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El club de fútbol refugiado de Ucrania

El Shakhtar Donetsk tuvo que huir de su ciudad debido a la guerra. Ahora, el club y los fans se enfrentan a una realidad dura en el oeste de Ucrania.

El pasado 17 de febrero, dos grandes equipos europeos se dieron cita en la ciudad de Lviv, en la Ucrania Occidental, para jugar un partido de Champions League. El visitante, el Bayern de Múnich, había viajado desde Alemania para enfrentarse al Shakhtar Donetsk. En años anteriores, el Bayern habría volado al bonito aeropuerto de Donetsk, justo al otro lado del país. A día de hoy, sin embargo, lo único que queda de ese aeropuerto son cráteres, cemento destrozado y acero. Las batallas que destruyeron las pistas de aterrizaje también destruyeron la esperanza del Shakthar Donetsk de jugar en su ciudad en un futuro cercano.

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El equipo de los mineros de Donetsk, una ciudad históricamente pro-rusa, tuvo que trasladarse a Lviv, una plaza incondicionalmente pro-europea. Donetsk y Lviv están situadas a tanta distancia como les es posible una de la otra tanto geográfica como políticamente. El club entero del Shakhtar, incluyendo a los jugadores, al equipo técnico y especialmente a los fans, no tienen otra opción que vivir lejos de casa y esperar que el conflicto termine pronto. Sabiendo cómo están las cosas ahora mismo, no obstante, parece poco probable que los aficionados puedan disfrutar de un partido del Shakhtar en Donetsk en un futuro cercano.

A pesar de que los jugadores y técnicos del Bayern aterrizaron en otra ciudad europea, la realidad que les rodeaba en Lviv era totalmente distinta de la que suele vivir en Múnich. Alemania es un país poderoso y próspero; Ucrania se hunde cada vez más en la guerra y la desesperación. Mientras se jugaba el Shakhtar-Bayern, no solo había combates al otro lado del país: también la economía ucraniana sufría las consecuencias del conflicto. La grivna, la moneda ucraniana, cayó un 30 por ciento en pocos días, lo que significaba que una ciudadanía muy empobrecida vio como sus ingresos medios caían a menos de 140 euros al mes.

Fuera del estadio, el Arena Lviv, los signos de la guerra se notaban en todos los detalles. El único atenuante, de hecho, es que allí no había combates. El Shakhtar no es el único refugiado que ha huido a Lviv; muchos residentes de la ciudad de Donetsk también tuvieron que huir hacia el oeste. Estos aficionados, que principalmente tienen el ruso como lengua materna, se encontraban ahora animando a su equipo en casa de uno de sus máximos rivales, el FC Karpaty. Fuera del estadio, los homenajes a los soldados y las muestras públicas de soporte estaban por todas partes. De hecho, incluso se atisbaban algunos soldados en uniforme de combate en la marea de aficionados medio borrachos que invadia el centro de Lviv.

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Pocos días antes del partido, la canciller alemana Angela Merkel viajó para encontrarse con el presidente ruso Vladimir Putin. El objetivo de su viaje a Moscú era lograr un acuerdo que terminara con la guerra, lo que sobre el papel consiguió: pero el alto el fuego terminó prácticamente antes de empezar. Aparentemente, mientras Putin firmaba el tratado con una mano, con la otra ordenaba el envío de más tanques. La OTAN registró la entrada de 50 vehículos blindados en Ucrania procedentes de Rusia los mismos días en los que se llevaban a cabo las negociaciones de paz en Minsk. La probabilidad de que el Shakhtar volviera a jugar en casa se reducía aún más. Aún así, algunos de los jugadores del equipo siguen siendo optimistas, aunque quizás una manera un poco ilusa.

"Somos muy positivos ante la idea de regresar", dice Ivan Ordets, un defensa de 22 años. "Espero que volvamos a nuestra ciudad en un futuro próximo. Quiero jugar allí y ganar".

Es difícil imaginar que esto ocurra. Un retorno requeriría que los órganos reguladores del fútbol, las compañías aseguradoras y los propios equipos aceptaran que el estado sin gobierno oficial y sin reconocimiento internacional que es la República Popular de Donetsk (DNR) acogiera partidos competitivos. Aparte de Rusia, nadie ha reconocido la DNR como Estado. Es inimaginable que la UEFA contrariase a todos los países europeos y aceptara que se jugase un partido en Donetsk.

