Un viaje fotográfico a través de las discotecas abandonadas de Italia

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Música

Un viaje fotográfico a través de las discotecas abandonadas de Italia

Discotex, un nuevo proyecto documental, ofrece una mirada audiovisual a los días gloriosos de las catedrales italianas del vinilo.

Hoy en día, todo lo que queda de la fiebre del disco que caracterizó a Italia durante los años 80 y 90 es una vaga sensación de nostalgia; la hiperconectividad de las redes sociales hace que cada espacio, pertenezca esencialmente al mismo macro-espacio (es decir, Internet). Pero en ese entonces, entrar a un club nocturno italiano era como entrar a un templo de escapismo musical —un agujero negro en el que la sociedad desaparecía y donde podías perderte por una noche o incluso un fin de semana entero del "mundo real".

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Música por Miami Mais

Discotex —una combinación de la palabra "disco" y el neologismo "urbex", que se refiere a la exploración de estructuras urbanas abandonadas y / o en ruinas— es un proyecto de Domenica Melillo, recién graduada de la Academia de Bellas Artes de Nápoles.

Lo que comenzó como la tesis de Melillo evolucionó en un viaje documental que duró nueve meses, recorriendo toda Italia en busca de clubes nocturnos abandonados que fueron populares durante los años del vinilo. Desde las ciudades del norte como Turín, Milán y Reggio Emilia, hasta Formia, a lo largo de la costa mediterránea, y Avellino en el sur, Melillo y su equipo descubrieron algunos de los lugares más queridos por la vieja escuela: el Ultimo Impero, CafèSolaire, el Marabú, 7Up, y el East Side. Lo que encontraron fue que la evolución social del entretenimiento ha transformado estos inmensos edificios de cemento en desastrosas eco-monstruosidades. Estos gigantescos parques de diversiones musicales se cerraron por una serie de razones —algunos edificios fueron directamente clausurados, otros violaron los códigos de impuestos, las normas de seguridad, el uso de drogas ilegales o simplemente no pudieron mantenerse al día con la mentalidad cambiante del público.

Pero si escuchas atentamente cuando estás cerca, casi puedes sentir el ruido del bajo que alguna vez resonó dentro de cada edificio. Melillo tomó fotografías de cada antro y corrió las imágenes a través de Audiopaint, un programa de software que convierte los metadatos en audio. Utiliza información visual para generar una frecuencia de sonar ajustando diferentes variables de color y pixeles; el tempo y la frecuencia límite, por ejemplo. Con el fin de reproducir las reverberaciones exactas y la calidad del sonido de cada espacio individual, Melillo estableció la frecuencia mínima a 20 hertzs, la más baja audible; el máximo corresponde a la fecha de cierre de cada club. El resultado final fue una serie de variadas explosiones de ruidos sonoros que, según confesó Melillo, «estaban sorprendentemente cerca de los sonidos que escuchaba dentro de cada discoteca abandonada, todo crujía».

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Cuando le pregunté de dónde sacó la idea para el proyecto, respondió: "Había querido crear una exposición para ciegos durante años. Debido a una fea experiencia de la infancia, siempre me sentí muy cerca de los discapacitados visuales. He tenido una pasión por la fotografía y el arte desde que era una adolescente y me di cuenta de lo fundamental que eran mis ojos para mí. Así que siempre me preguntaba cómo podría llegar a mostrar mis fotos a los que no pueden usar sus ojos —la única manera era hacer que mis fotografías hablaran. Nunca pude formar una exposición para ciegos, pero una vez que el problema se hizo evidente para mí, empecé a pensar en perspectivas alternas.

En cierto modo, Discotex se preocupa por la celebración de la decadencia, cosa que, según ella, es "una de las cosas que el arte debe hacer: debe reevaluar un lugar, un objeto y los sentimientos relacionados con él".

"Nunca he estado en una discoteca", admitió. "Para mí, no eran considerados espacios en primer lugar, pero a través del grupo de Facebook 'Memories on a Dancefloor' —que he actualizado para documentar mi viaje— comprendí que la asociación era mía y solo mía. Era completamente personal, porque más allá hay una comunidad de gente que frecuentaba estos lugares, e incluso ahora mismo están de luto como locos ".

