel no seguiría ninguna regla. Podíamos hacer lo que quisiéramos, a nuestra manera.Por eso, cuando nos enteramos sobre Lab.Oratory, un club de sexo en el sótano del reconocido club internacional Berghain de Berlín, sabíamos que teníamos que ir: participar en una bacanal/orgía con 300 hombres era la manera perfecta de celebrar nuestro vínculo.Berghain es parte de una antigua central eléctrica en un barrio industrial y remoto de Berlín Oriental. Para llegar ahí, nuestro taxi nos llevó por un largo y aislado bulevar. Una vez que nos acercamos al club, hipsters jóvenes y diversos en ropa cara de antro comenzaron a aparecer; caminaban en medio de la calle. Algunos puestos de comida compartían el espacio de la banqueta con limusinas y coches deportivos exóticos, mientras que algunas mujeres ancianas vendían baratijas en la calle.
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El espacio interior es cavernoso y utilitario, con paredes y suelos de cemento por los que pasan vigas de acero industrial. Se sentía como una orgía en un almacén abandonado, sucio y peligroso. Los hombres estaban en el bar de la sala principal en varios grados de desnudez, riendo y hablando, mientras que otros cogían y mamaban en las esquinas. Pero la verdadera acción ocurre en las habitaciones más pequeñas. Alex y yo decidimos familiarizarnos con el lugar.Decir que se coge mucho en Lab.Oratory es una sutileza. Pero no es el sexo, o las hileras de columpios sexuales o las tinas para los golden showers o los cuartos para el fisting, o el sexo grupal que vas a encontrar, o la naturalidad con la que simplemente puedes arrodillarte y chupársela a un chico que vuelve tan trascendental al Lab. Es la camaradería que sentirás ahí.
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En esos momentos, no veo a Alex como mi marido. Empiezo a verlo como otra persona. Pasamos gran parte de nuestra vida en la tierra navegando entre hipotecas y facturas, negociando nuestras necesidades personales con las de nuestras familias, amigos, trabajos y la vida en general. En Lab me olvidé de todo eso. Mi marido se convirtió en este sexy dominicano con un pito enorme. Pude verlo coger, seducir y coquetear. Pude cogerme a otros a su lado y él y otros chicos me compartieron. En esos momentos, nada era complicado y no estábamos negociando. Tampoco ellos.No creo que el matrimonio significa bloquear mi personalidad o mi sexualidad. "No quiero hacer esto de la manera convencional", me dijo Alex mientras discutíamos por primera vez el asunto de casarnos. "No quiero una ceremonia religiosa. No quiero usar traje o hacer algo que no nos represente". No queríamos olvidar que aún éramos gay, que nuestro matrimonio no tenía que imitar un estilo de vida heteronormativo. Podíamos darle el significado que quisiéramos, porque era nuestro. Nuestras reglas. Nuestra vida.Después de que dejamos Lab, dimos un largo paseo a lo largo de un canal junto a nuestro apartamento. Hacía frío y el cielo se estaba poniendo rosa. Alex tomó mi mano. Nos detuvimos cerca de un puente, y él me envolvió en sus brazos y me besó."Te amo tanto, bebé", me dijo. "Esta es la mejor luna de miel de todas".Sigue a Jeff Leavell en Instagram.