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madrazos en concacaf

Paulo, el madreador, otro que ya bailó

A los técnicos en CONCACAF les encantan los madrazos. Cero y van dos que pierden el empleo por cagarse a trompadas con un tercero.
Foto: EFE

No ha pasado ni un mes, y dos entrenadores de equipos potentes de la CONCACAF han perdido su cargo. Si antes Miguel Herrera fue cesado por tirar un volado al cuello de Christian Martinolli, ahora Paulo César Wanchope ha decidido renunciar tras el zafarrancho que protagonizó al golpearse con una persona de seguridad y aventar a un niño en un partido de la Sub 23 de Costa Rica en Panamá.

¿Qué carajo le pasa a los entrenadores hoy en día? Pareciera que el cargo de técnico en un combinado nacional acarrea por sí solo un toque de violencia, agresión, ganchos, cruzados y uppers, así como un dejo de soberbia, prepotencia y onda de sentirse Dios.

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Andamos con todo en la CONCACAF. Con unas inmensas ganas de seguir dando mucho de qué hablar. Si ya de por sí quedamos medio quemados con el FIFA-Gate, luego dimos pena ajena con el Penal-Gate de la Copa Oro y con el 'Piojo'-Bax, ahora toca turno de enseñarle al mundo cómo Paulo César Wanchope se muele a trompadas en un partido de jugadores con límite de edad.

Costa Rica, muy sacudida con la detención de Eduardo Li, su digamos, Presidente de Federación, viene de tener su etapa dorada en el pasado Mundial de Brasil donde ya todos sabemos, alcanzó el quinto partido (cuartos de final) sin andar de merolico como otros.

Sin embargo, parece que tras el penal que detuvo el holandés Tim Krull, todo se derrumbó. Primero, se dio la salida del colombiano Jorge Luis Pinto, haciéndose evidente el rompimiento que el hoy timonel de Honduras tuvo con varios de sus más cercanos colaboradores, entre ellos, Paulo Wanchope.

Los 'ticos' no tenían de otra, debían apostar a cierta continuidad para seguir al alza. Por eso, apostaron por 'Chope', una de las figuras más importantes de su historia para arrancar con el camino, de la que les apostamos, será la eliminatoria más dura en CONCACAF para asistir a un Mundial.

La selección centroamericana siguió dando una buena imagen en partidos amistosos post Mundial; además, la eliminación temprana en Copa Oro se maquilló mucho por la forma en la que los 'ticos' fueron eliminados por México, - de nada Oribe-.

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Ahora, en el momento cumbre, donde estamos a nada de arrancar la eliminatoria, Paulo César Wanchope tuvo la brillante idea de reflejar sus actitudes en el mismo espejo en el que hace unos días se miró de cuerpo entero Miguel Herrera.

Parece moda, diríamos. A los entrenadores se les sale el brillo cuando de mostrar tolerancia se trata. No sabemos si a 'Chope' le insultaron a su madre, o a su hija, o qué carajo le pudieron haber comentado para tener una reacción como la que presentó a Panamá. Dicen que criticaba el partido de la Sub 23 de su país, a la cual, él pensaba que también le habían robado un juego que acabpo 0-0 ante los 'canaleros'.

Lo que si, es que esto ha derivado en una renuncia que deja muy mal parada a una Federación que tiene un Presidente encarcelado y que tendrá que redoblar esfuerzos para ubicar al timonel ideal con muy poco tiempo de maniobra.

Ser técnico de selección es una bombita de tiempo, una presión que no cualquier ser humano puede soportar. Se ha dicho que siempre los entrenadores deberían tener a un psicólogo que trate a los jugadores, pero si nos apresuran, ellos deberían ser los primeros en la sala de espera.

En este caso nos extraña, porque Wanchope no tiene ni un solo 'Piojo' en la cabeza y suele ser un tipo bastante centrado y educado, lo fue como jugador, y lo parecía como entrenador. Pero lo que si, es que la prepotencia y el endiosamiento que se está teniendo con los entrenadores, y no solo en la región, es mayúsculo. Son tipos a los que no se les puede decir nada malo, criticarles algo que no les parezca o exigirles un punto que sea extra a lo que normalmente dan. Son soberbios.

Hoy en CONCACAF, dos de las selecciones candidatas para ir a Rusia, México y Costa Rica, no tienen entrenador. Ambos pintorescos personajes, por andar por las canchas y los aeropuertos correteando periodistas, aventando niños e intentando madrearse a guardas de seguridad. Qué bonito trabajo, qué bonita familia, y neta, qué chingona confederación.