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Opinion

¿Y por qué los rectores no están hablando del abuso sexual en las universidades?

OPINIÓN // Ya los medios denunciaron y opinaron. Es momento de que el tema esté sobre la mesa de los directivos universitarios.
Imagen por Jesse Morrow via Stocksy.

Desde que hace exactamente dos semanas VICE documentó y denunció un caso de abuso sexual en la Universidad Javeriana en Bogotá, varios medios de comunicación se han pronunciado sobre ese tipo de violencia de género en las universidades colombianas. La discusión es urgente: el abuso sexual, además de grave, es tremendamente cotidiano. Y hasta ahora casi nadie ha podido o querido atenderlo con efectividad.

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Yo me pregunto si sabrán los altos directivos qué está ocurriendo con cientos de mujeres en sus universidades. ¿Sabrán responderles a los abusadores y atender a las abusadas? ¿De qué sirven sus buenas intenciones, si ignoran la magnitud del problema?

El abuso sexual en las universidades no es un invento de las estudiantes o de quienes representan a las víctimas. Es una realidad vieja y generalizada. Ya a mediados de 2016, El Tiempo, El Diario, Cartel UrbanoPulzo se habían referido al asunto. Pero ni entonces ni ahora las denuncias parecen haber cambiado las cosas. A los grupos de estudiantes y a mi propio correo desde la publicación del especial sobre abuso sexual han seguido llegando los testimonios de estudiantes abusadas. Tienen razón al permanecer insatisfechos y preocupados los colectivos que una y otra vez les han exigido a las universidades hacerse cargo del tema: hasta el momento, ninguna universidad del país ha actuado con la contundencia correspondiente a la gravedad de las denuncias.

Enfrentar la problemática no es fácil y eso se debe, en gran parte, al propio ambiente universitario, configurado por relaciones jerárquicas en las que muchas veces las estudiantes llevan las de perder. Si a esto se suma el machismo que pervive en las ideas sobre el sexo y las mujeres, queda claro por qué tan pocas personas se atreven a hablar del abuso o a denunciarlo cuando han sido víctimas de violencia sexual. Pero ahí no termina lo grave de la situación: las mujeres que sí deciden denunciar deben ver cómo no solo sus compañeros, sino también la propia institución, tiende a pensar lo sucedido como algo que ellas mismas propiciaron. O que no es tan grave.

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La tasa de no denuncia es altísima. Eso es evidente en los pocos estudios que se han acercado al fenómeno en Colombia y que dan pistas sobre lo que puede estar pasando en otras universidades del país. Un estudio de 2008 de la Universidad de Manizales dice que el 92,9 por ciento de los casos de acoso sexual identificados en esa institución no fueron denunciados. Un estudio similar, hecho un año antes en la Universidad de Caldas, encontró que ninguno de los 55 casos identificados había sido denunciado. Y el fenómeno, claro, no es un asunto exclusivamente caldense, ni manizalita, ni colombiano. Una encuesta de 2015 en 27 universidades estadounidenses halló que solo el 28 por ciento de los incidentes eran reportados. En resumen: las universidades no se están enterando de lo que pasa en sus narices.

Una charla que sostuve para otro artículo en días pasados con el rector del Externado, Juan Carlos Henao, y que en parte dedicamos a esta discusión, hizo evidente otro factor: el problema de la incomunicación. Henao me dijo que rechaza categóricamente el abuso y el acoso sexual y que está convencido de la necesidad de atender disciplinariamente cualquier caso. Al mismo tiempo, me contó que desconoce si esto sucede en el Externado.

"Sinceramente —me dijo— aquí en la universidad yo no he oído casos. Que yo sepa, aquí no hay acoso sexual, aunque podrá haber cosas de las que no me entero. Pero el día que eso pase, la persona será objeto de proceso disciplinario. Como rector no estoy dispuesto a aceptar ni medio caso de acoso sexual".

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Mientras me hablaba, sin embargo, me costaba creer que en una sociedad en la que el abuso y acoso sexual son pan de cada día, una universidad de más de 10.000 estudiantes sea ajena al fenómeno. Tendría que hablar Henao con las estudiantes detrás del grupo de Facebook NO es Normal Universidad Externado que se dedican a recibir y visibilizar los casos de abuso y acoso sexual sufridos por miembros de esa institución.

Hay más tela por cortar. Pocos patinan al responder cuál sería la responsabilidad de la universidad si un profesor acosa a una estudiante, aun si esto sucediera por fuera del campus. Y para casi nadie sería admisible que el primero siguiera vinculado a la institución. Pero la respuesta se complica en escenarios más grises, por ejemplo cuando un estudiante acosa a otro por fuera de la universidad, digamos, en una fiesta. ¿También ahí la institución debería asumir funciones de control, sanción y acompañamiento? ¿Dónde está el límite sobre lo que compete o no a las universidades?

La discusión es compleja, e insisto que las respuestas no llegarán sino hasta que todos los involucrados empiecen a discutir sobre el tema: directivos, funcionarios del gobierno, víctimas y activistas. Y aquí no hay duda de que las universidades tienen una especial responsabilidad en el debate, anclada a su papel pedagógico y a su deber de atacar la violencia sexual desde la deconstrucción de imaginarios sexistas y discriminatorios y el fortalecimiento de principios como el respeto y el consenso.

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El mismo Henao parece pensarlo así. Cuando hablamos, me confesó su temor de que, frente a este tema, la universidad asuma un papel policivo al punto de volverse "un panóptico del estudiante vaya donde vaya (dentro y fuera del campus)". Estuvo de acuerdo cuando le pregunté si, en vez de eso, la universidad debería asumir su papel pedagógico para hacerle frente a la situación.

Pero terminó diciendo: "Todos los cursos a favor de la igualdad de género son positivos". Dando a entender, o por lo menos así lo entendí yo, que la función pedagógica de la universidad termina cuando se acaban las horas de un curso inscrito. Si la pedagogía en cuestiones de género, con miras a erradicar la violencia, solo depende de algunos cursos, ¿cómo podrán sensibilizarse quienes no se inscriben en ellos? ¿Qué porcentaje de la comunidad universitaria termina realmente sensibilizándose?

Los colectivos activistas vinculados al tema sostienen que las campañas de sensibilización deben ser transversales. Y sí: lo que necesitamos es educación y pedagogía. Pero una pedagogía para todos: que vaya más allá de algunas carteleras y grupos en Facebook y que no sólo apunte a estudiantes, sino también a profesores, administrativos y otros empleados.

Parece que lo único que falta es una conversación para que las dos partes coordinen detalles de cómo dirigirse a una situación cuya gravedad ambos reconocen. Es hora de que los rectores asuman su responsabilidad, como líderes de la universidad, de reconocer la realidad y poder hacer una política exclusiva para resolverla. Si desconocen qué pasa, en su mismo campus están los estudiantes y profesores que por años han escuchado a víctimas de abuso sexual.

Señores rectores: es una simple cuestión de sentarse a hablar.