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Peleando sucio con las multitudes en El Cairo

La gente sigue muriendo por lo que creen que es la libertad

El pasado miércoles por la mañana me desperté en El Cairo con la noticia de que cinco personas habían muerto en los conflictos que se habían producido durante la noche delante del Ministerio de Defensa. Parte de mí se sintió culpable: como alguien que

ha ido documentando sobre los acontecimientos en Egipto desde el año pasado, debería haber estado allí. Han hecho una sentada en la entrada del Ministerio de Defensa durante días, y cada noche ha habido algún conflicto. El martes por la noche murió una persona y no hubo suficientes periodistas para cubrir la noticia. Pero, para ser honesto: también me sentí aliviado. Cuando hace ya mucho tiempo que no estoy en un conflicto me da miedo volver a meterme; en particular por la noche, cuando no puedes ver las piedras que tiran. Sea como fuere, me obligué a ir a una manifestación que se dirigía al lugar de las protestas. Cuando llegamos hubo aplausos y ovaciones. Todo parecía en calma.

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Pero solo cien metros más lejos, al otro lado de la cochambrosa estación de autobús, la lucha era intensa. Cientos de manifestantes revolucionarios intercambiaban pedradas y Molotovs con los habitantes de la zona y grupos leales al gobierno. Los revolucionarios llaman a esos grupos “baltageya”, lo cual, básicamente, significa matones.

La sentada empezó después de que una coalición de salafis (islamistas conservadores) y revolucionarios seculares se manifestasen, durante la madrugada del 29 de abril, desde la moribunda Plaza Tahrir hasta las puertas del Ministerio de Defensa. Cuando llegué, los revolucionarios seculares eran los que más la estaban liando.

Hay debate sobre si los baltageya atacan a los revolucionarios porque les pagan por hacerlo, si lo hacen porque realmente quieren defender su ideología, o porque simplemente están cabreados. Probablemente sea una mezcla de las tres cosas.

La mayoría de salafis estaban cabreados, sobre todo, porque su candidato a la presidencia, Hazem Abu Ismail, fue descalificado al haberse convertido su madre en ciudadana de EEUU unos meses antes de morir. Para los instigadores antiamericanos, tal revelación debe haber sido mortificante. Pero, al igual que los revolucionarios seculares, también ellos se oponen a los juicios a civiles y al perpetuo dominio de la vida política por parte de los militares. Las elecciones están a la vuelta de la esquina, pero por ahora el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (o SCAF) es el que lleva las riendas. Mucha gente cree que pretenden seguir haciéndolo después de las elecciones.

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Sin embargo, hay diferencias entre estos conflictos y los muchos otros de los que he informado para VICE desde noviembre. Primero porque, según un amigo que estuvo ahí durante la noche, los manifestantes de ambos bandos tenían buenas armas. No eran pistolas improvisadas como las que ya he visto por la calle alguna vez, sino armas reales que disparan munición real.

Otra gran diferencia es que los revolucionarios estaban torturando a personas que habían capturado durante la pelea. El 30 de abril, el periodista Simon Hanna informó de que había oído el sonido de un táser y gritos desde una tienda de campaña vigilada. Les dijo que lo que estaban haciendo estaba fatal y que no deberían usar los mismos métodos que aquellos contra los que estaban luchando. Torturar es básicamente lo que hace la policía aquí, en El Cairo, y es el principal problema que tienen. Mientras yo andaba por ahí en medio, los manifestantes hicieron un prisionero. Esta es la multitud que se acumuló a su alrededor. Podéis ver a un tío que intenta pegarle con una silla. Los otros intentaban protegerlo.

Aquí está, unos minutos después. No vi lo que le pasó después.

La tercera diferencia es que esta vez había críos luchando en ambos bandos. Es normal que en el bando revolucionario hayan críos, pero no es tan normal en el otro bando. Esto me hace pensar que hubo más habitantes metidos en el combate de lo que es habitual. En esta foto, un niño corre hacia otro alzando un barril para protegerse la cabeza. Lo ha tirado y ahora se prepara para arrojar una piedra.

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Un montón de gente estaba herida. Este tío recibió perdigones en la cara. Se lo llevaron, inconsciente, en una motocicleta. No sé si sobrevivió. En el momento en que le dispararon no había nadie en el otro lado que llevase uniforme. Los matones claramente iban armados, y no sé cómo ni por qué, pero tenían el mismo tipo de munición que usa la policía.

Al final, las Fuerzas de Seguridad Central (CSF, el equivalente egipcio de los antidisturbios) logró separar a ambos bandos. Los revolucionarios se apiñaron, volvieron a donde la sentada y se pusieron a cantar contra las líneas de la CSF. Parecía que el conflicto había terminado.

Al final me tuve que ir, pero antes pude hablar con un estudiante de medicina, Ahmed Mamdoh (de 19 años), que había estado ayudando en el hospital de campaña en la sentada desde las tres de la madrugada. Me contó que había visto personalmente 13 muertos, la mayoría de ellos por heridas causadas por munición real. La policía o los militares están permitiendo que gente que no lleva uniforme use sus armas. Esta es la camiseta de Ahmed, manchada de sangre después de diez horas atendiendo a los heridos. El miércoles por la noche hubo otra marcha hacia el lugar de la sentada. Corrían rumores de que otra vez estallarían conflictos durante la noche, puesto que los habitantes de la zona se habían vengado por un residente muerto en la zona durante el fuego cruzado. Increíblemente, sin embargo, todo fue bien. Por ahora la cuota de muertos asciende a 20.

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