Aunque a algunos les parecía un viaje de campo de alta clase alimentado por un espíritu juvenil de descubrimiento, la aventura de Melillo fue en realidad mucho más difícil de lo que había esperado originalmente. "Estaba delirante y creía que podía hacer el trabajo documental yo misma, y los videos eran un gran problema. No podía permitirme un equipo, así que tuve que depender de no profesionales. Las tomas eran malas por decir algo. Estaban completamente obscuras a veces. Teníamos una lámpara con nosotros, pero no fue tan útil –el rayo de luz no le daba suficiente enfoque a la oscuridad. Admito que: grabamos al azar la mayoría del tiempo. Nunca hubo oportunidad de sacar una foto artística, porque no se veía nada, irónicamente, estos lugares eran visibles después, sólo en las fotografías, pero no mientras estabas físicamente allí. Además, llegar las ruinas fue siempre un reto: las direcciones que encontré en internet llevaban a otros lugares. Era una especie de búsqueda del tesoro ".

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Milán: CafèSolaire

Según Melillo, este club en Milán fue el más fácil de documentar. Era un cúmulo de cemento al aire libre.

La estructura parecía despojada de todo contenido; las únicas cosas que quedaron intactas fueron las paredes desnudas. CafèSolaire cerró porque se suponía que estaba vinculado a la Cosa Nostra, la mafia siciliana, por lo que fue tomado y acordonado por la policía. El presidente de la provincia de Milán, Guido Podestà, consideró que el espacio CafèSolaire ya no estaría autorizado a albergar ningún tipo de entretenimiento nocturno.

Turín: Ultimo Impero

"Tuvimos que pagar una gran multa por nuestra cámara Enjoy", recordó Melillo. "Para llegar a Ultimo Impero –que en realidad estaba en Airasca­­– teníamos que ir más allá de los límites legales". La tensión era alta. "El club era gigantesco: cuatro pisos de escombros y decadencia, había todo tipo de cosas en el terreno. Realmente tenía miedo de que hubiera alguien viviendo allí".

El Ultimo Impero fue uno de los clubes nocturnos más grandes de Europa en su momento, capaz de albergar a más de 8.000 personas. Cambió de nombre varias veces hasta que cerró por razones legales en 1998. "Me sentí como Alicia en el País de las Maravillas", dijo Melillo. "Vi liebres, estatuas griegas, cofres, botellas, diferentes refrigeradores y ganchos de ropa. Lo más sugestivo eran todos los signos de opulencia al interior: colores brillantes, escaleras imperiales".

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Reggio Emilia: Marabù

Más al sur, Melillo descubrió otro antro que había cerrado quince años atrás: el Marabù. Su historia comenzó durante la época dorada de la música disco, cuando el género que combinaba el funk, soul y pop estaba arrasando por todo el mundo, y nuevos dancehalls aparecieron en todas partes como respuesta. El edificio ocupaba una superficie de más de 4.500 metros cuadrados, y su entrada tenía forma de un túnel, que aún hoy es visible.

El interior todavía estaba pintado en los colores brillantes y extravagantes típicos de las pistas de baile de la era disco. Marabú es un gigante abandonado y cerró en 2007. "Hacía demasiado frío y los ruidos eran perturbadores", recordó Melillo. "Cerca de la salida, encontré un escrito en la pared que decía: 'La heroína es un arma de estado'. Tal vez sea la lección política final de un espacio que ha quedado en el olvido".

Formia: 7Up

Cuando llegó a la región de Lacio en busca de 7Up, Melillo me confesó: "Estaba muy asustada, porque este antro fue tomado en 1985 por el clan Casalesi y fue manejado por la mafia durante años. El ambiente era terrible: Había señales y cámaras de vigilancia por todas partes y perros callejeros que no eran muy tranquilos. Había conseguido hacer poco aquí, incluso había llamado a diferentes instituciones para saber cómo entrar, pero nadie me ayudó. Un montón de secrecía. Hoy en día, 7Up es esencialmente una eco-monstruosidad impenetrable, con invernaderos formándose en cada lado". Melillo logró espiar por las grietas de la valla y vio que la naturaleza se había tragado cada centímetro cuadrado del interior del club. Los ecosistemas impotentes habían aparecido por todas partes, y el silencio ensordecedor infundía miedo.

