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Cultură

Ed Wood: los mejores relatos (en revistas porno) del peor director de cine de la historia

Lesbianas cowboys, tetas rellenas, indígenas travestis... Un libro reúne las historias enfermas que escribía éste director para pagarse la bebida y el alquiler.

Todas las ilustraciones son cortesía de la editorial Caja Negra.

Recuerdo que hace años, cuando empecé a trabajar en VICE, un compañero inglés me advirtió: "intenta no acabar como yo, que escribo como un vagabundo borracho empapado en su propio pis". Por suerte, el viejo cliché de redactor lumpen está ya superado y hoy sólo se lo creen unos cuantos trolls pajeros a los que les sorprende que cumplamos un horario laboral de oficina, en lugar de vivir en casa de nuestros padres y recibir una paga como hacen ellos. La dura realidad es que no solo no olemos a alcohol ni nos meamos encima, sino que bebemos café de cápsula y agua mineral de dispensador, ni siquiera del grito. A veces incluso del tiempo y en taza.

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Llevarse un termo lleno de vodka a la oficina

Pero hubo un tiempo en el que las redacciones sí estaban llenas de tópicos andantes ebrios y atormentados. Y el termo lleno de vodka que Ed Wood llevaba cada mañana a su puesto de trabajo en Pendulum Publishing, fue testigo de ello entre 1970 y 1974, cuando él y su mujer Kathy no tenían ni para el alquiler y encontró un empleo que consistía en escribir relatos en revistas pornográficas. Poco después, le despidieron por ser "demasiado inestable" y continuaron los desahucios, la semi-indigencia, vender su máquina de escribir para poder pagar en la licorería y su fallecimiento, que ni siquiera salió publicado en Daily Variety.

Cuando despidieron a Ed Wood de la editorial de revistas porno Pendulum Publishing, se enfrentó a los desahucios, la semi-indigencia y su fallecimiento en 1978.

Él y su mujer no tenían ni para el alquiler y encontró un empleo que consistía en escribir relatos para revistas pornográficas. Poco después, le despidieron por ser "demasiado inestable.

Todos conocemos a Ed Wood como el director de Plan 9 From Outer Space, considerado "el peor cineasta de la historia" (se sabe que después vinieron otros muchísimo peores) y el travesti que se hacía llamar Shirley y se estrenó rodando Yo cambié mi sexo -Glen o Glenda-, que ahondaba en sus fetichismos (jersey de angora) y manías sexuales. Pero pocos saben que este gran pobre diablo de Hollywood fue guionista del género exploitation, apareció pedo y con el cuerpo hinchado en un par de pornos, escribió filmes industriales para la North American Aviation y redactó discursos de la campaña de reelección del alcalde de Los Angeles, Sam Yorty.

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Hasta ahora apenas teníamos acceso a su filmografía y al biopic de Tim Burton en el que le interpreta Johnny Depp, pero YouTube se ha ido llenando con una cantidad enorme de material que hasta hace poco se creía perdido y muestra su prolífica y desviada carrera: películas, programas de televisióń, anuncios y documentales. Pero de todos los palos de ciego que dio a lo largo de su torpe vida, quizá los cuentos que escribía para publicaciones guarras que se reúnen ahora en el libro La sangre se esparce rápidamente (editorial Caja Negra), sean los que más sorprenden por su calidad, o al menos lo entretenido de su lectura. En apenas tres páginas, Wood se veía obligado a plantear y resolver tramas que, en algún caso, hasta tienen sentido. Teniendo en cuenta que se reeditaron muy pocos de sus escritos, es un placer bucear entre los párrafos averiados de No hay ateos en la tumba, Cómo matar una noche de sábado, Epitafio para el borracho del pueblo o El prostíbulo del terror: una pizca de espanto.

El director de Plan 9 From Outer Space se estrenó rodando Yo cambié mi sexo -Glen o Glenda-, que ahondaba en el fetichismo (jersey de angora), travestismo y manías sexuales.

