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Cultură

¡DETENTE, CASCANTE! #8 - Baqueira

Jóvenes nacionales divirtiéndose dentro de los hoteles entre las montañas blancas.

La nieve sube y baja y no se acaba nunca. Baqueira está que arde. En la discoteca y en los pasillos del mejor de los hoteles de la zona la gente más guapa de España baila, bebe y lucha bajo el hechizo del musicón que se ha traído de su casa DJ Fonsi Nieto guardado en un iPod Nano. Todas las personas tienen veinte años y se escriben en los móviles. Con el borde de la barra como refugio, un entusiasta grupo de estudiantes de primero de Económicas se divierte jugando a La Galleta como si no hubiera un mañana. ¿Será posible que no haya un mañana? Tal vez no estén errando el tiro tanto como piensan. No hay ley que valga en Baqueira. Un niño desnudo corretea esquivando piernas largas con una bolsita de cocaína sujeta de una mano. La semana que viene hay un festival de música muy bueno en otro sitio y nadie se lo quiere perder. Sentada en donde los sofás, una chica de pelo marrón planchado se inclina sobre su novio y le vomita encima durante veinte segundos un El Terror No Tiene Forma de imposibles texturas y colores que incluye una figurita de plástico de Mickey Mouse subido a una moto. "Es como cuando el Roscón de Reyes", dice el chico entre arcadas. Ella se incorpora y se besan con fuerza. Mickey Mouse, en moto, trata de recorrer la superficie potada del pantalón vaquero como el reo Papillon en plena fuga de la Isla del Diablo. "¡Baqueira reclama tu-tu-tu sangre!", grita DJ Fonsi Nieto mientras pega puñetazos a los carteles de publicidad de Moët Chandon de letras doradas y fondo negro que cuelgan a izquierda y derecha de la cabina.

Los Mossos d'Esquadra, todos a una, golpean el portón principal del hotel con un ariete de cabeza de buey. "Vaya unas Navidades de la mierda gorda", dice uno de ellos. Sus botas no se agarran bien a la superficie congelada. "¡Ey, ey, ey!", dice otro, "¡parad, coño, parad, que me ha dao un tirón!" El Mosso se quita el casco y se apoya en la escalinata hecho un guiñapo. "Esto te pasa por no calentar antes", le dice un compañero. "Esto me pasa por no haber estudiao", replica el otro. Al tiempo, desde un ventanal del hotel cinco pisos por encima de las Fuerzas del Orden, unos adolescentes bronceadísimos les vuelcan el contenido de una cazuela de barro gigante hasta arriba de potaje canario hirviendo. El peor parado es el Mosso contracturado, que por no llevar el casco se le derrite la cara entera tornándose en calavera, los pelos en llamas, un trocito de zanahoria cocida fundiéndole una oreja. El sargento primero Roger del Clos, atravesado por el dolor, alza el puño gritándole al cielo.

Tras los límites del recinto algunos voluntarios borrachos, entre copa y refill, van apilando cadáveres en cuartos vacíos. El césped se abre paso a través de los suelos. Doce chicas recién licenciadas en Ciencias de la Información forman un aquelarre dentro del ropero. "Controlaremos todo lo que vean y oigan", dice una de ellas. La luz del día se filtra por los huecos de las persianas. DJ Fonsi Nieto rocía su cara y su cuerpo de gasolina y camina tambaleándose hacia el centro de la pista, apartando a la gente funcionando como un Ejército de un Solo Hombre mientras canta por lo bajo la parte del himno del Real Madrid que dice "las mocitas madrileñas van alegres y risueñas".

De una patada en la puerta de la discoteca irrumpen los Mossos con las armas suyas en ristre; al segundo la pechera de Fonsi se llena de puntos rojos. "¡No podréis conmigo, cerdos!", grita Fonsi. Las hordas, cagadas de miedo ante la perspectiva de perder a su dios de piedra, se agolpan delante suyo para cerrar el paso a las posibles balas. Roger del Clos -las tres furias en sus ojos- da la orden haciendo un palante con el brazo. Van a matarlos. Van a matarlos a todos en Baqueira.