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Avellino: El East Side

Melillo dio el último paso de su trabajo documental en Avellino, la ciudad donde nació. El East Side era un club nocturno cuyo mandato se extendió desde la segunda mitad de los años noventa hasta los primeros años del nuevo milenio, e incitó a la mayor parte del centro y sur de Italia a salir a bailar. Impulsada por un sentimiento de pertenencia, Melillo recogió relatos de primera mano de los habitantes de Avellino que habían experimentado al East en su esplendor original, y el sentimiento general era de nostalgia y profunda tristeza. El antro había sido realmente una fuente de turismo y un considerable ingreso económico para la ciudad, y todos lloraron por su desaparición.

El East Side cerró en 2007 debido a numerosos incidentes de violencia y ataques provocados por drogas. Justo enfrente de la entrada del club, había un antiguo hotel habitado por niños del refugio local para personas sin hogar. Melillo habló con algunos de los niños que dijeron que en su momento quisieron ir, pero no tuvieron permiso.

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Hoy en día, los niños utilizan el espacio para jugar fútbol. El campo improvisado ha dado nueva vida a la zona y transformado las atenciones de la ciudad a una forma diferente de entretenimiento.

En cierto modo, estos "no-espacios" dejan una marca indeleble en los recuerdos de quienes los experimentaron en su apogeo original. Como escribe el antropólogo Marc Augè en El Tiempo en Ruinas, "contemplar las ruinas nos mueve a tener una experiencia de tiempo puro". Asignar sentido y gravedad al tiempo, y reconocer su presencia, es todo lo que realmente puedes reflexionar al ver estos edificios abandonados.

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La magia de no-lugares como estos antros abandonados depende enteramente de la delicada línea entre lo que vino primero y lo que podría llegar a ser más tarde. El proyecto de Melillo ofrece una firme denuncia: estos fantasmas de cemento no se transformaron en otra cosa después de su desaparición. Se convirtieron en un problema ecológico que el gobierno italiano se niega a afrontar o, incluso en la mayoría de las veces, tan sólo ver. Somos testigos automáticos del espectáculo de la naturaleza salvaje, que viene y se re-apropia de las cosas a su gusto. O, para citar al arquitecto paisajista Gilles Clement, "este es un lugar en el que el hombre ya no vive, y la naturaleza vuelve a asumir la posesión de las cosas".

La investigación de Melillo no se basó exclusivamente en la información encontrada en Internet. Fue capaz de considerar las palabras de las personas que han dado vida a centros musicales actuales. Antes de visitar el CafèSolaire de Milán, Melillo habló con Dino Lupello, fundador de Elita Milano, una asociación cultural dedicada a fomentar el entretenimiento y las artes a nivel local y nacional. Al analizar los factores que modificaron la manera en que las personas experimentan la vida nocturna, identificaron dos cosas: la cultura rave, un fenómeno creado por una generación que coloca un precedente en la participación masiva; y el clubbing, que depende más de la idea de que la presentación musical trasciende un espacio físico específico. Con ese fin, las discotecas perdieron su significado simbólico, pero todavía están vinculadas a la evolución de la vida nocturna, ya que eran vitales para impulsar otras formas de entretenimiento musical. Eran un punto de giro en la creación de varias realidades sociales.

En Turín, Melillo conoció a Davide Amici, el director de comunicaciones de Xplosiva, una firma de consultoría musical. ¿Su noción del clubbing moderno? "Saber elegir la música adecuada en relación con la atmósfera y las tendencias actuales".

Pero Daniele Baldelli, uno de los primeros DJs de Italia y pionero de la disco "afro-cósmica", sostiene que la razón principal de la desaparición de la discoteca fue mucho más simple: "La economía de la vida nocturna moderna reconoce que hoy en día, cualquier espacio puede ser usado como un centro de entretenimiento".

El viaje de Melillo podría ser resumido como un estudio para entender un lugar como una extensión de un espacio diferente. Ella argumenta que estos clubes nocturnos son heterotopías y parafrasea al filósofo Michel Foucault: "Los diferentes espacios son […] lugares alternos, un tipo de desafío a la simultaneidad mítica y real de los espacios en los que vivimos". Todavía se puede ignorar la realidad en una discoteca, incluso si está abandonada. El discurso se seca; sólo resuena la música. Esa música se ha ido, pero Discotex ofrece la posibilidad de redescubrir el sonido de ella, aunque sea sólo por unos segundos.