FYI.
This story is over 5 years old.
La guía Broadly para procrastinar
Postergar de manera sistemática actividades y responsabilidades importantes va siempre acompañado de grandes dosis de ansiedad y pánico. Puedes repetirte cien veces que nunca más vas a dejarlo para el último día pero absolutamente siempre acabas por eludir toda obligación, impuesta o no, por pasar el rato durmiendo, comiendo o haciendo un montón de chorraditas que ni siquiera eres capaz de disfrutar porque estás pensando en lo que deberías estar haciendo.
Muchas veces procrastinamos por miedo a no hacer las cosas todo lo bien que quisiéramos. A menudo el miedo al fracaso no nos permite hacer frente a cosas que, en realidad, nos gusta hacer, así que presionarte demasiado en ese sentido sólo hará que continúes retrasando todas tus responsabilidades. Perder el miedo al fracaso es el mejor antídoto contra el bloqueo.
Una de las cosas más irritantes para una persona que acostumbra a procrastinar es vivir con una persona enérgica y productiva. En el tiempo que tú has tardado en despertarte y hacerte un café, se ha duchado, ha hecho la cama, ha bajado a desayunar y ha compuesto cuatro canciones. Todo en una mañana. 'Tía, ¿todavía estás así?'.
Dormir un ratito y ponerse a trabajar al despertar es una de las estrategias más comunes de las personas que procrastinan. A veces funciona, pero a menudo ese ratito pasa a ser una tarde entera y parte de la noche del día anterior a esa entrega tan importante que destinarás a acabar, in extremis y sumergida en litros de café, todo lo que no has hecho en un mes.
No es cierto que trabajes mejor con presión, ni en situaciones límite, no es cierto que tu cerebro funcione mejor a las cinco de la mañana después de tres horas de sueño ni que estés pasando una época de mucho estrés. Estás procrastinando, y lo sabes.
La fuerza de voluntad es un mito. Se nos inculca que debemos sufrir por conseguir aquello que realmente queremos pero, en realidad, no es más que una falacia insensata. Procrastinar no es lo mismo que dejar de hacer algo porque no te gusta. Si algo verdaderamente no te satisface y te has comprometido con ello porque has asumido de manera inconsciente que debías hacerlo, simplemente, no lo hagas más. No hagas lo que no quieras hacer. No te comprometas con aquello con lo que no quieras comprometerte.
Tu gato necesita mucho cariño, pero tal vez dos horas antes del examen para el que no has estudiado no es momento de ahogarlo en mimos.
No hay nada más frustrante que ver cómo van pasando las horas sin poder moverte del sofá: 'Son las 18:57, a las 19:00 me pongo.' Y así, hasta las 3 de la mañana.
A las personas que no acostumbran a procrastinar puede parecerles una excusa, pero, realmente, la procrastinación inmoviliza mentalmente y es absolutamente paralizadora.
Por otra parte, uno de los peores remedios para la procrastinación es vivir rodeada de personas apáticas. La languidez y el tedio se contagian y, si te dejas llevar, cuando quieras darte cuenta irás por el quinto trozo de pizza y el decimotercer capítulo de Friends.
Después de dos pizzas, un helado, dos sándwiches y una tableta de chocolate entera –menos esa onza que has dejado para no sentirte tan mal– es momento de plantearte si realmente necesitas pedir más comida a domicilio o ya te has alimentado lo suficiente como para poder ponerte a trabajar.
Hace dos meses que no cambias las sábanas, has matado incluso a tus cactus por no regarlos en un año y la pila de platos en el fregadero se tambalea con cada vaso nuevo que utilizas y no limpias, pero hoy, un día antes de la fecha límite de entrega, es el día perfecto para ponerse a arreglarlo todo.
Aleja de ti el móvil o cualquier dispositivo con conexión a internet que pueda sumirte en una angustiosa espiral de scroll infinito.
No hacer nada no te convierte en una persona perezosa. El trabajo es una invención del demonio que, de alguna manera, nos han hecho creer que dignifica. La gente que no trabaja es vista como vaga y dependiente, pero la cruda realidad es que el trabajo no es más que una esclavitud moderna y una construcción capitalista para alienarnos y debilitarnos. La vida contemplativa es una opción absolutamente sana, lícita y maravillosa.
Toda buena persona procrastinadora sabe que el mañana es mentira.
Vale, en muchos casos has aceptado hacer cosas que no querías por una incapacidad a decir que no y complacer a los demás, pero la mayoría de las veces esas llamadas obligaciones son de tu elección: tú has elegido llevar a cabo esa actividad porque quieres y, de alguna manera, te realiza o te compensa. Así que la próxima vez que tengas que enfrentarte a esa obligación piensa si, una vez acabada, realmente te otorga satisfacción. Si es así, piensa que la haces porque te gusta, a pesar de que el proceso no sea fácil, si no, deja de aceptar responsabilidades que no quieres ni puedes cumplir.
Si eres procrastinadora profesional puede que organices cada milímetro de tu día, que lleves una agenda con cada pequeña cosa que tienes que hacer antes del domingo, que tengas ocho calendarios en casa y un par en el móvil y que por supuesto no cumplas ni uno de ellos. La sobreplanificación, sobre todo cuando no se cumplen los objetivos, es muy frustrante y quita muchas horas. Proponte objetivos realistas y deja de hacer malabarismos con tu tiempo y tu trabajo.
El tedio, el autoengaño y las quejas son los tres pilares de la procrastinación y un agujero negro, sucio y lleno de galletas en el que lo único que importa es la cantidad de capítulos de tu serie favorita que puedes ver en un día.
Todo el mundo hace cosas todo el tiempo. La saturación es tal que angustiarse por lo rápido que va todo mientras tú estás pegada a la cama genera todavía más incapacidad. La calma, la lentitud y la reflexión en un mundo como el de hoy, en el que se nos exige ser personas productivas las 24 horas del día, son prácticamente actitudes subversivas. Parar y dejar de preocuparse por lo que hacen los demás es una de las mejores soluciones contra la procrastinación. Deja de compararte con los demás, tu ritmo es más lento y eso no siempre es necesariamente algo malo.
No aceptamos la soledad y necesitamos llenar el tiempo y la mente continuamente con cosas, por eso, reaprender a dejar de atiborrar nuestros días con gente y actividades es uno de los mejores aprendizajes para dejar de agobiarse.
Tal vez no todo el mundo lo hace continuamente como tú, pero todo el mundo lo ha hecho alguna vez. Piensa que mientras tú procrastinas hay millones de personas haciendo lo mismo en sus casas: no estás sola.
Este es un tópico real: empezar es siempre lo más complicado. Una vez que pasas ese insoportable umbral del dolor que supone desenterrarte de entre todos los envases de bolsas de patatas, levantarte de la cama y sacudirte las miguitas, todo se vuelve mucho más sencillo.
Alguien que procrastina no es un parásito, simplemente sufre un bloqueo que le incapacita para hacer frente a determinadas actividades que debe llevar a cabo antes de una fecha concreta. En realidad, la procrastinación no es más que una consecuencia de una sociedad sobreestimulada, consumista, hiperproductiva y capitalista.
No cometas el error de caer en ellas: no hay salida.
Si necesitas motivación y energía:
Deja de navegar por internet y ponte a trabajar. Ahora.
Y bueno, si nada de lo anterior te sirve siempre puedes volver a la cama, dormir un rato y seguir viendo series mientras todo se derrumba ahí fuera.