Cómo matar una noche de sábado', 'Epitafio para el borracho del pueblo' o 'El prostíbulo del terror: una pizca de espanto'. Los títulos de sus historias no engañan.

Los títulos de sus historias no engañan y anuncian sin sutilezas un mundo que mezcla el terror, el western, lo policial y lo macabro, con disparatadas lesbianas cowboys, senos amputados y jefes de tribus indígenas travestis. El mismo mundo enfermo en el que habitaba su sicario Glen Marker (de Black Lace Drag y Let Me Die in Drag) y los personajes de Orgy of the Dead, Dead Girls, Sexecutives, Security Risk, Mary-Go-Round, Carnival Piece o The Fall of the Balcony Usher, libros en los que saltaba de lo oculto al sexo y al Viejo Oeste, y que se vendían en librerías para adultos o por correo. Como lo mejor para saber de lo que hablamos es morder directamente un trozo de semejante universo empalagoso, te regalamos este FRAGMENTO DE SU RELATO 'PECHUGAS EN BANDEJA' :

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"(…) Y esta era una cena que no estaba dispuesto a perderse por nada del mundo. Volvió a acordarse de la prolijidad con la que habían fileteado el seno de la chica… exactamente en la juntura con el pecho, para no desperdiciar nada de carne. El chef, sin lugar a dudas, era un maestro. En ese momento supo que si llegaba a recibir otra invitación, era casi seguro que pediría el plato de diez mil dólares… las dos porciones… lado a lado, con los pezones apuntándole desde la bandeja de plata. Lástima que ya no podía cambiar el pedido… era imposible. A esta altura, el otro seno era puro tejido muerto, y no sería lo mismo que cortarlo fresco, de una criatura viva.

¡El juego completo tendría que esperar hasta la próxima!

Entonces le sirvieron la comida… humeando… y el aroma era casi un perfume… un placer para entendidos, un deleite para gourmets. Se demoró un tiempo en saborear la fragancia antes de empezar a devorar el seno y el relleno con la ferocidad de un lobo hambriento… y se dio cuenta de que algo le sucedía en sus propios órganos sexuales mientras engullía lo que quedaba en el plato. Quería pasarle la lengua a la bandeja y limpiar hasta la última gota de salsa, pero se contuvo… después de todo, estaba en un lugar exclusivo, y esa clase de cosas simplemente no se hacían…

Cuando por fin terminó, sintió que le subía por la garganta el eructo final que había predicho… y el sabor era una mezcla de pollo y cerdo, como había leído en el libro de la biblioteca. Fue la experiencia gastronómica más exquisita que hubiera conocido o que conocería en su vida. Pero el efecto estimulante de la carne despertó con rapidez sus propios apetitos sexuales. Y no podía aliviarlos en el salón comedor. Necesitaba encontrar el baño. Sin mediar palabra, el maître supo lo que quería, así que se acercó a la mesa, lo acompañó hasta el baño para caballeros y lo dejó solo.

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Ed Wood tiene su propia iglesia de feligreses chalados. Captura de pantalla.

Había un espejo muy grande frente al mingitorio, y cuando sacó su miembro gigantescamente erecto y lo sostuvo en sus manos para apuntar, el espejo se convirtió en un simple panel de vidrio transparente. Del otro lado podía verse a la vieja arpía de la recepción con una señora muy mayor al lado, de pie, en un salón cubierto de tapices de terciopelo azules, con una única mesa de plata con cubiertos de oro… y la mujer mayor estaba señalando directamente el miembro erecto de Rance Wilkerson, irradiando alegría y anticipación.

De inmediato, Rance trató de cubrirse la erección con las manos, pero fue inútil. Con sus propios ojos pudo ver cómo conducían de nuevo a la vieja hacia su mesa, donde ella levantó una copa dorada de champagne… y se la oyó decir: "Cocido a punto".

Y a Rance Wilkerson lo sacaron del baño a rastras, gritando, dos gigantes y casi desnudos ayudantes de cocina.

Fragmento de Pechugas en Bandeja, del libro La sangre se esparce rápidamente (editorial Caja Negra).