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No fue hasta que Jane se casó que se dio cuenta de cómo la MGF había destrozado su propio cuerpo."Cuando mi marido me hacía el amor", explica, "la herida y la cicatriz se volvían a abrir. Mi marido no quería dejar de hacer lo que estaba haciendo. Era horriblemente doloroso. Luché con fuerza y enseguida se convirtió en una gran hinchazón".Entonces, Jane quedó embarazada. Durante un espantoso parto de 14 horas, sufrió varias complicaciones. Su abertura vaginal estaba obstruida por la "sutura" improvisada de su procedimiento de MGF, lo que bloqueaba el canal del parto. Cuando los aldeanos hundieron un cuchillo en las heridas de Jane para que pudiera salir el bebé, la cuchilla llegó al cráneo del recién nacido. El niño sobrevivió poco tiempo y fue discapacitado el resto de su corta vida. Poco después, Jane dejó de cortar."Me daban pena las niñas a las que cortaba", cuenta. "Esto les pasa a ellas también. Otras se desmayan, otras sangran".En el caso de Mary, una keniata de 50 años, fue ver casi desangrarse a una niña lo que le hizo replantearse las cosas después de ser "la mejor cortadora" del condado de West Pokot durante 20 años. Cortar a las niñas era costumbre en la familia de Mary y representaba la esperada transición a la condición de mujer. Su descripción de este acontecimiento es inquietantemente positiva, rayando en lo festivo.
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