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Cultură

"Saló"

James Franco repasa "Saló o los 120 días de Sodoma", de Pier Paolo Pasolini.

Imagen de Courtney Nicholas Hace un tiempo asistí a una sesión doble en el IFC Theater de la 6.ª Avenida de Nueva York, en la que se retrataban varios tipos de personaje creativo: la fantástica Frances Ha, de Noah Baumbachprotagonizada por Greta Gerwig en una de sus mejores interpretaciones y la extraña The Canyons, de Paul Schrader, protagonizada por Lindsay Lohan y el actor porno James Deen. La primera película aprovecha el conocimiento que tiene el cineasta de la cultura de Nueva York, realizando un excéntrico y conmovedor retrato de la lucha de un bailarín para superar sus apuros económicos y personales. La segunda película intencionadamente retrataba a varios personajes prototípicos desagradables enmarcados en Los Ángeles, que se utilizaban los unos a los otros y eran desagradables sin razón alguna. Era una película deprimente, no porque los personajes fueran antihéroes, sino porque daba la sensación de que cualquiera podría haberse divertido más retratando a ese tipo de personas. Si vas a ser depravado, al menos pásatelo bien haciéndolo. Y si no es divertido para quien rueda la película, probablemente no va a ser divertido para el público. Dicho esto, sigo siendo fan de Schrader debido a sus elegantes exploraciones de la trastienda de América y fan de Brett Easton Ellis por la forma desenfadada y flagrante con que abraza el narcisismo y el nihilismo.

Mientras esperaba en la cola para comprar una de palomitas pequeñas sin mantequilla, me fijé en que en el cine estaban vendiendo una nueva edición de Criterion de la película Saló o los 120 días de Sodoma, de Pier Paolo Pasolini. La compré junto con una camiseta especial de Werner Herzog en la que aparecía su nombre imitando a las letras del logo de Danzig. Había visto Saló hacía unos años en VHS, tras comprarla en un cajón de saldos en Melrose. Me sentí sucio al verla, solo, en mi pequeño apartamento de Sherman Oaks. Por si no lo sabéis, Saló es el nombre de una ciudad de Italia donde Pasolini recrea algunas de las actividades que el Marqués de Sade describe en su obra maestra 120 días de Sodoma. Sade escribió el texto mientras estaba preso en la Bastilla, cumpliendo condena por haber exhibido algún tipo de comportamiento extremo en un burdel (¿fustigación?, ¿apuñalamiento?, ¿sodomía? Fuera lo que fuera, seguro que no fue nada comparado con lo que describe en 120 días). El texto de Sade cataloga los actos depravados que cuatro millonarios decadentes infringen a un grupo de adolescentes que han sido secuestrados o contratados para este propósito en un aislado castillo. La descripción de los actos practicados a los adolescentes se mezcla con historias sexuales contadas por un grupo de mujeres viejas contratadas para animar cada día con lascivas historias de su propia juventud. En el libro, tanto los actos impuestos a los adolescentes en el tiempo presente como las historias de las viejas sobre el pasado se cuentan de la misma forma. Hay muy poca diferencia entre una vieja prostituta que cuenta sus experiencias y el relato de Sade sobre lo que los adinerados pervertidos hacen a los chicos, el lector lee ambas cosas. Pero en la película, las historias del pasado se cuentan y los actos de los adolescentes se muestran. "Manga, manga", dice uno de los hombres a los chicos y chicas cuando son forzados a comer sus propios excrementos, que han recogido en un gran recipiente. Y el espectador ve cómo se los comen. (En realidad solo son frutas y salchichas, o algo así, cubiertas con una salsa marrón). En la película, existe una marcada diferencia entre lo que se muestra y lo que se cuenta.

El toque maestro de Pasolini fue situar el cuento de Sade del siglo XVIII en la Italia fascista de la Segunda Guerra Mundial, de forma que los terribles actos se relacionan con un enorme poder político, algo específico, en lugar de los aleatorios pilares de poder de la versión de Sade. El disco de Criterion aporta interesantísimas entrevistas con el fallecido Pasolini, que debieron realizarse durante el rodaje de Saló, ya que Pasolini fue asesinado (atropellado repetidamente por un automóvil) antes del estreno de la película. En las entrevistas, Pasolini habla sobre su odio hacia el poder y hacia los caóticos y desenfrenados deseos de este, así como también sobre su aversión por la cosificación de los cuerpos en la revolución sexual de los 60 (la suya era una extraña interpretación de aquellas políticas sexuales). Pero sean cuales fueran sus razones para rodar la película, lo que hizo fue sorprendente. Es una de las películas más perturbadoras que he visto nunca, pero no debido a lo que se muestra (la mayor parte de la violencia está implícita), sino por la naturaleza de sus temas: la corrupción, la violación y el asesinato de la juventud. En Sade, tales descripciones parecen ser un acto de rebelión contra la moral conservadora y la autoridad de su tiempo; en Pasolini la historia parece una irónica acusación a la autoridad que, según él lo ve, han asumido el papel de torturadores incontrolados. De cualquier forma, ambos tienen que meterse en la mierda, por decirlo de alguna manera, para presentar su material.

Ambos artistas murieron antes de que el público pudiera ver su obra. Sade pensaba que su manuscrito se había perdido en el incendio de la Bastilla. Se publicó 120 años después de su muerte a principios del siglo XX. Pasolini fue asesinado semanas antes del estreno de Saló, lo que inevitablemente ligó su muerte a su última película, que está a su vez llena de más muerte. Ninguno de los dos artistas tuvo que defender su obra. Todavía resulta chocante pensar que Saló fue filmada en los Estudios Cinecitta de Roma, donde también se rodaron grandes películas de Fellini y tantos otros clásicos italianos. En el DVD hay un fantástico documental “detrás de las cámaras” en el que aparece Pasolini dirigiendo las trascendentales escenas de las torturas en las que los muchachos con pollas (falsas) enormes —llamados "los folladores" en el libro—y el cuarteto de ricos decadentes se turnan para quemar, colgar, fustigar y violar a los adolescentes en un patio, mientras que los otros hombres miran desde arriba con unos prismáticos.Es sorprendente ver la sencillez con la que Pasolini construye estas escenas. En un momento, uno de los actores pregunta, "¿qué cosa horrible quieres que haga en esta escena?".

Este es el arte de la depravación. Pero, ¿no es también el arte de la honestidad? Saló es exactamente lo que se ve en pantalla. No se avergüenza de lo que está haciendo, simplemente presenta su mensaje de una forma que, obviamente, resulta poco atractiva. Quizá lo que resulta peor de todo es algo que recuerda a un vídeo de Britney Spears, en el que las intenciones del autor permanecen ocultas. En él, unos jóvenes adolescentes juegan a practicar sexo, haciendo de todo menos practicar sexo en pantalla, todo esto con una pegadiza banda sonora de fondo. ¿Dónde está ahí la honestidad?