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Cultură

Celebré mi luna de miel en una sudorosa orgía gay

Decidimos que participar en una bacanal/orgía con 300 hombres era la manera perfecta de celebrar nuestro vínculo.

Ilustración de Lili Emtiaz.

Se nos ha dicho toda la vida que podemos odiar a tantas personas como queramos, pero que una vez que nos casamos, sólo podemos amar a una persona: amarla y cogerla por el resto de nuestras vidas. Cuestiona esa idea y te conviertes en un peligro para la sociedad.

Conocí a mi marido, Alex, hace cuatro años y medio en Scruff, una aplicación gay para conseguir citas. Se suponía que no debía ser más que una simple cogida; no tenía idea de que terminaríamos casados. Pero al final conocí a mi pareja perfecta, porque no tenemos miedo de permitirnos la libertad de vivir la vida que queramos; amar sin límites, lo que significaba abrir nuestra relación a los demás.

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Nos tomó años de conversaciones y pleitos encontrar finalmente la comodidad en este acuerdo. Me he largado de algunos tríos en un arranque, con todo y Alex, porque besó a un chico durante demasiado tiempo o porque lo miró de una manera que sentí que debía estar reservada sólo para mí.

Cuando conocimos a nuestro novio Jon, ver que Alex se enamoraba de alguien nuevo me desafió de una forma que nunca podría haber previsto. Sin embargo había algo hermoso en la forma en que se tomaban de la mano o se besaban. Verlos expandió algo dentro de mí y con el tiempo aprendí que podía enamorarme de los dos, y que podíamos amarnos entre nosotros y a los demás, sin límite.


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Alex y yo nos casamos en febrero de este año y decidimos que nuestra luna de miel sería un viaje de cinco semanas por Europa. Queríamos tener todas las aventuras que pudiéramos manejar; al igual que nuestro matrimonio, decidimos que nuestra luna de miel no seguiría ninguna regla. Podíamos hacer lo que quisiéramos, a nuestra manera.

Por eso, cuando nos enteramos sobre Lab.Oratory, un club de sexo en el sótano del reconocido club internacional Berghain de Berlín, sabíamos que teníamos que ir: participar en una bacanal/orgía con 300 hombres era la manera perfecta de celebrar nuestro vínculo.

Berghain es parte de una antigua central eléctrica en un barrio industrial y remoto de Berlín Oriental. Para llegar ahí, nuestro taxi nos llevó por un largo y aislado bulevar. Una vez que nos acercamos al club, hipsters jóvenes y diversos en ropa cara de antro comenzaron a aparecer; caminaban en medio de la calle. Algunos puestos de comida compartían el espacio de la banqueta con limusinas y coches deportivos exóticos, mientras que algunas mujeres ancianas vendían baratijas en la calle.

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Mientras que Berghain es famoso por el largo tiempo que toma hacer fila, Lab.Oratory tiene su propia entrada, con sus propios criterios para dejar pasar a la gente. Nos informaron que el acceso tenía una estricta política que no permitía el uso de perfumes. Si usabas desodorante o colonia te rechazaban en un instante, lo cual tiene sentido, porque el olor de los hombres es una parte fundamental del erotismo del sexo gay.

El tema de esa noche era simple: dos bebidas por el precio de una, la ropa era opcional. Estábamos nerviosos; habíamos estado en fiestas sexuales y saunas en Estados Unidos, pero nada como esto.


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El espacio interior es cavernoso y utilitario, con paredes y suelos de cemento por los que pasan vigas de acero industrial. Se sentía como una orgía en un almacén abandonado, sucio y peligroso. Los hombres estaban en el bar de la sala principal en varios grados de desnudez, riendo y hablando, mientras que otros cogían y mamaban en las esquinas. Pero la verdadera acción ocurre en las habitaciones más pequeñas. Alex y yo decidimos familiarizarnos con el lugar.

Decir que se coge mucho en Lab.Oratory es una sutileza. Pero no es el sexo, o las hileras de columpios sexuales o las tinas para los golden showers o los cuartos para el fisting, o el sexo grupal que vas a encontrar, o la naturalidad con la que simplemente puedes arrodillarte y chupársela a un chico que vuelve tan trascendental al Lab. Es la camaradería que sentirás ahí.

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Uno va al Lab a coger, por encima de todo, pero se trata de coger como una celebración. Puedes sentir de inmediato que Lab es un lugar dedicado a la celebración de nuestro cuerpo, nuestros deseos, nuestra homosexualidad y nuestra masculinidad; es una celebración de cada uno de nosotros.

Tenía los ojos puestos en este tipo grande y fornido que vimos en el bar. Era de Sudáfrica y se encontraba en Berlín para pasar el fin de semana. Muy pronto, Alex y yo lo estábamos cogiendo con pasión mientras otros observaban, nos tocaban y besaban. El sonido del sexo se escuchaba por todas partes. Mi mente pronto se apagó, perdida en una sobrecarga sensorial.

Más tarde, mientras Alex se cogía a un tipo que conocimos de Colombia, me arrodillé junto a él, para que pudiera ver cómo se la chupaba a un pelirrojo alto de Londres con un pito increíble. En algún momento, Alex se separó de su colombiano y se las chupé a ambos; mientras ellos se besaban yo estaba de rodillas dándoles una mamada. Hacia el final de la noche, conocimos a este búlgaro musculoso con una barba gris y cabello entrecano. Alex y él me cogieron juntos, mientras susurraban detrás de mí.


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En esos momentos, no veo a Alex como mi marido. Empiezo a verlo como otra persona. Pasamos gran parte de nuestra vida en la tierra navegando entre hipotecas y facturas, negociando nuestras necesidades personales con las de nuestras familias, amigos, trabajos y la vida en general. En Lab me olvidé de todo eso. Mi marido se convirtió en este sexy dominicano con un pito enorme. Pude verlo coger, seducir y coquetear. Pude cogerme a otros a su lado y él y otros chicos me compartieron. En esos momentos, nada era complicado y no estábamos negociando. Tampoco ellos.

No creo que el matrimonio significa bloquear mi personalidad o mi sexualidad. "No quiero hacer esto de la manera convencional", me dijo Alex mientras discutíamos por primera vez el asunto de casarnos. "No quiero una ceremonia religiosa. No quiero usar traje o hacer algo que no nos represente". No queríamos olvidar que aún éramos gay, que nuestro matrimonio no tenía que imitar un estilo de vida heteronormativo. Podíamos darle el significado que quisiéramos, porque era nuestro. Nuestras reglas. Nuestra vida.

Después de que dejamos Lab, dimos un largo paseo a lo largo de un canal junto a nuestro apartamento. Hacía frío y el cielo se estaba poniendo rosa. Alex tomó mi mano. Nos detuvimos cerca de un puente, y él me envolvió en sus brazos y me besó.

"Te amo tanto, bebé", me dijo. "Esta es la mejor luna de miel de todas".

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