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"Incluso en el caso de que la UEFA diera su visto bueno, ¿cómo viajarían los equipos? No hay aeropuerto en Donetsk, ha sido destruido. ¿Qué van a hacer, ir en bus desde Kíev?", comenta un portavoz del ministerio ucraniano de deportes.

Tanto el Shakhtar como sus fans, pues, no tienen más remedio que intentar sacar la parte positiva de una situación deprimente. Los aficionados del equipo minero se han instalado en Lviv; muchos son refugiados de la región de Donetsk . Aunque al principio fueron recibidos con los brazos abiertos, algunos se quejan abiertamente de que la situación ha ido empeorando y aseguran que sufren discriminación a la hora de buscar trabajo y alojamiento. Algunas "manzanas podridas", que habrían robado y estafado a los caseros, serían los culpables de esta mala reputación.

Una antigua residente de Donetsk de 22 años que asistió al partido entre el Shakhtar y el Bayern contó su historia a VICE Sports. La mujer aseguró que había huido de su ciudad de origen en verano y que ni sus amigos ni su familia daban soporte al DNR. Sus familiares, sin embargo, se había tenido que quedar en Donetsk porque su abuela era demasiado mayor como para desplazarse. Según su declaración, hace un tiempo le habría parecido inimaginable que una guerra destruyese sus vidas. Ahora lucha por encontrar un trabajo lejos de casa y en una economía en colapso.

"¿Por qué esto debería ser problema nuestro?", se preguntaba un residente de Lviv en un bar cerca del centro de la ciudad. "Podrían haber detenido la DNR hace un año en vez de marcharse. ¿Por qué deberíamos luchar por la Ucrania del este cuando ellos mismos huyen para venir aquí?".

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Es una creencia común que los residentes de Donetsk podrían haber acabado con el levantamiento de la DNR en sus inicios. Según el periodista David Petrakarakos, esto ocurre porque el soporte con el que contaba la DNR era bastante escaso al principio: "Yo estaba en Donetsk en los comienzos del levantamiento de la DNR, y en una ciudad de un millón de personas, apenas conté 500 partidarios de la separación en una manifestación. Eso no es una revolución", asegura.

A pesar de que puede que los ciudadanos corrientes del este se enfrenten a la discriminación, Ordets asegura que el Shakhtar ha sido recibido con los brazos abiertos en Lviv: "Nos recibieron muy bien. No hubo afirmaciones del tipo, 'Lviv es la ciudad del FC Karpaty y vosotros no deberíais estar aquí'. Entendemos que es necesario jugar en algún campo. Por supuesto, es más sencillo jugar frente a nuestros fans en Donetsk, pero nunca hemos experimentado ninguna actitud negativa hacia nosotros aquí en Lviv, y espero que esto siga así en el futuro".

Ordets probablemente no sabía, no obstante, que ese mismo día el club de fans del FC Karpaty había emitido un comunicado inflamatorio en el que aseguraban que no animarían al Shakhtar Donetsk en la ida de su eliminatoria frente al Bayern; es más, el comunicado pedía a todos los aficionados del Karpaty que alentaran al equipo alemán si asistían al encuentro. No quedaba claro si se trataba de una declaración política o simplemente era el producto de una larga rivalidad deportiva.

En el partido de vuelta, en Múnich, una gran multitud de fans del Shakhtar se desplazó al Allianz Arena para ver a su equipo. Los hombres que entrena Mircea Lucescu cayeron por un contundente 7-0 ante la escuadra bávara. No obstante, Ordets asegura que esta gran cantidad de público es una excepción: "En los partidos de Champions, los estadios siempre se llenan y las gradas nunca se callan. Pero cuando jugamos contra equipos de media tabla para abajo, solo unas pocas personas vienen a animarnos, principalmente niños. Me gustaría que hubiera más público".

A menos que haya algún milagro, es probable que el Shakhtar Donetsk deba acostumbrarse a considerar Lviv como su casa. Su estancia allí podría durar una temporada, un año, o quizás una década. Mientras los jugadores se mantienen un tanto aislados de la dura realidad a la que deben hacer frente los ucranianos de a pie, los fans del Shakhtar no son inmunes a la situación. El estatus de su club les recuerda el suyo propio: el de refugiados en una región donde el trabajo es escaso, la familia está lejos y las tensiones son profundas.