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Cultură

‘Las Campos’ o el programa sobre que Terelu está gorda

El primer programa de Las Campos se centró básicamente en que Terelu pasa mucha hambre y que Maria Teresa vive en una mansión con criada incluida.

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¡Campos de Caspilla! Así, pero a grito pelado. Es lo que habría exclamado Antonio Machado, poetastro y más viejoven representante de la Generación del 98, si anoche hubiera visto, durante un minuto tan sólo, el festival de la telebasura maloliente envuelto en desfachatez que emitió Telecinco. ¡Campos de Caspilla La Nueva! ¡Y de Caspaza La Vieja!

¡Campos, Campos, Campos, entre los olivos encuentras un mando a distancia, pulsas el botón número 5 y España entera muta a charanga y pandereta sin solución de continuidad! Docu-reality, que lo llaman. Y tratan de tangarnos, de nuevo, vendiéndonoslo como si fuera otro experimento sociológico, con garrafón del malo por toda gaseosa.

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Las Campos. Es decir, las mismas de siempre: María Teresa, Terelu –más una tal Carmen Borrego, la sister perdida al otro lado de las cámaras– y el resto de la "campetropa" [con Bigote incluido; Arrocet, el mismo Bigote Arrocet de aquellos viejunos y famélicos años del "Un, dos, tres…", quien ejerce ahora de Kanye West a tiempo parcial, pero sin chándal de tactel ni medallón de rapero chungo amarrado al cuello]. "Las Campos" es, hoy por hoy, lo más de lo más dentro nuestros televisores. "El acontecimiento televisivo del año", dijeron, una y otra vez. Y no dejaron de repetirlo. Como si con eso fuesen a hacer una verdad de su mentira.

3, 2, 1… ¡¡— Telecinco (@telecincoes)18 de agosto de 2016

El programa no deja de ser una especie de "Alaska y Mario" de ese territorio comanche que es el universo "Sálvame". Dan ganas de opositar para auxiliar administrativo y olvidarse de todo. Pero vamos a analizar lo visto anoche al detalle, porque la cosa no tuvo desperdicio.

Todo el programa turba. Digámoslo así para suavizarlo un poco, porque en realidad acojona mucho más que si fuera un melodramón gore. O una snuff movie del chafardeo de luxe, del más patético ombliguismo y de la multichorrada catódica extrema. O sea. Casi todo en él espanta. Porque en realidad, ¿a quién puede interesar el día a día de estas dos petardas con ínfulas kardashianas? ¿Tan idiotas somos? ¿Nos hemos vuelto locos, de repente, o algo así?

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Por ejemplo, siempre se ha dicho que Terelu está un pelín gorda. Es algo que ya sabíamos todos, no pasa nada. Pero de ahí a convertir su sobrepeso en una especie de metafísica sobre la que debatir durante casi tres horas de emisión… "Si comiera menos, estaría más delgada", confesó ella misma a la cámara.

Confunde Terelu los platos con los platós. Y, de esta manera, acaba por desorientarnos a todos. Cualquier parecido con la realidad, en este 'Las Campos' de egocentrismo desaforado, es la puñetera irrealidad. Y no interesa, por no interesar, ni a las propias Campos, dedicadas a fingir glamour entre bostezo y bostezo.

Pero hablemos del casoplón de la Campos Superiora. Eso sí que es para que nuestra Terelu moje, de golpe, dos o tres magdalenas. ¿Pero dónde reside esta gente? ¿En el Hotel Overlook? ¡Madre mía, qué derroche de mansión! Con piscinaca olímpica incluida. "Buenos días, María. ¿Me puedes subir el desayuno?", le ordenó por el "telefonino" Maritere a su criada uniformada. ¿Quién dijo que la lucha de clases era decimonónica y algo que, como las becquerianas golondrinas, nunca volvería?

¿No duerme Maritere en la misma habitación que Edmundo Arrocet Von Lohse? Es decir, ¿duerme o no duerme la Campos Superiora con Bigote? Es la pregunta del millón de euros. Pues no. No duerme con el humorista chileno de origen argentino. Qué cosas. Y para desayunar se toma un cangilón de café au lait y una tostada pringada de "assseitito". Y habla sola mientras desayuna. Y cita a Machado. Y lee una noticia sobre el robo de cadáveres en la Complutense. Y por entonces ya le han entrado ganas al telespectador medio de pegarse un tiro.

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La Campos nos demostraba cómo se hace un ajoblanco con una Thermomix destartalada con la que, si ella quisiera, podría dominar el mundo. "Yo soy muy poco de ajo", confesó Maritere. Dejó la Thermomix empantanada y a la pobre María, la criada, enfangada en la cocina.

Aparece Bigote, con bigote, en peripatética redundancia. Y en vez de animar la cosa, rescatando algún chiste malo de su lejano pasado, se las da de tipo seriote con ínfulas de marqués. Bigote, con bigote, así, en modo serio, no da el pego. Da grima.

Y Terelu sin haber hecho la digestión del desayuno, ya estaba metiéndose loncha tras loncha de jamón serrano en la boca como si no existiera un mañana. Y no habían acabado con el aperitivo y tenían a la pobre de María, la criada de su mamá, friendo patatas como para un regimiento. Y se sentaron a comer. Y se extrañan luego de Terelu que está un poco gorda. ¡Lo raro es que no explote un día en un riguroso directo del Sálvame como en ese mítico sketch de los Monty Python!

¿Tendrá el ADN de Terelu la clave para adelgazar? Nunca lo sabremos. Pero de lo que sí estamos seguros es de que, visto y padecido este engendro de cutreprograma, las Campos no llegarán a zamparse las uvas.

¡Se siente, Terelu! ¡Pero esta vez la dieta va a ser más que forzada!