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Cultură

La historia del VIH sugiere un futuro aún más paranoico para el ébola

Ambos virus comparten algunos rasgos interesantes y completamente siniestros. Un virus asintomático pero potencialmente mortal es un alimento único para la ansiedad y la compulsión.

Foto vía CDC.

El VIH y el ébola comparten algunos rasgos interesantes y completamente siniestros. Uno de ellos es la incubación prolongada: el ébola puede tomar tres semanas en manifestar sus síntomas, mientras que el VIH puede tomar años. Una vez que los virus se han incubado y construido su ejército viral, comienzan a trabajar. El ébola matará finalmente a la mitad de sus víctimas y, sin tratamiento, el VIH progresará a sida causando una muerte garantizada.

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El periodo silencioso es peligroso. Los pacientes con ébola no son infecciosos sin los síntomas, mientras los pacientes con VIH pueden trasmitirlo rápidamente, lo que se vuelve una especie de peligro. Pero el problema más sutil viene en forma de enfermedad paranoica.

Como los espías de la Guerra Fría, si no puedes ver a tu “enemigo”, todo el mundo se vuelve uno. No es suficiente decir bueno, solo ha habido tres infecciones de ébola en Estados Unidos, en comparación con las miles de personas que padecen la enfermedad en África occidental, porque todavía nadie puede imaginar el número de portadores del virus y no hay mucho que podamos decir para calmar ese miedo.

Tampoco podemos decir que se están tomando todas las precauciones –porque ya sabes, hay enfermeras contagiadas–, por parte de las personas que podemos esperar las estén tomando. Así que llegamos a una ridiculez absoluta: una maestra es enviada a casa por haber estado dentro de los límites de la ciudad de Dallas, en donde pacientes con ébola habían sido recibidos. No importa que todas sus actividades se hayan desarrollado a más de 15 kilómetros del hospital donde se trataba a los contagiados, ni que Dallas sea una ciudad con 1.25 millones de personas, de las cuales solo dos han contraído el virus en el ambiente más riesgoso que uno pueda imaginarse: una verdadera sala de ébola, donde se trata con fluidos corporales infectados por el virus.

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Ah, y luego está la mujer que se encerró en el baño de un avión después de vomitar (¡en un avión!); y la turba de padres sacando a sus hijos de una escuela en Mississippi después de saber que el coordinador escolar había estado recientemente en Zaire, un país libre de ébola a más de 5.000 kilómetros del occidente de África; y la secundaria en Maine que encerró a uno de sus estudiantes después de que por equivocación dijera que su padre estaba siendo analizado por ébola.

El miedo, mezclado con la falta de información, es algo poderoso. Y no se trata de la información en el sentido fáctico y razonable, sino la información en el sentido de ser capaces de evaluar rápidamente la salud de un extraño.

Entonces tenemos paranoia y, naturalmente, teorías de la conspiración. Solo es mirar al gran ser humano que es Chirs Brown, por ejemplo, que sugiere en Twitter que el ébola es una forma de control demográfico. Y luego está la noción generalizada (léase: el poder de Snopes.com) de que el CDC (Centro de Control y Prevención de Enfermedades) está maquinando hacerse rico con la patente del ébola. Te puedes encontrar con todo esto en los medios masivos, sin siquiera tener que irte a los caños oscuros de la guerra informática de internet, donde las cosas se ponen totalmente jodidas, comenzando por el “Obola”.

Todo esto es facilitado, sino forzado, por la invisibilidad del virus. La imaginación desenfrenada y desinformada es una cosa horripilante. ¿Dónde está? ¿Quién lo tiene?

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Así era con el sida. Incluso los expertos se dejaron arrastrar por la histeria. En 1988, en pleno pico de la epidemia del sida, el comisionado de salud de Nueva York, el Dr. Stephen C. Joseph, estimó que el total de infectados en la ciudad sería cercano a los 400.000. Sin embargo, para el 2000, en Nueva York solo se habían diagnosticado 120.000 casos.

El miedo comenzó en la portada de la revista Life, según una historia de 2001 publicada en el New York Times. El titular: “Ahora nadie está a salvo del SIDA”. Los federales alimentaron las llamas, sugiriendo que el sida sería peor que la peste negra. Ophra advirtió que una quinta parte de los heterosexuales estarían muertos para 1990.

“Masters y Johnson advirtieron que el sida podría estar al acecho en los asientos de los inodoros”, escribió Johns Tierney en el Times. “Una terapista sexual, Helen Singer Kaplan, escribió un libro, La verdad sobre las mujeres y el sida, advirtiendo que los condones no son suficientes y que incluso un beso era un riesgo”. En una editorial de 1986, John Phair de la Universidad Northwestern escribió:

De acuerdo a una encuesta publicada en diciembre por el diario Los Angeles Times, el 50% de los adultos encuestados apoyó una cuarentena de pacientes con sida, y un 48% aprobaría las tarjetas de identificación para aquellos que den positivo en los exámenes de anticuerpos para el virus que causa el sida, y el 15% favorecía tatuar a las víctimas del sida. Sin embargo, el ostracismo y el aislamiento de los pacientes con sida y otras personas infectadas, solo impediría la cooperación con los investigadores de manera abierta y honesta. Tal confianza es esencial para que el sida esté bajo control y sea eliminado lo antes posible.

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Todavía no llegamos a eso, aunque es difícil mirar a los que protestan frente a la Casa Blanca con un “¡Paren los vuelos¡” y no tener un escalofrío similar.

Actualmente, la paranoia del VIH persiste como una entidad en sí misma, un fenómeno poderoso que se revela en medio millón de búsquedas en Google. En gran parte de los foros y los sitios de pregunta/respuesta, en los que aparecen publicaciones como “esta fobia vih se tiró mi vida… me arruinó”, “necesito ayuda para controlar mi paranoia con el VIH”, “riesgo de VIH con condón. ansiedad y paranoia”, y el omnipresente: “no puedo dejar de pensar en eso”.

La gente vive una miseria con todo esto.

En parte, el miedo está ligado al silencio sobre una infección de VIH, claramente. Un virus asintomático pero potencialmente mortal, es un alimento único para la ansiedad y la compulsión. El ébola va un poco más allá, introduciendo vías nuevas y más generales de trasmisión.

Con el miedo viene la ira, y como el VIH, el ébola es vinculado a una población minoritaria, y todos sabemos de qué va toda esa mierda una vez que ha rebotado en el cerebro de un gran segmento de terribles estadounidenses. Así que la mayoría de ingredientes para una gran mierda histérica están presentes, y una vez que esto está listo, la gente horrible comienza avanzar.