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Cultură

Sesos de mono helados

Transplantes cerebrales por la vía rápida.

El Dr. Robert J. White practicó su primera operación de cirugía cerebral a los 15 años, en clase de biología. ¿Su paciente? El cadáver de una rana. White ha operado a lo largo de 50 años más de 10.000 cerebros, uno de los cuales figura como protagonista del más ambicioso experimento neurológico de la historia: en los 70, White transplantó con éxito la cabeza de un mono al cuerpo de otro. El mono despertó de la anestesia e intentó arrancarle un dedo de un mordisco.

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Su en el campo de la neurociencia ha contribuido a salvar incontables vidas humanas; a costa, eso sí, de las de un buen número de perros y monos. Los movimientos de defensa de los animales le detestan, pero ante todo es un buen católico que ha ejercido como consejero de los últimos cuatro Papas en materia de ética médica.

"Los cirujanos debían dar con algo que probara o negara que el cerebro precisara de grandes cantidades de oxígeno y glucosa. El medio más simple era el de reducir la temperatura. Si la temperatura intrínseca del cerebro se reduce, se reduce también la cantidad de nutrientes que necesita. La técnica original que desarrollé se basa en descomprimir la médula espinal, sometiéndola al mismo tiempo a un proceso de congelación. Hay que abrir la dura, que es la membrana que la rodea, y de este modo es posible para la médula expandirse un poco".

"Un buen número de científicos de primera categoría investigaban hace 50 años la forma de aislar un cerebro, pero nadie parecía capaz de llevar a cabo de forma satisfactoria la parte preliminar. Me estoy refiriendo al cerebro de un primate. Requería cirugía intensiva y eso siempre es complicado, pero descubrimos cosas fascinantes; por ejemplo, que los tejidos cerebrales, a diferencia de los de otros órganos, no experimentan rechazo".

"El único modo de terminar con la discusión referente a si un cerebro aislado mantiene la consciencia era determinar si ese cerebro no sólo sigue vivo, sino también en funcionamiento. Se quería saber si respondería al dolor o a cualquier otro estímulo negativo. Me figuré que el único modo de mantener funcionando el cerebro era dejar conectados los nervios craneales, que forman parte del cerebro y de la cabeza. Eso requeriría hacer algo que la mayoría de la gente considera escabroso: un transplante total de cabeza".

"He llevado a cabo unas cuantas operaciones muy comprometidas; algunas de ellas es probable que ni siquiera hubiesen recibido aprobación. Pero siempre las he realizado en casos de vida o muerte. He mantenido una relación maravillosa con mis pacientes. Echo de menos la oportunidad de entrar en una sala equipada con la última tecnología y salvar vidas. Estoy descontento con la dirección en la que avanza la medicina y el modo en que se está controlando. Pero me siento orgulloso de lo que he sido capaz de hacer. Y me encantaría tener la oportunidad de seguir haciéndolo".

"Lo que más problemas causó fue el trazado de los vasos capilares que se extendían desde el cuello hasta el cerebro. Para aislar el cerebro del mono, el neurocirujano debía realizar la intervención por debajo de la masa cerebral y localizando los vasos capilares, salvando aquellos que fuesen absolutamente necesarios para mantener vivo el cerebro. Me hicieron muchas preguntas: 'Dr. White, ¿sabe si este cerebro está pensando? ¿Está vivo? ¿Qué le estará pasando por la mente?' A todo eso yo respondía mostrando un encefalograma indicando un estado de alerta, y tejido cerebral de aspecto norml extraído después de haber sido retirado el cerebro de la máquina de soporte vital"