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No tenemos amigos en el barrio, preferimos mantenernos alejados, pero cada año vienen policías a casa para asegurarse de que él sigue viviendo aquí. Por eso nos da miedo que alguien los vea frente a nuestra puerta y empiece a sospechar que algo sucede en nuestra casa.Durante los primeros tres años que él estuvo en casa, su foto ni siquiera figuraba en la lista [de agresores sexuales]. De hecho, para encontrarlo tenías que buscar en expedientes de la policía y ellos mismos te decían que habían cometido un error. Pero de repente su nombre y su fotografía reaparecieron. Más adelante, nos dijeron que no podíamos vivir a menos de 615 metros de una escuela. Cuando eso pasó acabábamos de comprar una casa y vivíamos a poco más de 625 metros de una. Gracias a dios no tuvimos que cambiarnos.Cada vez que nos distraíamos, surgía algo nuevo.Nuestro deseo era ser padres, pero cuanto más cambiaban las leyes y a medida que veíamos como trataban a la gente en los registros —él aún no ha tenido que sufrir eso, pero le aterra lo que pueda pasar—, más nos convencíamos de que no era sensato involucrar a un niño en todo esto. Sería muy duro decirle " papá no puede ir a recogerte a la escuela" o "no puedes invitar a tus amigos a casa".Nuestro deseo era ser padres, pero sería muy duro decirle 'papá no puede ir a recogerte a la escuela' o 'no puedes invitar a tus amigos a casa'.
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