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Trampas para votar en una oficina de Correos

A la quimera que es votar desde el extranjero, se une ahora el vídeo de una mujer que entrega varios sobres en una oficina de Correos.

Cola ayer en una oficina de Correos de Madrid

En La Escopeta Nacional, el genial Luis García Berlanga analizaba esa sociedad tardofranquista, que entraba a regañadientes en los terrenos de la democracia, sin renunciar a corruptelas, clientelismos y tratos de favor. Luego, los Leguineche siguieron avanzando por la Transición hasta retratar un país que se desperezaba, pero que ya parecía asentado sobre las bases de una sólida democracia. Pues más de 30 años después de las primeras Elecciones, España sigue siendo ese país en el que lo de votar no es tan limpio como lo pintan.

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Durante esta campaña electoral ya hemos hablado del 'voto rogado' desde el extranjero que consigue que solo el 2% de los censados fuera de nuestras fronteras mande su papeleta a las urnas correspondiente. Nuestros exiliados están que trinan en las redes sociales, pero la Ley de 2010 parece que ampara este tipo de situaciones que son muy anómalas. Votos que no llegan y eso que beneficia a los partidos grandes. Dos millones de electores pendientes todos los días de su buzón.

Ahora hemos descubierto que votar por correo dentro de nuestras fronteras también es un auténtico deporte de riesgo. Las colas en las oficinas correspondientes son interminables cuando tienes que ir a recoger allí las papeletas. Por cierto, la primera que aparece en el sobre que a nosotros nos ha llegado es la del PP. ¿Casualidad? Luego está la movida de irlas a entregar. Nueva cola, funcionarios mal encarados y sin un bolígrafo a mano cuando tienes que rellenar un formulario.

Esto son solo indicios de posibles 'pucherazos', no decimos otra cosa, pero a través de Facebook hemos comprobado que también hay pruebas audiovisuales. Si ya lo de que saquen abuelitos de sus retiros en Residencias para arrastrarlos a los colegios o que voten muertos han dejado de ser leyendas urbanas, ahora hemos asistido a un plano secuencia digno del mejor Berlanga (con guión de Azcona). Un monumento fílmico grabado por una ciudadana que pilla in fraganti a otra entregando en el mostrador de la oficina de Correos un puñado de votos. De su familia, por lo visto.

Y siguiendo con el esperpento (aquí entra Valle-Inclán) la funcionaria de turno los guarda. La videoaficionada de Almería reclama el "tocho ese" de votos, mientras que los que se encuentra detrás del mostrador solo se preocupan porque no grabe ("está prohibido tomar fotos") y que este tejemaneje no quede registrado gloriosamente para la posteridad. Lo dicho, una obra maestra del absurdo cotidiano y cine denuncia del bueno. Menos mal que todavía queda conciencia ciudadana y que los móviles ahora permiten grabar todo lo que se hace delante de nuestras narices y sin ningún tipo de pudor. Bienvenidos a la fiesta de la democracia 'berlanguiana'.