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Música

Mis hipsters no mienten: el ascenso y caída de Shakira

¿Qué mierdas pasó con Shakira cuando empezó a cantar en inglés? Yo me acuerdo que cuando Shakira pegó, era cool porque parecía ser la antítesis de los productos plásticos de pop que abundaban en ese entonces.

Afuera de mi colegio había una señora que vendía helados llamada Chakira. “La Chakis” vendía los típicos helados de carrito con sabores como chicle, uva y limón. La carrera heladística de la Chakis no era miel sobre hojuelas, ya que, como todos los vendedores de helado de carrito, estaba plagada de rumores sobre la elaboración de sus sorbetes. Unos decían que les ponía vidrios y que un niño se había cortado la lengua. Otros, que el helado de limón lo hacía con mocos y, por último, otros decían que era la auténtica Shakira, solo que los magnates de las disqueras le habían sacado el talento con una jeringa y se lo habían inyectado a la Barbie que hoy conocemos como Shakira.

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¿Qué mierdas pasó con Shakira cuando empezó a cantar en inglés? Yo me acuerdo que cuando Shakira pegó, era cool porque parecía ser la antítesis de los productos plásticos de pop que abundaban en ese entonces. La pendeja de Fey, la estúpida de Litzy y hasta las pinches Jeans quedaban como unas pinches gatas buenas sin talento, cuando se les comparaba con Shakira. Ella ni estaba buena, ni cantaba cancioncitas idiotas y mucho menos bailaba con una coreografía megapendeja. Shakira tocaba la guitarra, tenía una belleza exótica y escribía sus propias letras (¡tómala maldita Anahí!). En algún momento de 1996, todos tenían el puto disco de Shakira, era como si finalmente la música honesta tuviera un lugar en el mainstream.

Aunque en retrospectiva suene como la versión prefabricada de las disqueras con el fin de hacer una Alanis Morissette latina, en ese entonces Shakira era como algo respetable para escuchar. No sonaba a mierdita comercial y de cierta manera era como lo que miles de wannabe buscaban en sus vidas. En esos tiempos, ser un wannabe era dizque chévere. El dizque revival noventero del movimiento hippie con sus pulseras de cáñamo, sus tiendas Hipixy y sus tatuajes de henna, dio lugar a una nueva generación de jóvenes que no se conformaban con las propuestas de ese entonces y Shakira llegó a satisfacer sus necesidades de individualismo y afección a playeras del Che.

Con el paso del tiempo, todo mundo la conocía. La canción “Ciega Sordomuda” de su disco ¿Dónde están los ladrones? sonaba en todos lados. Los videos de su Unplugged los pasaban todo el día en MTV cuando MTV dizque era chévere. Era una artista que no daba pena decir que te gustaba, como hoy en día decir que te gusta Fiona Apple. Nadie te juzga. Nada comparado con decir que te gustan los Black Eyed Peas y que todos piensen que reemplazaron tu cerebro con la caca de tu primo.

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Sin embargo, después de su Unplugged todo valió una mierda. En el video de su primer sencillo en inglés, “Whenever Wherever”, la cantante colombiana salía pintada de gringa y bien buena como diciendo “Si no puedes vencerlos, úneteles”. En tan solo unos años, Shakira pasó lentamente de ser una digna representante de la cultura latina en el mundo a ser la generadora de esa música que escucha una gringa cuarentona cuando se quiere sentir exótica. Es una pena. Hasta el título del disco que la lanzó a la fama en el mercado anglosajón le tenía una connotación medianamente denigrante: Laundry Service. Como, sabes, eso a lo que los gringos están acostumbrados por parte de los latinos. Incluía cosas inmundas como la ya citada "Whenever Wherever" y "Underneath Your Clothes", la peor balada sobre cosas debajo de otras cosas desde esa mierda de Armando Manzanero llamada "Por Debajo de la Mesa" ("…acaricio tu rodilla"). Shakira empezó a hablar inglés como Sofía Vergara y se unió a esa bonita tradición de latinos que mastican el idioma de Morrissey, junto con Menudo, Gerardo Mejía o Ricky Martin.

Después brincó a ese extraño limbo del súper estrellato en donde la excentricidad se confunde con genio, o simple y llanamente se ignora o no se entiende. Sacó dos discos de temas bíblicos y sexuales, uno en inglés y otro en español, proyectos entre conceptuales y abiertamente desesperados por buscar más fama: Fijación Oral Vol. 1 y Oral Fixation Vol. 2, producidos por gente como Gustavo Cerati y Rick Rubin (!), pero en realidad nadie se acuerda mucho de ellos. Eso sí, tenían ese gran madrazo musical que era "La Tortura" con Alejandro Sanz, en donde Shakira se cubría de petróleo (por alguna razón también muy genial, o muy conceptual, o ninguna) mientras Alejandro Sanz no se molestaba en grabar su parte en el mismo estudio. Y cuando hablamos de "temas bíblicos" nos referimos a que Shakira aparece en las portadas de los discos como una Madona amamantando a un Niño o, en su defecto, como una nueva Eva comiendo el Fruto Prohibido. Así de modesta.

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Después pasaron una cantidad de pendejadas intratables que incluyen más inglés mal pronunciado, Wyclef Jean, programas de televisión de esos en donde algunos incautos creen que van a salvar la industria de la música y el noviazgo de Shakira con Piqué (el futbolista con el peor nombre en toda, toda, TODA la historia del fútbol), que engendró un hijo con un nombre probablemente cercano a "Denim", "Atlas", "Log", "Kazool" o alguna estupidez de ese tamaño. Fast forward cuatro años.

El punto es que Shakira se convirtió en una maldita vendida. Sus canciones no salen del denominado “Latin Style” que ponen en un restaurant de comida mexicana en Dinamarca y cualquier indicio de la Shakira de antes, parece haber desaparecido debajo de capas de maquillaje, peróxido y un sonido mega producido.

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Siempre fue la misma Shakira, solo que nos engañó a todos con su dizque integridad musical para venderse a la primera oportunidad. En ese caso, bien por ella. Idiotas nosotros que creímos en el sueño. Que creímos en una América Latina más unida, en un sueño Bolivariano en donde, por vez primera, podíamos vencer a las grandes potencias del capitalismo internacional en su propio juego.

No sabemos que haya pasado con la Shakira. Pero si crees que Emilio Estefan le robó su talento con una jeringa y después de eso no tuvo alternativa para ganarse el pan más que hacer helados de mocos con vidrios para venderlos afuera de un colegio, eres un imbécil. O un genio.