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Cultură

Vender drogas en Arabia Saudita es un negocio muy estresante

Los crímenes de Abdulá como importar, exportar, vender ilegalmente drogas y alcohol, pueden llevarlo a la cárcel, ser azotado o hasta ser ejecutado públicamente.

Hachís afgano importado a Arabia Saudita. Foto cortesía del entrevistado.

Abdulá se oye nervioso por el teléfono. Casi ni quería hablar conmigo al principio, a pesar de que le prometí que no usaría su nombre real en este artículo. Su paranoia viene del hecho de que un amigo cercano fue arrestado recientemente por posesión de hachís que Abdulá le había vendido, y ahora cree que las autoridades están " buscándolo" también. Es por lo que recientemente cerró su Facebook, desactivó su cuenta de mail y se fue a esconder del mutawa, la policía religiosa del país.

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He sido inmigrante en Arabia Saudita desde hace 15 años, así que estoy acostumbrado a lo frustrante que las restricciones islámicas pueden ser para las personas seculares que tratan de vivir su vida. Sin embargo, esto no se compara a los peligros de hacer lo que hace Abdulá: importar, exportar y vender ilegalmente drogas y alcohol, crímenes por los que los infractores pueden ir a la cárcel, ser azotados o, incluso, ejecutados públicamente. Cada vez más, los mutawa son los responsables de encontrar y detener a los culpables de esos crímenes contra la Sharia (ley islámica).

Sin importar la ley y los severos castigos por romperla, el licor y otras sustancias están disponibles en Arabia Saudita, sólo es cuestión de saber a dónde mirar. Un raro estudio del tema, publicado por la Organización Mundial de la Salud en 1998, encontró que 24% de los pacientes en un hospital en Riyah habían abusado del alcohol. Más recientemente, WikiLeaks difundió las fiestas salvajes de la familia real, que incluían licor, cocaína y prostitutas.

Además del estatus oficial como uno de los países más "secos" de Medio Oriente, los habitantes de ese país tienen una reputación por ser uno de los mayores amantes de el whiskey etiqueta negra y del hachís en la región. Quería saber qué tan cierto era tener acceso a sustancias ilegales si no eres el segundo en la línea del trono, así que llamé a Abdulá, quién está muy involucrado con el tráfico de drogas y alcohol en el reino.

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"La mayoría de nuestra mierda se origina en Afganistán", me informa. "Es una larga cadena de ventas que empieza con nómadas de los campos afganos. La crecen, luego se esconde en cajas de los mutawa y va de vendedor a vendedor como una telaraña, y luego algo se va a Karantina.

Karantina —o la "zona caliente", como es conocida localmente— es un área al rededor del centro de Jeddah donde la mayoría de los intercambios ilícitos ocurren. Es ahí donde puedes encontrar drogas, alcohol, prostitutas, armas o cualquier cosa que esperarías encontrar en un nido de ratas o cualquier mercado negro que vale su peso en malas vibras. Ni siquiera los mutawa van ahí por miedo a que los maten.

"Nadie va sin un arma. En serio, es muy peligroso", me dice Abdulá. "Si fueras ahí tú solo, probablemente te violarían o matarían. A menos de que conozcas gente, te chingaste".

Una reserva de alcohol, dinero y pastillas que podría meter a Abdulá en muchos problemas si lo encontraran con esto.

En cuanto al alcohol, él estaba casi seguro de que los extranjeros podrían meter alcohol al país. "Todo empieza con las embajadas y los embajadores", dice. "Maletas diplomáticas que los mutawa no pueden checar". "El gobierno lo sabe, pero no pueden hacer redadas a las embajadas o se los chingarían esos países", continúa, aludiendo la importancia de los lazos del país con otros como EU o el Reino Unido, cuyas embajadas él dice están "llenas" de alcohol.

Aquellos como Abdulá aparentemente compran su alcohol a granel a oficiales de las embajadas, 20 botellas por mes a más o menos 400 riyales (como cien dólares cada una). Los traficantes pueden vender esto a los sedientos locales por al menos el cuádruple del precio; el costo de una botella de vodka puede estar entre mil y tres mil riyales (265 a 800 dólares), dependiendo del tamaño de la botella y la calidad del producto.

Por su reciente problema, Abdulá dejó de vender drogas y alcohol por el momento. La amenaza de la policía religiosa ha crecido exponencialmente en Arabia Saudita desde la Primavera Árabe, me dice. Temiendo las protestas en su país, la familia real canalizó fondos para que los mutawa reclutaran nuevos miembros, en una enorme acción encubierta para mantener al país en orden. Y esta táctica parece haber funcionado, ya que las pocas protestas en el país desaparecieron, ayudando a evitar el tumulto que llegó a otros países en la región. Sin embargo, me dice Abdulá, mientras que esto pudo ayudar a prevenir la muerte y destrucción que se vio en Túnez y en Libia, el dominio de los mutawas ha tenido otras consecuencias.

"Incluso los saudíes temen por sí mismos ahora", explica. "Sí, ok, es un hecho que esperes que nos apeguemos a nuestra religión, pero los matawa sólo quieren callarnos a todos y mandarnos a casa. Sin fiestas, sin viajar con tus amigos, nada". Esto sólo sirve para dar cuerda a la demanda en el mercado negro. En muchos casos la gente empieza a usar drogas en la seguridad relativa de sus casas como una alternativa a no tener derecho a un poco de diversión en público.

Yo propongo esa teoría a Abdulá y está de acuerdo. "Entre más religiosos crecen, más duros se rebelan", me asegura, refiriéndose a los chicos en discretas revueltas contra los mutawa y las leyes del país. "Y ahora que es más estricto, tengo más clientes saudíes que nunca".